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Edición Nº 22

Adolfo Nicolás, SJ: «Hay que invitar a la gente a hacer lo que todavía no hacemos»
22 de febrero, 2013

El actual Prepósito General de la Compañía de Jesús, P. Adolfo Nicolás SJ, nació en España en 1936. Ingresa como novicio a la Congregación en 1953, y en 1961 es trasladado a Tokio (Japón) donde es ordenado sacerdote 6 años después. En el continente asiático permanece por más de 40 años; aquí conoce de cerca la realidad de los más pobres y necesitados. A fines de octubre visita Lima como parte de su agenda, dejando gratas impresiones entre las personas con quienes compartió. Aquí algunas de ellas.

Cuando ingresé a la Compañía de Jesús hace más de diez años el Superior General de los jesuitas era el Padre Kolvenbach, quien había visitado el Perú un par de años antes de mi entrada al Noviciado. Sin embargo, de quien más escuchaba yo hablar después de San Ignacio era del Padre Arrupe, quien precedió a Kolvenbach en el cargo. Toda una generación de compañeros míos había crecido y se había formado bajo la impronta de Arrupe. Siendo yo estudiante de teología es que la Compañía de Jesús se reúne en Congregación General, en 2008, para elegir a un nuevo sucesor de Ignacio, el padre Adolfo Nicolás, quien estuvo de visita por el Perú a finales del mes de octubre y principios de noviembre. Esta vez nos tocaba a toda una nueva generación de jesuitas ver en vivo y en directo al hombre que lleva las riendas de la mínima Compañía en el mundo entero.

¿Y cómo es el Padre General de los jesuitas? A algunos les gusta referirse a él como el “Papa Negro”, apelativo con el que se solía denominar al General de los jesuitas por su supuesto poder en la Iglesia. A otros les parece un personaje inalcanzable porque después de todo se trata del jesuita de más alto cargo en el mundo entero. Pues Adolfo Nicolás no es ni una cosa ni la otra. Como el mismo cuenta, en una de sus visitas al África se le acercó alguien decepcionado porque esperaba encontrarse realmente con el “Papa Negro”, que de “negro” no tenía más que el traje. Y en cuanto a lo de ser el jesuita más poderoso en el mundo, uno de los estudiantes jesuitas que lo acompañó durante un encuentro con jóvenes recuerda que le dijo: “yo ahora estoy en tus manos, tú me guías y yo me dejo llevar”. El Padre General de los jesuitas es pues un hombre sencillo, de 76 años, que lleva cuello romano y siempre tiene una sonrisa a flor de labios.

Adolfo Nicolás llegó al Perú el 28 de octubre por la noche. Sin paparazzis en el aeropuerto, Adolfo Nicolás fue conducido por el P. Provincial de los jesuitas en el Perú, Miguel Cruzado, a la comunidad del Colegio de La Inmaculada, que iba a ser su sede durante su estadía en el país. El General venía a participar de la XXV Asamblea de los Provinciales de América Latina, reunión que se lleva a cabo cada semestre en un país distinto de la región. Esta vez le tocaba al Perú ser país anfitrión y es por esta razón que el General nos visitaba. Ya aquí iba a aprovechar para encontrarse con los jesuitas peruanos y visitar algunas de las obras que los jesuitas llevan en la ciudad de Lima. De perfil bajo y caminar calmado, el P. Adolfo Nicolás, no quería más que visitar con calma este país al que ya había venido en otra ocasión, pero al que llegaba por primera vez como General de la Compañía de Jesús.

[tabs] [tab title="Dios no ha acabado con nosotros"]El Padre General y los empresarios

[columns] [column size="1/2"]¿Jesuitas y empresarios compartiendo el pan? Algo impensable si sólo tomamos en cuenta los estereotipos creados alrededor de ambos grupos. Si hubiera que hacer la más breve reseña posible habría que decir que los empresarios preguntaron qué más hacer y que el General respondió que quienes no se conforman, quieren más, quieren crecer, están en la línea ignaciana.

“Da gusto oír a empresarios que hablan mejor que jesuitas”, comenzó sonriente el P. General. “Lo que he escuchado sobre su preocupación por reducir la pobreza, aumentar el empleo o hacer que este país tenga más oportunidades, educación y salud, me hace pensar que ustedes están en la línea. Pero es evidente, como acaban de decir, que estamos en un momento de la historia en que urge cambiar el sistema global; ustedes lo han expresado muy bien, es un sistema que no funciona igual para todos, en el que unos pocos son favorecidos pero una gran mayoría todavía sigue sufriendo, sin tener[/column] [column size="1/2"]acceso a la riqueza que se está produciendo. El sistema necesita entonces cambios, mejora y observación”.

