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Edición Nº 69

“Dilexi Te – Te he amado”: Un llamado profético que revitaliza la opción preferencial por los pobres
3 de noviembre, 2025

Equipo Editorial de Intercambio

En el corazón de la fe cristiana, el amor de Dios se manifiesta de manera privilegiada en su cercanía a los más vulnerables. Así lo proclama la primera exhortación apostólica del Papa León XIV, Dilexi Te, firmada el 4 de octubre de 2025, en la memoria de San Francisco de Asís: «Te he amado» (Ap 3,9), un eco del libro del Apocalipsis que resuena como un grito de ternura divina hacia los humildes y excluidos.

Inspirado en el legado del Papa Francisco, este documento no es un mero tratado social, sino una meditación teológica profunda que une el afecto por el Señor al amor concreto por los pobres, recordándonos que «en el “llamado a reconocerlo en los pobres y sufrientes se revela el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas”» (n. 3).

Es precisamente en esta perspectiva donde el afecto por el Señor se entrelaza inseparablemente con el de los más desposeídos. Jesús, en el Evangelio de Mateo, une estas realidades: «A los pobres los tendrán siempre con ustedes» (Mt 26,11), una promesa que dialoga con su garantía a los discípulos: «Yo estaré siempre con ustedes» (Mt 28,20). Y, en el juicio final, nos interpela con palabras que desarman cualquier distancia: «Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). No se trata de una mera beneficencia piadosa, sino de un encuentro revelador: «el contacto con quien no tiene poder ni grandeza es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia. En los pobres Él sigue teniendo algo que decirnos» (n. 5). León XIV nos invita a superar la cultura del descarte, criticando la indiferencia que ignora «el grito de los pobres» (Ex 3,7), y a reconocer en ellos no objetos de lástima, sino sujetos activos de la evangelización y la transformación social.

Este testimonio nos recuerda que el amor a los pobres no es opcional, sino el latido mismo del Evangelio.

León XIV retoma con vigor el proyecto iniciado por Francisco en documentos como Evangelii gaudium y Fratelli tutti, afirmando que la Iglesia debe ser «pobre y para los pobres», una expresión que el propio Francisco lanzó como un anhelo ardiente: «¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!» (n. 19). Sin embargo, el nuevo pontífice va más allá: no basta con atender emergencias puntuales; urge una conversión integral que cuestione «las causas estructurales de la pobreza» y promueva una solidaridad profética (n. 72). En un mundo marcado por desigualdades crecientes —donde «las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, [mientras] las de la mayoría se quedan cada vez más lejos» (n. 94), Dilexi Te plantea una agenda clara: transformar mentalidades y estructuras para que el servicio a los pobres sea el «criterio de autenticidad» de la Iglesia.

El documento desglosa esta visión en cuatro capítulos que recorren la Escritura, la tradición patrística y la doctrina social de la Iglesia. Desde la opción divina por los oprimidos —«El Espíritu del Señor está sobre mí [...] me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres» (Lc 4,18; cf. Is 61,1)— hasta el testimonio de santos como San Juan Crisóstomo, quien exclamaba: «¿Quieres honrar el Cuerpo de Cristo? No permitas que sea despreciado en sus miembros, es decir, en los pobres» (n. 30). León XIV enfatiza que los pobres no son un «problema» periférico, sino «la misma carne de Cristo», y su voz evangeliza a la comunidad eclesial: «todos nos dejemos evangelizar por los pobres».

En el trasfondo de estas páginas, resuena la huella indeleble de Francisco: su apuesta por una Iglesia que se descentra, que dialoga en los márgenes y que habla el lenguaje de la fraternidad y la ternura. Dilexi Te continúa con esta herencia; la profundiza y la proyecta al futuro, recordándonos que la opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria. Es un desafío permanente: ¿estamos dispuestos a ir más allá del confort de las palabras y a «elegir a los pobres para compartir horas, semanas o años de nuestra vida»?

Que este soplo de esperanza sea semilla para nuestra reflexión colectiva. En comunidades parroquiales, movimientos laicales y familias, reconozcamos en cada excluido —mujeres maltratadas, migrantes, enfermos— la presencia viva de Cristo, y construyamos una Iglesia que, como San Francisco, abrace la pobreza evangélica con alegría.

En última instancia, Dilexi Te nos recuerda que amar al prójimo no es un apéndice del Evangelio, sino su pulso vital: un amor que libera, que une y que anticipa el Reino. Que estas palabras nos impulsen a actuar, con la certeza de que el cuidado de los pobres es «el clamor de la tierra y los pobres como grito por justicia» (n. 103).

Señor Jesús, que te hiciste pobre por amor, ayúdanos a verte en cada hermano sufriente. Convierte nuestros corazones para que seamos Iglesia pobre y para los pobres. Amén.

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