Este año, la Compañía de Jesús universal celebra los 50 años de la creación del Secretariado de Justicia Social y Ecología. Es evidente que la justicia social ha sido su misión siempre, pues está en el origen de su fundación en 1550, y se cimienta en Jesús. La razón de ser de un Secretariado es el dinamizar, promover y articular los esfuerzos en la dimensión socio-ambiental a nivel de la Compañía en el mundo. Esta celebración tiene un carácter conmemorativo, es decir, mirar con agradecimiento el camino recorrido para inspirar el servicio de hoy y proyectar la misión de justicia y reconciliación de tal modo que responda a los desafíos que presenta el mundo. Para ello recorremos la semántica, lo que está a la base del discurso (significado, sentido, interpretación, deseo y voluntad) de aquello que nos convoca y moviliza en el servicio social que la Compañía en el Perú viene realizando en estos 50 años. También reflexionamos sobre lo aprendido en este tiempo de trabajo en las fronteras socio-ambientales, entendidas no como líneas divisorias, sino como espacios de encuentro enriquecedor para ampliar panoramas y encaminar esfuerzos en la búsqueda de una sociedad más equitativa y digna.
En este marco publicamos este número, teniendo en cuenta que la justicia social implica diversas dimensiones de una sociedad; todas ellas articuladas y, por ende, exigentes de respuestas integradas desde la educación, salud, cultura, economía, política, justicia y ecología. Por ello lo hacemos desde los desafíos actuales del Perú. El primero de ellos, la corrupción. Analizar sus causas y efectos es fundamental para poder erradicar este mal enquistado en casi todos los estratos de la sociedad peruana. Otro desafío inmenso es la pobreza y la desigualdad, binomio indivisible y reflejado en los altos índices de anemia, que superan el 43% en menores de 3 años. Lo peor de todo es que, contando con los medios para cambiar esta realidad, no contamos con la voluntad política ni con la presión movida por la solidaridad desde la sociedad civil.
Una característica propia de la justicia social en nuestro siglo es la crisis ecológica, que ha tomado dimensiones enormes, llegando a un punto donde el daño que estamos causando a la Casa Común será irreversible, ya que amenaza ecosistemas y la capacidad de proporcionar bienes esenciales a la humanidad. Evidentemente los más afectados serán los que viven en situación de pobreza y vulnerabilidad, es decir, estamos frente a un problema de justicia socio-ambiental. Tres artículos de este número están dedicados a analizar el aspecto ecológico en nuestro país, y en otros lugares del mundo, desde lo más cotidiano, la basura. Sí, aquello que desechamos, que no queremos ver ni oler, nos puede ayudar a reconsiderar nuestro modo de vida marcado por el descarte, el cual nos está llevando a: ciudades con pésima calidad de aire y aumento de enfermedades cardiopulmonares que afectan a todos (pobres y ricos), descongelamiento de nevados que hunden en una mayor pobreza a los pobladores andinos y que afecta el abastecimiento de alimentos en las ciudades, contaminaciones generadas por megas industrias productoras de sequías y aguas inservibles para el consumo humano… Es decir, a este ritmo de vida ya no habrá dónde poner la basura que descartamos sin que nos afecte. O cambiamos, o los descartados seremos nosotros.
P. Carlos Miguel Silva Canessa, SJ
Invierno 2019