“En este contexto preguntan ¿qué más puedo hacer? Yo no me siento calificado para responder pero creo que este deseo de saber qué más hacer, qué puedo hacer mejor acompaña siempre a las personas que quieren crecer. Todo el discernimiento ignaciano está orientado precisamente a crecer. Toda la vida humana es crecimiento o decrecimiento. El proceso de subida y bajada siempre está presente porque es parte de la naturaleza humana. Lo que hay que hacer es seguir para arriba; no empezar a darse palmaditas en la espalda. Si les sirve, lo que nosotros los jesuitas experimentamos continuamente es que el esfuerzo por crecer no para nunca. Yo tengo 76 años pero, con su perdón, no he terminado todavía; pues algo de eso pasa con todos. Dios no ha terminado todavía con los empresarios peruanos”.

(Agnes Franco Temple, PUCP)[/column] [/columns] [/tab] [/tabs]

Desde su llegada me tocó estar cerca de él. Me habían encomendado encargarme de tomarle fotos y de estar atento a sus actividades para poder informar a los jesuitas de fuera y de dentro del país. Una especie de corresponsal interno. Ello me permitió verlo en su trato cotidiano con los provinciales latinoamericanos, y notar su discreta cercanía con la gente que estaba a su alrededor. Yo había tenido la oportunidad de cruzar alguna palabra con él hace un par de años en Roma. Pero grande fue mi sorpresa cuando nos encontramos en una de las escaleras de la Inmaculada y al verme de inmediato me dijo: “nosotros nos hemos visto antes en Roma, estudiabas en París, ¿no?” No importaba que no recordara mi nombre, ese gesto lo pintaba de cuerpo entero: un hombre atento a la gente que se cruza en su camino.

[tabs] [tab title="Una enseñanza basada en la reflexión profunda de la realidad"]El Padre General y la educación [columns] [column size="1/2"]Consolidar la propuesta del Programa de Humanidades, como manifestación de la orientación humanista de la UARM es un desafío constante, más aún dentro de un contexto internacional donde prima de manera aplastante la percepción de que la razón instrumental es el eje que debe orientar las decisiones humanas. Llega a nosotros, muchas veces, sin embargo, el agotamiento de constatar que formar seres humanos conscientes de estas condiciones y, por lo tanto, críticos ante reduccionismos y superficialidades es un constante navegar a contracorriente. Con esas inquietudes a cuestas, no creo equivocarme al considerar que las palabras del Padre Nicolás fueron a la vez, de refugio y de estímulo. Algo fundamental en las reflexiones del Padre Nicolás fue, por un lado, la preocupación por las tendencias que orientan al proceso educativo hacia perspectivas cada vez más reduccionistas. Por otro lado, y en consecuencia de lo primero, una preocupación por la superficialidad en los juicios y valoración de hechos y fenómenos que atañen a los seres humanos. Frente a estos desafíos, el Padre Nicolás nos invitó a no arriar las banderas de una formación que asuma la integridad de la persona, que contemple no sólo sus dimensiones cognitivas, sino sus dimensiones sensibles e incluso afectivas. Nos reiteró además la invitación a optar[/column] [column size="1/2"]siempre por una educación que siembre la constante preocupación por la reflexión a profundidad de los fenómenos, que trascienda juicios rápidos y fáciles.

En palabras del Padre General, el arte y la música ayudan a comunicar y transmitir imágenes que, a su vez, nos permiten acceder a dimensiones del mundo espiritual; conduciendo al estudiante a una reflexión a profundidad sobre su propia persona y el contexto humano que lo rodea. Sus palabras nos motivan a revalorar la formación en historia. Como él mismo señalaba, una enseñanza honesta y crítica de la historia promueve crear un espacio de búsqueda de reflexión a profundidad de las diferentes dimensiones del ser humano y de las consecuencias de sus decisiones.

Espiritualidad, sensibilidad, reflexión, espíritu crítico, creatividad, imaginación; todos conceptos multivalentes y difíciles de articular en un solo discurso, pero que admirablemente fueron hilvanados en el tiempo en el que el Padre Nicolás dialogó con nosotros, para ofrecernos una invitación militante y, a la vez, amigable y acogedora, a no desmayar en el esfuerzo por abrir corazones y mentes a una perspectiva diferente de profesión de habilidades y convicciones personales.

