Más de un millón de jóvenes se reunieron en Roma para vivir el Jubileo 2025 bajo el lema “Peregrinos de esperanza”. En un mundo fatigado por la indiferencia y la prisa, la fe audaz de los jóvenes recuerda que la Iglesia sigue viva y en camino.

Un tiempo de gracia
La Iglesia de Francisco nos invita a mirar el presente con esperanza y el futuro con compromiso. En medio de los grandes desafíos de nuestro tiempo —el consumismo voraz, la cultura de lo inmediato, la indiferencia frente a la vulnerabilidad— aparece con fuerza una palabra que resuena desde la tradición bíblica y eclesial: jubileo.
Un jubileo es, en esencia, un tiempo de gracia: un espacio en el que Dios nos recuerda que la vida no nos pertenece solo a nosotros, sino que está llamada a la justicia, a la misericordia y a la reconciliación. En el Antiguo Testamento, jubilar significaba perdonar deudas, liberar esclavos, dejar descansar la tierra. Hoy, en cambio, la Iglesia nos invita a vivirlo como un momento de conversión y de celebración, donde el pueblo cristiano se renueva en la fe y en la alegría.
"El papa Francisco lo entendió muy bien: no hay Jubileo sin juventud. Porque los jóvenes traen consigo el ímpetu, la frescura y la audacia de lo imposible, virtudes que tanto necesita nuestra Iglesia."
Jóvenes y Jubileo: una alianza vital
Ahora bien, el Jubileo de los Jóvenes cobra un sentido especial. En efecto, los jóvenes siempre han sido protagonistas en la vida de la Iglesia: lo fueron en Pentecostés, cuando el Espíritu Santo derramó su fuego y su valentía sobre los discípulos; lo han sido en cada etapa de renovación y de misión; y lo son, de modo particular, en este tiempo en que la Iglesia busca hablar un lenguaje de misericordia y compromiso que conecte con la sensibilidad de las nuevas generaciones.
El papa Francisco lo entendió muy bien: no hay Jubileo sin juventud. Porque los jóvenes traen consigo el ímpetu, la frescura y la audacia de lo imposible, virtudes que tanto necesita nuestra Iglesia. Así, en un mundo que a veces se siente fatigado, ellos recuerdan que el Evangelio es guía para la vida.
De ahí que resuena con fuerza aquella célebre frase de Pedro Arrupe SJ.: “No queremos ser los mejores del mundo, sino los mejores para el mundo”. Esta convicción, encarnada en miles de jóvenes que se organizan, sueñan y luchan, muestra la verdadera dimensión del Jubileo: no es un festival vacío, sino una oportunidad de discernimiento para que la fe se vuelva acción.
León XIV y la esperanza de un nuevo pontificado
La coincidencia del Jubileo con el inicio del pontificado de León XIV es, sin duda, un signo providencial. La figura del Papa siempre es un faro, y la historia de la Iglesia muestra que cada pontífice, con su estilo, deja una huella que marca a generaciones.
Francisco abrió caminos con la centralidad de los pobres, la ecología integral y la sinodalidad. León XIV se presenta, entonces, como heredero y continuador, pero también como quien pondrá nuevos acentos. Que su pontificado inicie en un tiempo jubilar juvenil vuelve a colocar a los jóvenes en el centro, no solo como receptores de un mensaje, sino como actores de la misión.
En consecuencia, el Espíritu habla a través de estos gestos. Y quizá lo que hoy necesitamos es escuchar con mayor claridad a esos jóvenes que gritan desde sus periferias: los de barrios populares que sueñan con un futuro distinto, los universitarios que buscan sentido en medio de tanta presión, los campesinos e indígenas que defienden su tierra, los que han perdido la esperanza y, aun así, se acercan a un grupo parroquial o a una comunidad pastoral.

