InstagramFacebookXLinkedIn

Edición Nº 63

Cambios socioculturales en la juventud andina quechua
Carlos Flores Lizana
19 de abril, 2024

Creo que hay varias razones para dar prioridad hoy a los jóvenes: en primer término está su alto porcentaje demográfico; luego, la importancia de su protagonismo en la vida social y política de los últimos cinco años, durante los cuales ha participado en movilizaciones motivadas por nuestra agitada vida política (muestra de ello son nuestros cinco presidentes en esos cinco años). Es bueno recordar que los jóvenes siempre han estado presentes en la historia de nuestro país como actores o como víctimas, en muchos casos.

Somos un país joven y esto es importante tenerlo seriamente en cuenta porque hay, por lo tanto, esperanza fundada de renovación positiva en muchos sentidos. No somos un país como España, Italia u otros países europeos, donde no hay jóvenes, precisamente porque no hay niños. En algunas ciudades españolas hay tasa negativa de crecimiento demográfico. Basta ver la televisión de esos países con un poco de atención para notar las edades de las personas que conducen los programas o de los actores que protagonizan las películas para notar estas diferencias.

A nivel de vocaciones en la vida religiosa y sacerdotal, en las filas de la Iglesia Católica es muchísimo más notoria la diferencia, con todas las dificultades y perspectivas que esto conlleva para las distintas congregaciones y parroquias en una visión de mediano plazo. La preocupación por el futuro de estas sociedades es real y de allí las facilidades que están dando para la migración controlada de ciudadanos provenientes de países que fueron sus colonias, en concreto las de España. El número de personas de la tercera edad es grande y no hay jóvenes que reemplacen y sostengan económicamente a los que entran en esa etapa de su vida.

El tema es importante por lo dicho como por las características especiales que tiene nuestro país en relación con la juventud. En esta perspectiva, en el Perú es claro que podemos diferenciar dos grandes bloques de jóvenes, los urbanos y los rurales. Según las proyecciones, hacia 2050, el Perú será más urbano que rural, siguiendo el patrón de desarrollo actual. La segunda diferencia es un poco más fina y podemos diferenciar jóvenes que viven en la costa, la sierra o la zona andina, y los amazónicos, nuestras tres regiones naturales, tan diferenciadas. La tercera es si pertenecen a un grupo étnico determinado, si son quechuas, aimaras, awajuns, shipibos, asháninkas, wanpis o de algunas de las más de 48 lenguas e identidades étnicas que tiene nuestro país.

Finalmente, creo que hay diferencias en jóvenes varones y mujeres, entre los que pertenecen a la Iglesia Católica u otras iglesias nacionales o las otras denominaciones provenientes de los Estados Unidos, Europa o la India. Tener una lengua distinta a la castellana marca mucho la identidad cultural como psicológica de los niños y los jóvenes. Somos un país pluricultural, multilingüe, con muchos problemas de discriminación negativa cultural y social que afectan claramente la identidad de nuestros jóvenes, tanto varones como mujeres.

Me referiré en este artículo a los jóvenes andinos quechuas del sur del Perú —donde pasé muchos años junto a las comunidades campesinas— como a los pueblos mestizos de los que forman parte.

Aunque de mala calidad y muchas veces en contra de la identidad quechua, las escuelas han llegado hasta el último rincón de los Andes; el salto cultural que se provoca entre el abuelo comunero monolingüe, agricultor o pastor, y el nieto, es muy grande. 

Para poder entender cómo son y hacia dónde van como grupo específico, me parece importante decir que ellos están sometidos o son parte de las dinámicas mayores de la sociedad a la que pertenecen. Los jóvenes pertenecen a familias campesinas o pastoras, comuneras o mestizas, de los pueblos que están afectados por la expansión de las carreteras, el comercio, las escuelas y los servicios eléctricos y comunicacionales, como la radio, la televisión y ahora el internet. Los jóvenes están sujetos y son los más interesados en conseguir toda la tecnología que los vincule a los grandes centros de la comunicación moderna. Igualmente, son parte de dinámicas sociales y culturales más grandes en términos de opciones educativas y laborales.

Los jóvenes son los mayores consumidores de celulares y cabinas de internet y, por ende, los más abiertos a los cambios y a ser parte de los consumidores de todo lo que el celular ahora ofrece. Hace ya algunos años (fines del siglo pasado) se realizaron las primeras investigaciones sobre el consumo de internet y, en específico, de pornografía en los jóvenes del sur andino (Cusco y Puno). Los resultados fueron alarmantes, ya que mostraban cómo los varones eran los que más consumían este producto, los que más horas dedicaban al internet, los que oían música y hacían contacto con otros jóvenes de su misma edad, etc. usando todos los medios masivos de comunicación. Es importante decir que los jóvenes, en general, son un recurso muy valioso e importante para las familias andinas que migran a las ciudades grandes o medianas, en el sentido que son los que ayudan a los padres y a los abuelos a aprender lo necesario para comunicarse y manejarse en la sociedad mayor y distinta a la que ingresan. Son realmente parte de lo que se llama el «capital social» de los pobres, más en países asimétricos y con problemas serios de incomunicación intercultural. Son un puente de comunicación clave para las familias y de alternativas económicas en muchos aspectos.

Los jóvenes son los más abiertos a las innovaciones sociales, sobre todo a los cambios tecnológicos, también a aprender castellano y, por supuesto, un inglés técnico básico para usar las redes y todas las aplicaciones que constantemente utilizan en la comunicación. A pesar de que Google ahora ofrece usar el internet en quechua, los quechuahablantes no lo hacen con la seguridad y libertad que deberían; una de las razones es que la mayoría de ellos solo hablan el quechua y, por tal motivo, todavía no se sienten seguros de poder comunicarse por escrito y fluidamente en su lengua materna.