(Rafael Vega-Centeno, SJ)[/column] [/columns]

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En su primer día en Lima, me senté a su lado a la hora del almuerzo. Y mi espíritu periodístico me llevó a hacerle pregunta tras pregunta, para saber el tipo de música que le gusta escuchar (“música mexicana y también música clásica”), los libros que lee (“ahora mismo algo sobre las universidades medievales, siempre hay que leer para mantener la cabeza en funcionamiento”), desde sus tiempos en Tokio (donde enseñó teología) y sus intereses teológicos (“siempre me ha interesado la teología pastoral, el contacto con la gente es fundamental”), yo preguntaba y escuchaba atentamente tratando de grabar cada palabra en mi cabeza.

Pero lo que más me marcó además de su sencillez, fue lo que me respondió cuando le pregunté ya sobre mi trabajo como promotor vocacional, qué era lo que debíamos buscar en las nuevas vocaciones a la Compañía de Jesús. Recuerdo sus palabras como si me las estuviera diciendo ahora mismo: “Yo siento que seguimos invitando a los jóvenes a la misión que la Compañía de Jesús tiene hoy, lo cual está bien, pero debemos ir más allá, debemos invitarlos a lo que todavía no hacemos, a lo que todavía no creamos, porque la misión siempre está por hacerse.” De pronto el General de la Compañía de Jesús se mostraba osado y atrevido: “Hay que invitar a la gente a hacer lo que todavía no hacemos”. En ese momento me sentí sumamente orgulloso de ser jesuita, de ser parte de un cuerpo que no tiene todas las respuestas consigo ni los problemas resueltos, pero que sigue soñando con nuevas posibilidades, con aquello que todavía no se ha hecho, con seguir creando, con seguir creyendo, sobre todo en los más jóvenes.

[tabs] [tab title="Somos un cuerpo de contemplativos en la acción"]El Padre General y los jóvenes jesuitas

[columns] [column size="1/2"]En su visita a la casa de formación San Juan Berchmans, el P. Adolfo Nicolás nos motivó a seguir entregando nuestra vida en la colaboración de la misión de Cristo. Nos recordó que debemos tomar con mucha seriedad los estudios. “Si un jesuita se mete en algo, lo hace bien”, enfatizó. Pero el hacer las cosas bien no responde a un sentido voluntarista, sino que se trata de caer en la cuenta de que lo hacemos pensando en el mayor servicio a aquellos que más lo necesitan.

El Padre General insistió en que sigamos fortaleciendo nuestro vínculo relacional, libre y transparente con Jesús, para desde allí seguir entendiendo la misión. No podemos olvidar, según el General, que somos un cuerpo de contemplativos en la acción. En ese sentido, los jóvenes jesuitas debemos aprender a ver los estudios como un lugar privilegiado de encuentro con el Señor.[/column] [column size="1/2"]El P. Adolfo Nicolás nos animó a no darle demasiada importancia en nuestras vidas a todo aquello que puede ser distractivo de lo que es verdaderamente fundamental, que es el sentido de la misión de Cristo. De esta manera nos invitaba a focalizarnos en lo que la Compañía nos pide hoy, dedicarnos con entusiasmo y creatividad a los estudios.

El encuentro del Padre General con los jóvenes jesuitas (escolares, hermanos y sacerdotes recién ordenados) resultó para todos un tiempo de gracia y de renovación de la propia vocación. Su presencia nos permitió renovar la alegría con que vivimos nuestra vocación a la Compañía de Jesús.

(Julio Hurtado, SJ)[/column] [/columns]

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Después de pasar dos días conversando con los provinciales de Latinoamérica y de participar con ellos en algunas reuniones, Adolfo Nicolás dedicó toda la jornada del 31 de octubre a conocer un poco del trabajo de los jesuitas. Por la mañana se reunió con un grupo de empresarios cercanos a la misión de la Compañía en el Perú y después de participar de la firma del consorcio entre la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, la Universidad del Pacífico y la Universidad de Ingeniería y Tecnología, dio una conferencia en la UARM sobre la educación jesuita, para terminar el día reunido con los jóvenes jesuitas en la Casa de Formación San Juan Berchmans.