"Lo que se percibe no es solo la fuerza de la cantidad, sino la certeza de que Dios sigue actuando con poder en la historia a través de las nuevas generaciones."
La fuerza de la multitud
El Jubileo de Jóvenes 2025, realizado desde el 28 de julio al 3 de agosto; se celebró bajo el lema “Peregrinos de esperanza”. Este tema inspiró a miles de jóvenes a reconocerse como caminantes en un mundo herido, llamados a llevar esperanza allí donde parece agotada. No fue solo un eslogan, sino un horizonte espiritual que atravesó cada encuentro, cada oración y cada gesto de servicio.
Me impresionó profundamente la magnitud del Jubileo, más de un millón de jóvenes, procedentes de 146 países, se congregaron en un mismo espíritu de fe y esperanza. Ver aquella multitud unida en la oración, el canto, el baile, la alegría y la fe compartida es una imagen que renueva la esperanza. Una experiencia así no deja a nadie indiferente: lo que se percibe no es solo la fuerza de la cantidad, sino la certeza de que Dios sigue actuando con poder en la historia a través de las nuevas generaciones.
Al término de la experiencia, quedaron frutos palpables:

"La pastoral juvenil es un espacio inmensamente rico, alegre y desafiante: un lugar de fraternidad, espiritualidad y amistad, pero también de compromiso y de lucha."
Caminando juntos
Desde hace más de diez años participo en pastoral juvenil: he sido catequista de comunión, confirmación, coordinadora de labores sociales, actual miembro de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX); y he caminado con jóvenes en comunidades, retiros, encuentros, voluntariados, etc. Sé lo que significa preparar una reunión con entusiasmo, animar un juego con creatividad, pero también acompañar la desolación de quien no encuentra rumbo o cargar con la frustración de ver a jóvenes atrapados en la desesperanza.
Por eso, puedo afirmar que la pastoral juvenil es un espacio inmensamente rico, alegre y desafiante: un lugar de fraternidad, espiritualidad y amistad, pero también de compromiso y de lucha. El Jubileo recoge todo esto y lo eleva, mostrando hasta dónde puede llegar la fuerza de la fe cuando los jóvenes se reúnen.
Fe en tiempos veloces
Vivimos en un mundo marcado por el consumismo, la rapidez y la búsqueda de placeres inmediatos. Todo se mide en likes, en compras, en experiencias fugaces. Frente a eso, presenciar un Jubileo es un contraste radical: es detener el paso, reconocer que no todo depende de uno mismo.
Aquí me viene a la mente una frase de San Ignacio de Loyola, que siempre me acompaña: “No el mucho saber harta ni satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente”. Esa es la clave del Jubileo: no basta con saber que existe, hay que vivirlo, sentirlo, dejar que toque el corazón y transforme la vida.

Juventud y misión: una invitación abierta
En esta Iglesia de Francisco y de León XIV, los jóvenes son llamados a ser misioneros de la esperanza. No basta con asistir a un evento masivo; el Jubileo nos empuja a volver a nuestras comunidades, parroquias, colegios y universidades con el corazón encendido y las manos dispuestas a servir.
Porque la fe no es un refugio individual, sino una misión compartida. Y cada joven que ha participado del Jubileo vuelve con un compromiso nuevo: anunciar a Cristo no solo con palabras, sino con gestos de fraternidad y con la alegría de servir.
Esta experiencia no solo me llenó de fe y esperanza, sino que avivó mis ganas de algún día participar en un Jubileo. Ver a miles de jóvenes reunidos en un mismo espíritu, sentir el poder de la oración compartida, constatar que todavía hay esperanza en un mundo que a veces parece tan oscuro, es una gracia.
El Jubileo de los Jóvenes no es un paréntesis en la vida de la Iglesia: es un recordatorio de que el futuro ya está en marcha, de que la fe sigue viva y de que el Espíritu continúa soplando con fuerza donde menos lo esperamos.
Y en ese soplo, los jóvenes somos los primeros en hacer lío.
Primavera 2025

Abogada por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Oficial de Cumplimiento en Misión Jesuita. Jefa de Prácticas en la Universidad de Lima, y Adjunta de Docencia en la UARM. Miembro de CVX Jóvenes Perú.
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