Uno de los motivos más profundos de cambio entre los jóvenes me parece que viene del acceso que tienen a la educación pública. Aunque de mala calidad y muchas veces en contra de la identidad quechua, las escuelas han llegado hasta el último rincón de los Andes; el salto cultural que ello provoca es muy grande entre el abuelo comunero monolingüe, agricultor o pastor y el nieto. Soy testigo de excepción de estos cambios. Un comunero de Paroqan (Quispicanchi, Cusco) tuvo seis hijos; solo uno de ellos logró ir a la escuela y el colegio. A pesar de la resistencia y oposición de su padre, con ayuda de unos religiosos este jovencito terminó su secundaria en un colegio de provincia, ingresó a una universidad pública y terminó su carrera de agrónomo. Por pertenecer a un partido de izquierda, su hijo logró irse becado a estudiar medicina en Cuba; terminada su carrera, se especializó en pediatría y ahora es un médico muy valioso profesionalmente en la capital del departamento.

Entre el abuelo comunero monolingüe, de pantalón corto y ojotas y el nieto graduado como pediatra en Cuba, el salto es formidable. Algo parecido pasa con jóvenes mestizos, tanto varones como mujeres, que, ante la dificultad de ingresar a las universidades públicas de provincia, optan por irse a Bolivia, donde no hay examen de ingreso, y estudian carreras de gran demanda en nuestro país.

Los jóvenes andinos, en general, están abiertos a los cambios, pero mantienen su identidad andina en lo que se refiere a gustos musicales, dancísticos, gastronómicos y, por ello, mantienen algo del quechua, como lengua de sus padres y abuelos. A pesar de la discriminación que sienten en determinados ambientes urbanos y castellanos, gustan de su comida, música y baile. Por la distancia y la vivencia no tan cercana a la vida comunal, pierden ciertos valores como el respeto a los mayores, la fe andina de culto a la madre tierra y los apus, el manejo fluido del quechua, la solidaridad campesina con sus múltiples formas de expresarse, etc. Mantienen la religión popular católica, vinculada a sus raíces culturales, aunque afrontan ciertas crisis, normales en su proceso de aculturación e inculturación en la vida urbana, más laica y hasta ajena a la fe cristiana. En mis años de contacto con los jóvenes andinos, pude notar que tienen mucha fuerza de voluntad para conseguir sus metas, aunque muestran cierta debilidad emocional y moral frente a las reglas de la sociedad moderna y urbana a la que lentamente se incorporan.

La sociedad actual es una sociedad muy inestable y cambiante en todo sentido, pide de nosotros mayor atención a lo que sucede, así como constante discernimiento respecto de la manera en que debemos actuar. Dada la poca formación religiosa que suelen tener en sus hogares, los jóvenes tienden a tener una moral llamada «de la situación» o laxa, muy fácilmente sucumben ante la necesidad de dinero o éxito académico. Tenemos un país con muestras de corrupción a todo nivel y en casi todas las instituciones, lo cual facilita que los jóvenes traicionen sus valores cristianos y humanos, si los tienen. El relativismo moral y «la ética de la conveniencia» parecen imperar y esto hace que muchos jóvenes entren con relativa facilidad a las redes del narcotráfico y del consumo de drogas y a una sexualidad medio esquizofrénica y banal que separa de manera sencilla la vivencia espiritual-afectiva de lo sexual. Se les hace muy fácil pagar a docentes para que les otorguen notas aprobatorias o amenazarlos de muerte si no los aprueban. La violencia sexual contra las niñas y adolescentes, así como como los embarazos no deseados y los abortos, se van normalizado de manera alarmante. La mayor crisis no es tanto a nivel intelectual, sino a nivel afectivo-emocional.

[Los jóvenes andinos] tienen mucha fuerza de voluntad para conseguir sus metas, aunque muestran cierta debilidad emocional y moral frente a las reglas de la sociedad moderna y urbana a la que lentamente se incorporan.

Así como inicié mi artículo, quiero concluir diciendo que los jóvenes merecen mucha más atención y afecto de los que reciben. Los padres se tienen que preparar mejor para ser mejores guías de sus hijos e hijas, lo mismo se podría decir de los docentes que los atienden en las instituciones educativas de todo nivel. Otra cosa importante es estar abiertos y en constante, auténtica y comprometida comunicación con ellos; hace falta escucharlos, respetarlos y darles seguridad, en sus diversos tipos. Los jóvenes son expresión de nuestras familias y de nuestra sociedad.

Generalmente, los jóvenes no leen lo suficiente y tienen vacíos grandes en su formación ciudadana. La carencia de formación política, en el mejor sentido del término, es grande y, por eso, es urgente crear escuelas, grupos, movimientos, talleres de formación en esos aspectos de la vida, como la relación entre ética y política, por ejemplo. Los partidos políticos actuales, como las propias iglesias, incluida la católica, no crean escuela de manera efectiva entre los jóvenes.

Si queremos tener mejores personas en todos los niveles de la gestión social, tenemos que dedicarnos a formar jóvenes en lo académico, personal, ético y espiritual. Podemos decir con certeza que la esperanza de los pobres está en los jóvenes; los jóvenes son una verdadera fuerza de renovación y, ciertamente, todo este conjunto será posible de dinamizar y desarrollarse si hay una buena renovación y transmisión de lo espiritual.

Compartir en:
Carlos Flores Lizana
Carlos Flores Lizana

Antropólogo. Docente universitario y columnista en Noticias Ser.

Recomendado

© 2024, Compañía de Jesús Provincia del Perú
Contacto
Logotipo Jesuitas del Perú