El 2 de noviembre, fiesta de San Martín de Porres, el Padre General participó de la Consulta de Gobierno de la Provincia del Perú, en la que el Provincial peruano se reúne con sus más cercanos colaboradores para tratar algunos temas sobre el trabajo que se hace en todo el Perú, para después tomar parte de un conversatorio sobre “las fronteras y los jóvenes” y celebrar la Eucaristía con aproximadamente 350 jóvenes que participaban en el “Coloquio Juvenil Ignaciano”, que reunía a jóvenes vinculados a las obras de la Compañía de Jesús llegados de todo el Perú.

[tabs] [tab title="Estar y sentir con los demás"]El Padre General y los jóvenes

[columns] [column size="1/2"]La presencia del Padre General en el Coloquio Ignaciano 2012, en medio de tantos jóvenes de distintas regiones. Cuando estuvimos compartiendo con él notamos su cercanía, ya que no sólo estuvo con nosotros el tiempo previsto, sino que para nuestra sorpresa se quedó más tiempo, compartió la cena y nos acompañó en nuestra noche cultural. Las ganas de conversar con él directamente hicieron que muchos jóvenes le contaran qué hacen en sus pastorales, cómo habían llegado a conocer a los jesuitas; evidentemente las fotos, las risas y el entusiasmo se hicieron presentes. Escuchó a los jóvenes de todas las regiones de forma tan natural como la de un amigo compartiendo con otro lo que hace, seguramente este es el recuerdo que muchos jóvenes se llevaran de este encuentro.[/column] [column size="1/2"]Su mensaje fue una invitación a dedicarnos a lo que mejor hacemos con una total entrega, ser siempre pacientes y constantes en el camino, ser amplios en humanidad para poder estar y sentir con los demás. Sus palabras nos animaron a comprometernos de forma autentica, desde lo que somos y damos, dar nuestro magis, lo dicho nos ayudó a ver con mayor claridad nuestro que hacer en esas fronteras que ya habíamos identificado, no sólo como situaciones o espacios de contradicción con la humanidad y dignidad de las personas, sino también como espacios de encuentro, donde habita la vida de muchos hombres y mujeres que necesitan de nosotros, por ello sus palabras de “estar y sentir con los demás” se hacen vivas para hacernos ver lo fundamental de nuestra formación profesional y espiritual.

Sonia Távara, MAGIS[/column] [/columns]

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Antes de dejar el Perú para partir rumbo a Bolivia, Adolfo Nicolás visitó El Agustino, donde se reunió con representantes del sector social para hablar con ellos sobre la dimensión social de la misión de la Compañía de Jesús. Ese mismo domingo 3 de noviembre, el Padre General almorzó con los jesuitas que viven en Lima, en un ambiente de familiaridad. Por la tarde brindó su última conferencia en el Perú sobre “la colaboración en la misión” para cerrar su visita con la celebración de la Eucaristía en la Iglesia de Fátima. El hombre de la sonrisa franca, de la palabra cálida, del caminar lento y discreta mirada, se despidió del Perú invitándonos a mirar el mundo con nuevos ojos, dispuestos a ser creativos y a compartir la misión que Dios nos ha encomendado junto con los demás hombres y mujeres de buena voluntad.

[tabs] [tab title="Somos parte de la misma historia"]El Padre General y el Apostolado Social

[columns] [column size="1/2"]El paso del Padre General por El Agustino trajo consigo un tiempo para volver a sentir nuestra historia y reencontrarnos con la fe y la justicia en aquello que cotidianamente hacemos. El Padre Adolfo Nicolás nos dijo que nuestra historia y nuestro actuar eran un proceso de reflexión y acción concreta que constantemente se alimentaba del ánimo y la vocación de los que estábamos involucrados. La evidencia de esa colaboración en la misión era lo que en conjunto, laicos y religiosos, hemos construido.

En el mensaje que nos trajo hay algo que quedó resonando en muchos de nosotros: la importancia de “cuidar de los colaboradores”. Esto podría parecer muy básico, si se entendiera sólo como una relación laboral, de cumplimiento de deberes y derechos adquiridos a la firma de un contrato de trabajo o como un compromiso personal. Pero no es sólo eso, sino que va más allá.[/column] [column size="1/2"]Cuidar de los colaboradores significa cuidar de un “nosotros” del cual todos somos responsables. Somos diferentes como personas, comunidades, obras, centros, grupos y a la vez somos unidad. Estamos frente a un “nosotros” que significa ser parte de la misma historia, de una identidad común fundada en la espiritualidad ignaciana y en la opción preferencial por los pobres.

(Irene Chamilco, SEA)[/column] [/columns]

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Víctor Hugo Miranda, SJ

Coordinador Nacional de Pastoral Juvenil y Vocacional

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