La palabra crisis es consustancial a América Latina. A lo largo de dos siglos de historia independiente, la región ha pasado por muchas dificultades. Algunas fueron desencadenadas desde el exterior, otras autoinducidas, y la mayoría generadas en los intersticios entre lo nacional y lo internacional. Sin embargo, según la CEPAL, la crisis de 2020-2021, con motivo de la pandemia de la COVID-19, ha sido la peor en 120 años; es decir, desde que se lleva registro de estos datos. En 2020, la economía de la región se contrajo en un 6.6% (versus un 3.5% para la economía mundial), el ingreso per cápita cayó a los niveles de 2010 y los niveles de pobreza a los de 2006. Como resultado de ello, en 2021, un 33.7% de la población de la región, uno de cada tres latinoamericanos, quedó bajo la línea de pobreza.
Todo indica que la región enfrenta otra década perdida, esta vez entre 2015 y 2025, ya que el quinquenio 2015-2019 fue de lento crecimiento. Aunque la pandemia afectó a todo el mundo, hubo regiones que ganaron, como Asia Oriental, y otras que perdieron, como América Latina, con esta catástrofe humanitaria. El panorama de una región estancada, presa de la trampa del ingreso medio, que cada treinta o cuarenta años atraviesa por una "década perdida", en la que todo lo logrado en diez años se desvanece, exigiendo comenzar de nuevo, es sobrecogedor, por decir lo menos.
Tal como la anterior “década perdida”, la de los ochenta, se desató por un acontecimiento más allá de sus fronteras (el alza de las tasas de interés en los Estados Unidos, que llevó a la así llamada “crisis de la deuda”), lo mismo vale para la crisis causada por la pandemia, originada en un virus surgido en Wuhan, China. Una vez más, también, la crisis sorprendió a una América Latina fragmentada, dificultando una respuesta coordinada, que podría haber morigerado sus efectos. Lejos de algo accidental, la inserción internacional de la región es central a su desarrollo y progreso.
El NAA llama a los gobiernos latinoamericanos a no aceptar a priori las posiciones de ninguna de las grandes potencias en conflicto, sino a comportarse de acuerdo con sus propios intereses soberanos, sin ceder a las presiones diplomáticas, políticas o económicas de las grandes potencias.
Es en ese marco que surge el concepto del No Alineamiento Activo (NAA) como respuesta a la crisis. El mismo fue planteado originalmente en 2019, luego se refina y desarrolla en 2020 y 2021 como una recomendación de política para enfrentar los desafíos surgidos de la competencia por la hegemonía entre Estados Unidos y China. La expresión más visible de estos desafíos fue la agresiva campaña montada por el gobierno del presidente Donald Trump por presionar a los gobiernos latinoamericanos para cortar o al menos reducir sus lazos comerciales, financieros, tecnológicos y de inversión con China. El calificativo “activo” alude a una política exterior en constante búsqueda de oportunidades en un mundo en cambio, evaluando cada una de ellas en sus propios términos. Reconoce sus raíces históricas en el Movimiento de Países no Alineados (NOAL), pero los adapta a las realidades del siglo XXI.
El NAA llama a los gobiernos latinoamericanos a no aceptar a priori las posiciones de ninguna de las grandes potencias en conflicto, sino a comportarse de acuerdo con sus propios intereses soberanos, sin ceder a las presiones diplomáticas, políticas o económicas de las grandes potencias. Aunque el NAA se originó debido a la crisis en la región, desde sus inicios se ha referido a un ámbito espacial y temporal más amplio: su atractivo se extiende al Sur Global en su conjunto y puede aplicarse a situaciones de conflicto hegemónico en general.
Además de recuperar las honorables tradiciones del NOAL, el NAA también se inspira en la Escuela de Autonomía en las Relaciones Internacionales de América Latina, personificada por autores como Helio Jaguaribe de Brasil y Juan Carlos Puig de Argentina. Sin embargo, se basa principalmente en el reconocimiento de lo que el Banco Mundial ha denominado el "Giro de la Riqueza" desde el Atlántico Norte hacia el Asia-Pacífico, que ha tenido lugar desde principios del nuevo siglo. Según otras proyecciones, en 2050 las tres economías más grandes del mundo serán las de China, India y Estados Unidos, en ese orden. Para entonces, siete de las diez mayores economías del mundo no serán occidentales. La diplomacia del cahiers des doleances de lo que solía conocerse como el Tercer Mundo, ha sido reemplazada por la "diplomacia financiera colectiva", personificada en los nuevos bancos multilaterales de desarrollo como el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII) y el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), el así llamado "Banco de los BRICS", que han abierto nuevas perspectivas para los países de Asia, África y América Latina.
