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Edición Nº 60

¿Alcanzaremos la meta de hambre 0 al 2030 en cumplimiento de los ODS?
Ana María Acevedo Tovar
3 de enero, 2023

De acuerdo a las proyecciones de las organizaciones de Naciones Unidas: FAO, FIDA, PMA, UNICEF y OMS, el hambre no se erradicará para 2030. La pandemia ha evidenciado las grandes desigualdades en el acceso a los alimentos, habiendo crecido la pobreza sobre todo en los países en vías de desarrollo y debido también a la desigualdad en la recuperación económica entre los países y las pérdidas de ingresos de los más afectados por la pandemia.  Durante los últimos tres años, el número de personas que pasan hambre “se ha duplicado con creces”, declara el Secretario General de la ONU en su mensaje por el Día Mundial de la Alimentación. También, señala que hay suficientes alimentos para todos los habitantes de nuestro mundo este año.

En el último informe sobre el Estado de la Situación de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en el Mundo, se estima que en 2021 padecían hambre entre 702 y 828 millones de personas. “La cifra ha aumentado en unos 150 millones desde la irrupción de la pandemia de la COVID-19 —103 millones de personas más entre 2019 y 2020 y 46 millones de personas más en 2021”. [1] De acuerdo a encuestas aplicadas a nivel nacional por el PMA, en el Perú, al 2021 el 47.5 % de la población estaría en una situación de inseguridad alimentaria moderada, es decir, que sus alimentos no son los adecuados para una buena nutrición o que esas personas se tienen que saltar algunas de las comidas diarias, en este reporte el PMA señala que un 3.5%  de la población se encontraría en inseguridad alimentaria severa, lo que significa que las personas en esta situación pasan un día entero o más sin comer nada.

Se prevé que el próximo año 2023, aumentará el número de personas que padecen hambre, debido fundamentalmente al alza de precios internacionales de alimentos e insumos para la producción, a las disrupciones en la cadena de suministro causadas por el conflicto bélico, y a los efectos del cambio climático que vienen ocasionando la disminución en la producción de cereales debido a los efectos del cambio climático como son las sequías en China, India y Estados Unidos, avecinándose un posible escenario de escasez. Según declaraciones públicas del jefe del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, el mundo enfrenta una “emergencia global de magnitud sin precedentes”.

Alza de los precios internacionales de los alimentos

Desde la crisis financiera y alimentaria global del 2008, se evidenció la estrecha relación entre los precios internacionales de los alimentos con los factores financieros y monetarios que inciden en el comercio internacional. Productos como el trigo, el maíz, cultivos oleaginosos, carnes y lácteos son productos “commodities” en el comercio internacional, por ser productos de alto consumo; al igual que el petróleo, minerales, entre otros. Todos estos están, por tanto, sujetos a las fluctuaciones del mercado.

El índice de precios de los cereales de la FAO supuso un aumento de 17,1 % en febrero 2022 respecto al año anterior y constituyó el nivel más elevado registrado desde 1990. Las expectativas de una reducción significativa de las exportaciones de maíz de Ucrania, uno de los principales exportadores, además de los elevados costos de la energía y de los insumos, contribuyeron a un aumento intermensual del 19,1 % de los precios mundiales del maíz. La probable pérdida de exportaciones en el mar negro, sumada a la preocupación sobre la situación de los cultivos en los Estados Unidos de América, también contribuyó a que los precios mundiales del trigo subieran marcadamente en marzo de este año, disparándose en un 19,7 %. El índice de precios de los aceites vegetales subió en 23,2 % respecto de febrero del año anterior y marcó un nuevo récord, debido al aumento de los precios de los aceites de girasol, palma, soja y colza.

Según las proyecciones de FAO al 2023, las reservas de cereales disminuirán en un 5,4 %; el maíz en particular se encamina a una pronunciada contracción del 5,3 % en 2022/23 como resultado de las grandes reducciones de las existencias de maíz previstas en la Unión Europea y los Estados Unidos de América a causa de caídas de la producción, así como en China a causa del mayor uso interno de maíz como pienso. Se prevé que el comercio mundial de trigo en 2022/23 (julio/junio) registrará una caída del 1,9 % respecto del nivel récord de 2021/22  [2]

Nuestro país es altamente dependiente de insumos importados para la producción de alimentos de alto consumo en la población: importamos trigo para la producción de pan, harinas, fideos; maíz amarillo duro para la producción avícola; torta de soya para el ganado; cultivos oleaginosos para la producción de aceite domésticos; así como productos lácteos, azúcar, lentejas, entre otros. Somos un país altamente dependiente de insumos   importados para la producción de alimentos, como son los fertilizantes sintéticos, siendo nuestra seguridad alimentaria vulnerable a las fluctuaciones de estos precios internacionales.

En los últimos doce meses, el alza de precios de productos básicos como aceite, huevos, fideos y carnes han supuesto un menor consumo de alimentos variados y nutritivos.

