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Edición Nº 14

«Acompañar» la misión con los pueblos indígenas
23 de octubre, 2010

Todos los que nos sumamos a una obra concreta de la Compañía de Jesús debemos aprender las implicancias de aquello que supone “estar” en un espacio vital, sea cual fuere este. Digo vital porque supone un constante encuentro con dinámicas profundas en la persona, que van desde el ánimo y deseo por estar en la misión, pero también las inquietudes propias de lo que significará sumarte a un espacio nuevo, de procesos, de caminos, de vida.

El sumarme al trabajo con los pueblos indígenas Awajún-Wampís me lleva a reconocer que los procesos no son tan sencillos como llegar y actuar desde presupuestos de “lo que implica” el trabajo con indígenas. Unas inquietantes preguntas me surgen: ¿realmente entiendo el mundo indígena?, ¿Cuál es la cosmovisión?, ¿cómo debe ser la propuesta educativa en esta realidad?, ¿Mi modo de relacionarme con ellos es realmente horizontal?, ¿Cuáles son mis prejuicios y reservas con el mundo indígena?, ¿Cuál es su experiencia de fe, su experiencia trascendental?... ¿la valoro? No quiero decir que estos cuestionamientos surgen por la pertenencia concreta a la congregación, son preguntas que debe tocar a cualquier persona que se encuentra en un punto de encuentro con esta realidad.

Muchas de estas preguntas se facilitan por estudios o testimonios de lo que se entiende por la experiencia, tradición y creencias de un pueblo concreto, pero es en el romper los esquemas que uno trae la posibilidad de un encuentro real con el hombre, el espacio y la cultura. Se aprende que la vida sólo se palpa en el estar y el saber escuchar, porque la misión no solo es un imperativo del estar, no es sólo una dinámica gratuita del querer “amar”, supone más que una intención una disposición. Reconocer que somos mundos de encuentro y complemento, que somos hermanos, que nos podemos tratar con mucha buena intención en el servicio, pero que seguimos siendo ese otro lejano, tipificado en las categorías que me surgen en el simple decir la palabra “indígena”. Además, no nos engañemos, para ese otro mi modo de estar lo marco con mis reservas, las que me hacen ser categorizado como el de fuera, el mestizo, el “apach”.

Si partimos de la obra concreta que es Fe y Alegría 55 Valentín Salegui[1] debemos observar que nos encontramos con un trabajo excepcional realizado por varios Jesuitas que han marcado un profundo camino en constituir un centro de estudio que busca responder a las necesidades de los Awarunas - Wambisas. Pero el camino interpela en la medida que nos preguntamos si nuestra oferta educativa sigue “recogiendo” la vivencia profunda que está en las tradiciones culturales de nuestros hermanos.

Nuestros alumnos llegan de vivencias comunitarias muy complejas, con necesidades infinitas, tanto en lo afectivo como en lo material. Con conflictos en un mundo que se les hace de nuevas exigencias para poder “estar” (recordemos todos los elementos, las cosas que necesitamos y las que sentimos como determinantes e infinitamente necesarias para “estar”) El joven Awaruna – Wambisa también se ve afectado por este mundo de necesidades, donde sus aspiraciones lo hacen soñarse lejos de sus zonas, donde a veces la educación formal le rompe pertenencias.

 El mundo de la escucha aparece como un deber de encuentro, porque la educación no solo implica que podamos brindar una formación de “calidad” tradicional, supone acompañar al ser humano que se está formando constituyendo una identidad, un modo de valorar su propio estar en el mundo. Los referentes deben ser claros en el valor de su identidad, su cultura, su cosmovisión y su tradición: estas son su fortaleza, son la matriz valorativa desde la cual se relacionarán con el mundo de “los de afuera”.

Pero ¿estamos brindando una propuesta educativa que logre concretar este deseo? Es ahí donde debemos esforzar nuestro aprendizaje del escuchar. Las respuestas a un proceso de educación intercultural solo cuajan cuando reconocemos que en igualdad de condiciones estamos conociendo mundos que necesariamente deben aprender a dialogar.

El dialogo se inicia en el interior de cada uno, nuestro mundo de seguridades debe dar paso al deseo de aprender otras lógicas, otro mundo de sentido, significado y vida. Son los pasos a una misión que nos permite el reto de integrarnos, ser más hermanos.

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[1] Colegio de secundaria (internado técnico agropecuario), ubicado a orillas del río Marañón en el departamento de Amazonas. Contamos con 250 alumnos de las etnias Awajún y Wampis.

Publicado en octubre 2010


Jorge Cabeza, SJ

Institución Educativa Fe y Alegría Nº 55 "Valentín Salegui" (Amazonas)

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