La región Cusco pasa por uno de sus momentos más críticos. La combinación entre manejos deficientes y la drástica reducción presupuestal han dejado al Gobierno Regional casi en la banca rota. Esta dramática situación ha generado importantes retrasos en el cumplimiento de obras y de los propios haberes de trabajadores desde el último trimestre del año pasado, y finalmente ha conducido a una reducción drástica de personal de línea y de proyectos que dependen del gobierno regional.
En términos políticos, la inhabilitación del, hoy, ex presidente regional Jorge Acurio significó un breve pero duro episodio de crisis que ahondó la percepción de precariedad económica. El nombramiento de René Concha, vicepresidente de Acurio, como nuevo presidente regional no significó necesariamente continuidad, por el contrario, se insistió en el reordenamiento de las gerencias regionales, la solución del problema presupuestario[1], y el desarrollo de un plan a corto plazo con posible interés en las elecciones de este año. Esta situación ha removido las aguas calmas de la política electoral regional, donde hasta hace unos meses se tenía por segura una reelección de Acurio.
Pero la tensión política no solo alcanza a las autoridades regionales. Cusco, uno de los baluartes del nacionalismo (2006 y 2011) ha sentido el revés humalista con más fuerza. La apuesta nacionalista no solo se circunscribió al apoyo (más del 90% de los votos) a Ollanta Humala, sino en la elección de Acurio como parte de Gana Cusco, así como del total de congresistas (5) por la región, de los cuales solamente Verónika Mendoza ha tomado distancia del gobierno actual para formar parte de la bancada Acción Popular/Frente Amplio. El desencanto y la falta de legitimidad de estas autoridades se dejaron sentir en las últimas protestas registradas en la región.
Tras la inhabilitación del ex presidente regional, Jorge Acurio, se ha visualizado mucho más la carencia de liderazgo político y una agenda regional.
Hace unas semanas, los reflectores nacionales se concentraron por breves minutos en una paralización articulada, básicamente, alrededor de la demanda contra la postergación de la licitación de las obras del Aeropuerto Internacional de Chinchero. Tanto en las asambleas populares previas como en el desenlace de la medida de lucha, las autoridades regionales y el presidente Ollanta Humala fueron el blanco de la crítica y repudio de los sectores aglutinados en las demandas. En dos años de gobierno humalista, Cusco ha pasado del optimismo a la duda, y de la duda a la incredulidad.
El drama regional, sin embargo, es precisamente no tener una agenda regional a mediano y largo plazo; en buena parte por la virtual inexistencia de una élite política regional con la capacidad de articular los intereses diferenciados, cuando no opuestos, de las provincias más allá de la capital cusqueña. Es importante señalar lo sintomático del localismo de buena parte de la prensa política regional[2], incluso a espaldas de los problemas más importantes de provincias como Espinar o La Convención, cuyas prerrogativas se subordinan a la decisión de la capital[3]. La “dinámica regional” en relación a las tensiones centro-periferia no son muy diferentes a las dinámicas nacionales, es más podría verse como un juego de muñecas rusas.
La mediación política de este escenario debería pasar por una élite política regional, pero encontramos autoridades deslegitimadas, una constelación de personalidades políticas más que alternativas programáticas y organizaciones sociales muy fragmentadas. La elección de autoridades parece determinada por una serie de eventos (des)afortunados antes que por una carrera política. Ni qué decir de la imagen que deja tener a un ex presidente regional en la cárcel y a otro con prisión suspendida. Es cierto que dentro de esta panorámica de la última década encontramos notables excepciones, pero basta con resaltar esa última palabra. Para completar el cuadro, encontramos a las “fuerzas sociales” más concentradas en revertir los efectos del neoliberalismo que en pensar la región. Si la causa de todos los problemas es el modelo económico nacional, pensar en las alternativas regionales y reconciliar las brechas entre las lógicas de desarrollo de la capital cusqueña y el resto de la región son ejercicios de segundo orden.
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[1] El objetivo del Gobierno Regional es solucionar el problema adelantando los recursos del canon y apelando a Bonos Solidarios.
[2] La prensa local, salvo las infaltables excepciones, está más interesada en obtener réditos económicos por su estatus “fiscalizador” antes que ejercer esta característica propiamente dicha.
[3] El paro regional “contundente” se articuló en base a una prerrogativa vinculada al turismo y el desarrollo del comercio de la capital, otras iniciativas de lucha similares emprendidas por las demás provincias no tienen el mismo alcance. De hecho, la provincia de La Convención no participó en el último paro regional.
Paolo Sosa Villagarcía
Politólogo. Trabaja en el Instituto de Estudios Peruanos y la Pontificia Universidad Católica del Perú.