Algunos sostienen que la era de la globalización se inició en la reunión de los G6 en París, en 1975. Fue una decisión política que impulsó la libre circulación de bienes, servicios y capitales. Si bien es cierto es un fenómeno económico, también tiene manifestaciones culturales y políticas. Podríamos criticar algunos efectos negativos de la globalización, por ejemplo, la homogenización y dominio de ciertas culturas sobre otras. Sin embargo, en ese proceso surgía lo “glocal”, es decir, la idea de articular lo global con lo local a fin de respetar y valorar la diversidad cultural. Pero tendríamos que subrayar también todo lo bueno que ha generado, y más aún en el mundo de las TICs: una mayor interrelación entre países y culturas para construir una humanidad con menos desigualdades y mayores posibilidades.
Este año se han sucedido una serie de hechos mundiales y nacionales que parecieran indicar el fin de esta era de globalización: que los principios de mayor conectividad, interrelación entre personas y países se está perdiendo. Nos podemos preguntar por los triunfos de los “NO”, de los “EXIT”, de los movimientos independentistas, de la gran tragedia humana de las migraciones forzadas. Es curioso cómo, en noviembre de 1989, el pueblo alemán celebraba la caída del muro de Berlín; y hoy, 27 años después, en Munich se quiere construir un muro para separar a los refugiados. Trump quiere construir un muro entre USA y México, un muro que simboliza sus propuestas racistas, anti-migratorias, etc., propuestas, todas ellas que separan, dividen.
Además de esos muros de cemento y púas, vivimos la construcción de muros interiores. Curiosamente, cada usuario tiene su muro en Facebook. Allí dejamos pasar a quienes queremos y, mayormente, a los que piensan y sienten igual. Es más, en ese muro los ataques directos, muchas veces sin mayor sustento y expresados de manera agresiva, se convierten en las púas que reflejan nuestros muros interiores.
En este número abordamos diversos temas que en su mayoría los analizamos desde la perspectiva de la necesidad del diálogo, de la tolerancia, de la valoración de la interculturalidad, del ejercicio democrático ciudadano que se ejerce desde un compromiso ético, del respeto a las mujeres, porque no queremos ni una menos.
Finalmente, en octubre se nombró al P. Arturo Sosa SJ como Superior General de la Compañía de Jesús. El P. Sosa, primer “papa negro” no europeo, es venezolano y gran parte de su ser jesuita lo ha vivido en el apostolado intelectual y social. Quizá por ello las palabras que pronunció en la homilía de su primera misa como Prepósito General son muy pertinentes para nuestras reflexiones, pues nos invita a la audacia de lo imposible: “Queremos también nosotros [los jesuitas], contribuir a lo que hoy parece imposible: una humanidad reconciliada en la justicia, que vive en paz en una casa común bien cuidada, donde haya sitio para todos”.
P. Carlos Silva, SJ