La inflación en los precios de los alimentos y el acceso a una dieta saludable

En nuestro país, la inflación en alimentos y bebidas anualizada a marzo del 2022 fue de 9.2%. Destacan en este aumento productos como el aceite, los huevos, los fideos y la carne de pollo, cuyos precios en los últimos 12 meses han subido 58.3%, 24.1%, 21.5% y 10.5%, respectivamente. El alza de los precios de alimentos ha supuesto un menor consumo sobre todo de alimentos variados y nutritivos. Hoy, la población más vulnerable tiene menor disponibilidad y capacidad de compra de alimentos. Esta situación ha supuesto un cambio en el consumo de alimentos: se aprecia un aumento en el consumo de productos enlatados, empaquetados y no perecibles y ultra procesados, porque son menos costosos que los frescos, y son físicamente más accesibles, convirtiéndose por tanto en la principal opción para la población afectada severamente en su capacidad adquisitiva.[3]  Más de la mitad del país no puede acceder a una dieta saludable, la cual cuesta en el Perú USD 3.28 por persona al día. [4] El costo de una dieta nutritiva y saludable es mucho mayor que el costo de una dieta que contempla solo un mínimo de calorías para poder ingerir diariamente.

No es de extrañarse que nuestra triple carga de malnutrición: desnutrición infantil que asciende a 11.5%,  anemia en menores de 3 años a 38.8%, sobre peso y obesidad 37.4% en niños de 5 a 9 años se mantenga y tienda a incrementarse ligeramente en el primer semestre de este año 2022[5].

No es de extrañarse que nuestra triple carga de malnutrición: desnutrición infantil que asciende a 11.5%,  anemia en menores de 3 años a 38.8%, sobre peso y obesidad 37.4% en niños de 5 a 9 años se mantenga y tienda a incrementarse ligeramente en el primer semestre de este año 2022

Las ollas comunes han surgido como una respuesta eficaz frente a la amenaza del hambre, sobre todo en las ciudades donde precisamente se observa un mayor incremento de población en pobreza y dificultad para acceder a los alimentos. Las ollas comunes tienen como antecedentes los comedores populares que surgieron a partir de un contexto hiperinflacionario. Actualmente estas organizaciones de mujeres preparan y distribuyen al menos una ración diaria de alimentos entre los más vulnerables y requieren un presupuesto público para mejorar la dieta diaria, así como para contar con infraestructura y equipamiento, servicios de agua y saneamiento y combustible para la preparación de los alimentos.

La seguridad alimentaria amenazada por los efectos del cambio climático

Los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en su informe de 2018, afirmaron que la seguridad alimentaria se estaba viendo afectada por el aumento de las temperaturas, los cambios en los patrones de las lluvias y la mayor frecuencia en los eventos extremos, así como las prolongadas sequías o los periodos de inundación. Todo esto está disminuyendo los rendimientos de algunos cultivos, como el del maíz y el trigo.  En nuestro país, un estudio realizado en 2017 por la FAO muestra las regiones que se verán afectadas por una menor productividad de productos alimenticios, así como aquellas que tendrán una producción inusual de alimentos debido al cambio de temperatura.[6]

Transformar los sistemas alimentarios

Los organismos de Naciones Unidas están de acuerdo en que el sistema alimentario mundial ha ido “perdiendo eficiencia” con relación a su objetivo principal: suministrar alimentos nutritivos de forma sostenible. Los sistemas alimentarios actuales no han conseguido que las personas pobres puedan acceder a dietas nutritivas o permitirse afrontar su costo.

El transformar los sistemas alimentarios no es una tarea fácil y de corto plazo. Todo lo contrario, supone cambios progresivos orientados a promover la producción para la alimentación y no necesariamente para la exportación. Se trata de disminuir las grandes desigualdades existentes, con políticas económicas y sociales; desarrollar capacidades para la concertación y sinergia de esfuerzos entre los actores intervinientes en los sistemas alimentarios, así como también un mayor conocimiento de la oferta, demanda de alimentos, cultura alimentaria y las necesidades nutricionales de la población en el territorio de una región y localidad.

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[1] FAO, FIDA, OMS, PMA, UNICEF: El Estado de la seguridad alimentaria y Nutrición en el Mundo 2022
[2] Fuente: https://www.fao.org/worldfoodsituation/csdb/es/ octubre 2022
[3] Fuente:  FAO- CEPAL (2020) Sistemas alimentarios y COVID-19 en América Latina y el Caribe
[4] Fuente: https://www.fao.org/peru/noticias/detail-events/es/c/1603081/
[5] Fuente: INEI:  Encuesta Nacional de Demografía Salud 2021
[6] FAO (2017): Recomendaciones de política pública para enfrentar el cambio climático y la vulnerabilidad de la seguridad alimentaria https://www.fao.org/3/i7420s/i7420s.pdf

Verano 2022 / 2023


Ana María Acevedo Tovar

PerúSAN

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