Estamos ad portas de un nuevo proceso electoral, donde elegiremos autoridades municipales y regionales, y tenemos la certeza de vivir en medio de un sistema corrupto, en un espacio donde la "manzana podrida" ha contagiado a todos los estratos sociales. De alguna manera nos sentimos sobrepasados e incapaces de revertir esta situación. Incluso percibimos que hemos llegado a un grado tal de saturación que, así como nuestro sentido del olfato deja de oler la podredumbre por irritación de la pituitaria, dejamos de interpelarnos por la corrupción. Sin embargo, con esa actitud nos estaríamos "yendo al garete". Por ello, es importante sobrepasar la dimensión de la mera data (miles de audios que nos saturan) y hacer un análisis de lo que sucede; es decir, informarnos. Esto implica, por una parte, saber quiénes son los candidatos y sus propuestas, no si hay un candidato conocido por el cual votar ante posibles beneficios personales a recibir.
Junto a la información, otra de las armas para vencer a la corrupción es la formación. No cabe duda que la raíz del mal está en la crisis de valores de nuestra sociedad, ¡pero esto no es solo un tema moral, sino vital! Valores como verdad, justicia, honestidad o respeto no son simples palabras moralistas, por el contrario, son los fundamentos que permiten la convivencia armónica y pacífica. Aún más, son la base para el despliegue de una sociedad. Es así que la educación cumple un rol fundamental, tanto la que se recibe en casa como en los centros educativos, y en medio de la vida cotidiana de la comunidad. Se transmite de generación en generación, principalmente a través de la puesta en práctica de los valores. Su ejercicio cotidiano permite desarrollar estas virtudes en las personas. Junto al ejemplo de padres, maestros, vecinos y autoridades, aspecto clave para este propósito, la información nos posibilita elaborar un análisis crítico como individuos y colectivos cívicos para dar razón de nuestras acciones.
Todas estas virtudes mencionadas no se aprenden de memoria como una tabla de multiplicar, se incorporan, se hacen parte inherente de nosotros en la medida que las ejercitamos y las hacemos un hábito. Ello implica renuncia, dejar de lado lo que nos es placentero o conveniente.
Como parte del proceso de información que debemos realizar, de cara a este proceso electoral, es importante hacer análisis más complejos, más amplios y de mayor proyección. Así, el tema de la descentralización no puede quedar ajeno. Una mala política de descentralización conlleva a atrasos en las regiones, a generar condiciones para malversaciones y clientelismos. La descentralización nos afecta a todos, a las provincias (donde viven más de 20 millones de peruanos) y a Lima (donde habita un tercio de la población). El atraso en las regiones es un retroceso para el país.
P. Carlos Miguel Silva Canessa, SJ