Se entiende por desarrollo rural a la deliberada intervención planificada en determinadas áreas con el objetivo de promover el desarrollo de las personas y de las poblaciones rurales involucradas. En el plano operativo, se trata de incrementar directamente la cantidad y calidad de los activos de la gente con el propósito de lograr -mediante capacitación, apoyo a organizaciones, asistencia técnica, contratos entre instituciones, donaciones o crédito y otros instrumentos- impactos sobre la generación de ingresos y empleos agrícolas y no agrícolas, e impactos en capacidades humanas y en empoderamiento.
En líneas generales tres estrategias han sido identificadas para observar cómo los hogares rurales combinan fuentes de ingreso para enfrentar cambios en su entorno económico, social, político o institucional. Estas son: (a) la intensificación de la actividad agropecuaria; (b) la diversificación de fuentes de ingreso con el desarrollo de actividades en áreas como los servicios, las obras públicas, el turismo, la microempresa de transformación, etc. y, (c) la migración, considerada como una estrategia para asegurar fuentes de empleo alternativas aprovechando lazos económicos y sociales entre los lugares de origen y de destino de la migración.
En los últimos años se dieron intensos debates que llevaron a adoptar criterios no agrícolas, sino rurales, para idear estrategias que tengan por objetivo las sociedades rurales, los pobres del medio rural y los medios de subsistencia rural. Asimismo, un conjunto de trabajos permitió avanzar en la definición del marco conceptual de desarrollo con enfoque territorial o desarrollo territorial rural, desplazando el enfoque de lo agrario (sectorial) hacia lo rural (territorial).
Tres ideas fuerza sustentan la nueva visión:
El Desarrollo Territorial Rural ha sido definido como un proceso simultáneo “de transformación productiva e institucional en un espacio rural determinado”. La transformación productiva tiene el propósito de articular competitiva y sustentablemente la economía del territorio a mercados dinámicos; por su parte el desarrollo institucional tiene el propósito de estimular y facilitar la interacción y la concertación de los actores locales entre sí y entre ellos y los agentes externos relevantes
En este contexto, el enfoque del “desarrollo territorial rural” (DTR) ha venido a ser el referente obligado de los renovados discursos académicos y de los organismos de cooperación internacional, postulando que las iniciativas orientadas a impulsar las transformaciones requeridas por el medio rural han de realizarse en correspondencia con las condiciones particulares de los espacios rurales en los cuales se llevan a cabo, y en base a sus actores, recursos y oportunidades. Es indispensable por lo tanto volver la atención a los esfuerzos que los actores mismos del desarrollo despliegan en el mundo rural. Avanzaremos en el desarrollo rural en la medida en que las políticas públicas se sumen a los esfuerzos de los hogares rurales, sus organizaciones y de los emprendedores de su entorno.
En el caso del Perú, el proceso de descentralización iniciado en 2003 introduce elementos orientados a propiciar dinámicas de desarrollo territorial que se inscriben en esta perspectiva. Marca en varios terrenos un cambio en la concepción, financiamiento, ejecución y control de las políticas públicas que involucra directamente los territorios sub nacionales (regionales y locales). En primer lugar, por el estímulo a la relación permanente entre los actores gubernamentales (funcionarios y autoridades y/o representantes electos), actores privados y actores sociales; y, en segundo lugar, por circunscribirse al interior de un ámbito territorial que pretende ser lo suficientemente restringido para favorecer la participación de las fuerzas sociales locales más importantes en la gestión de estas políticas.
Si bien varias identidades territoriales (la comunidad, la microcuenca, el distrito, el corredor, la provincia, la cuenca, la región, etcétera) pueden superponerse; la definición del territorio en sí misma ya no es hoy en día, objeto de controversias. El territorio, conjunto espacial de gente y de instituciones, no es un espacio físico “objetivamente existente” sino una construcción social: “un conjunto de relaciones sociales que dan origen y a la vez expresan una identidad y un sentido de propósito compartidos por múltiples agentes públicos y privados”.
Sin embargo, no existen criterios universales y reconocidos que permitan definir, a priori, qué tipo de territorio permita de garantizar mayor éxito en las acciones de desarrollo rural. Algunos privilegian los territorios políticos-administrativos subnacionales en los cuales se circunscriben los procesos de descentralización en curso. Otros, toman en cuenta factores sociales utilizando indicadores de desarrollo humano y de pobreza. Una tercera manera de abordar el problema es utilizar criterios geográficos, las cuencas hidrográficas; o económicos, los corredores por donde circulan mercancías y personas. El punto decisivo, sin embargo, es que la delimitación privilegiada corresponda a cierta identidad territorial de los actores locales.
Desde un punto de vista práctico es conveniente asimilar los territorios locales a provincias y distritos. Esto tiene la ventaja de que el espacio elegido para la gestión del desarrollo económico local coincide con la organización territorial del Estado. Los roles importantes, aunque incipientes, que están adquiriendo las municipalidades rurales en el fomento del desarrollo económico local y los cambios inducidos por la adopción de nuevas herramientas de gobierno, planificación estratégica concertada, presupuestos participativos e iniciativas municipales especificas; de beneficiarse de políticas públicas que los fortalecen, pueden ser el punto de partida de nuevas estrategias de desarrollo territorial rural.
Publicado en julio 2010
Bruno Revesz, SJ
Politólogo y director del Área de Investigación y Proyección Regional del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), cofundador del Seminario Permanente de Investigación Agraria (SEPIA), en Piura.