El NAA rechaza el apoyo automático a los planteamientos de una u otra potencia y se basa en mantenerse al margen de ambos bandos. Esta doctrina es distinta a la de la neutralidad, que supone no adoptar posiciones ante conflictos entre las potencias, y también se diferencia de la diplomacia de la equidistancia, que busca un difícil punto intermedio ante conflictos entre las potencias. Por lo tanto, nada obsta a que, en el ejercicio de su autonomía, los países apoyen en ciertos casos la posición de una potencia y en otros casos a la otra. De igual forma, conforme a esta doctrina, los países podrán apoyar o rechazar algunos de los planteamientos de una u otra potencia sin necesidad de asumir el conjunto de ellos. Por ejemplo, los países podrían apoyar la política comercial de China y objetar su trato a los derechos humanos, o rechazar medidas proteccionistas estadounidenses y respaldar su apoyo a la democracia.
El término "no alineamiento" es multidimensional y se refiere no solo a la dimensión militar, como lo hace la noción de alianza, sino también a las dimensiones políticas, económicas y sociales. Provee el eslabón entre la estructura del sistema internacional y los procesos de toma de decisión al nivel de las unidades del sistema. No tiene una connotación ideológica y puede ser aplicado por gobiernos de distinto signo. Exige una diplomacia calibrada y afinada para tomar decisiones informadas caso a caso ante los desafíos del entorno internacional, sin dejarse llevar por las presiones de una u otra de las grandes potencias. Constituye una guía para la acción en la búsqueda de una autonomía real, no puramente retórica. Además, es el único punto de convergencia para una posición común de América Latina ante la disputa entre China y Estados Unidos.
El término "no alineamiento" es multidimensional y se refiere no solo a la dimensión militar, como lo hace la noción de alianza, sino también a las dimensiones políticas, económicas y sociales.
Una mayor cooperación y coordinación regional potencia la efectividad del NAA, disminuyendo las posibilidades de que los países sucumban a las presiones de las grandes potencias. Lo mismo vale para la acción multilateral: el NAA asigna especial trascendencia al multilateralismo y al accionar colectivo para enfrentar los desafíos de la gobernanza global en un mundo en turbulencia. Al unir voluntades, el NAA aumenta el poder de negociación de los países involucrados y les permite participar en mejores condiciones en la reestructuración de un sistema internacional en transición.
La actual coyuntura en América Latina, en que las cinco mayores economías de la región están gobernadas por coaliciones progresistas que creen en la cooperación regional, abre posibilidades insospechadas para avanzar en la materia, pero ello no significa que esto vaya a ocurrir automáticamente. Esto dependerá en gran parte de la voluntad política de los gobiernos de turno. Y el desafío no es menor. Todas las indicaciones apuntan a que en la última década la región ha transitado de la periferia a la marginalidad internacional. Por primera vez en mucho tiempo, ningún latinoamericano dirige una agencia de la ONU. El Foro Económico Mundial cerró su capítulo en América Latina debido a la falta de interés en sus eventos.
En ese contexto, la posición asumida por Brasil en relación al conflicto en Ucrania es esperanzadora. Por una parte, el gobierno del presidente Lula se ha opuesto a entregar armas a Ucrania, pese a las peticiones de Estados Unidos y Alemania al respecto, y ha insistido en mantener su neutralidad en la guerra. Por otra parte, su iniciativa de promover una mediación en el conflicto, llegando incluso a sostener conversaciones con el presidente Zelensky al respecto, subraya precisamente el carácter "activo" de este No Alineamiento que resurge con fuerza en la América morena.
Otoño 2023
Jorge Heine
Universidad de Boston
Universidad de Boston