Joseph Moingt, jesuita francés, nos propone una vasta obra teológica contemporánea en la que destaca la reflexión sobre la relación de Dios con la humanidad. En su libro titulado Dios que viene al hombre, nos muestra el acercamiento de Dios a su pueblo. Ese mismo Dios, como titula otra de sus publicaciones, es El Hombre que venía de Dios, es decir, Jesús. En estas fiestas en que los cristianos celebramos la encarnación de un Dios que se vuelve frágil, que viene y va al encuentro del ser humano, queremos reflexionar sobre las víctimas de esta humanidad que se acerca y aleja de su condición como tal.
Recientemente hemos visto un país movilizado en la marcha Ni Una Menos. Jóvenes, mujeres, diversos colectivos han expresado su rechazo contra el maltrato y la violencia contra la mujer. Al mismo tiempo, los casos de feminicidio no parecen disminuir. Esto muestra una mayor sensibilización y rechazo contra la violencia por parte de la sociedad y, al mismo tiempo, una especie de entrampamiento que nos impide salir eficazmente de esta situación.
No bastan las marchas y leyes, hay que transformar las dinámicas estructurales perversas marcadas por el machismo, padrinazgo, clientelismo, sumisión, discriminación, pobreza y corrupción. Junto a ellas, entre los frágiles, están niños, niñas y jóvenes que son víctimas de la trata de personas, expresadas fundamentalmente en condiciones laborales de esclavitud y en la explotación sexual.
Esta “plaga aberrante de esclavitud moderna”, como la llama el Papa Francisco, está muy presente en las fronteras del país, en las zonas de minería ilegal (como Puerto Maldonado, lugar que visitará el Santo Padre), en las grandes urbes (Lima es uno de los lugares con mayor número de casos) y quizá también más cercana de lo que creemos a cada uno de nosotros. Debemos preguntarnos, ¿de dónde vienen estas víctimas?, ¿no son ya víctimas antes de caer en las redes de las mafias?, ¿no son víctimas, acaso, en el seno de su familia?, ¿no son potenciales víctimas antes de venir al mundo, al nacer en medio de estructuras de injusticia? Peor aún, cuando una persona es rescatada de la trata, ¿a dónde va?, ¿qué futuro le espera?, ¿por qué muchas de ellas regresan al lugar de donde fueron rescatadas?
Necesitamos un cambio de las estructuras perversas, lo cual exige hacer un análisis de las causas, hacer un trabajo de memoria, ver procesos y, sobre todo, buscar alternativas eficaces de solución que no solo implican leyes, sino también cambio de mentalidades y generación de condiciones de desarrollo que erradiquen este crimen contra la humanidad.
P. Carlos Miguel Silva Canessa, SJ