El proceso de descentralización se inicia en el país hace más de una década portando varias promesas, entre ellas, la de afianzar la democracia. Así, un componente central de la propuesta descentralista fue el de la participación ciudadana, bajo el supuesto que esta contribuiría a fortalecer la institucionalidad social y a promover una cultura de diálogo. Luego del tiempo transcurrido, es pertinente preguntarnos si se va concretando esta promesa.
A propósito de un estudio en el que participamos[1], tuvimos ocasión de conversar al respecto con algunos dirigentes sociales y constatamos que la participación es un término al cual acuden la mayoría de las personas entrevistadas para definir la democracia; esta es considerada, además, como un derecho, algo que particularmente destacamos de manera positiva. Sin embargo, son muy diferentes las percepciones de los dirigentes acerca de lo que significa e implica la participación ciudadana. Hay quienes la definen como el involucramiento de la población en las decisiones de gobierno, otros (que son la mayoría) conciben la participación como un mecanismo a través del cual la población tiene la oportunidad de encontrarse con sus autoridades para plantear sus demandas y obtener de ello algún beneficio inmediato.
Los y las dirigentes que entrevistamos se refieren fundamentalmente al Presupuesto Participativo, proceso frente al cual expresan un sentimiento de desencanto, principalmente por el comportamiento de las autoridades. Si bien no proponen dejar de lado esta experiencia, algunos consideran que debido a que “Los canales de intervención tanto en el gobierno regional o local, no han sido eficientes, (se debe retornar) a las “formas naturales de protestas como son las huelgas y los paros que no son ilegales, que son constitucionalmente reconocidos” y otros proponen retomar las audiencias públicas donde “la autoridad está más cerca a la gente, atendiendo directamente sus necesidades, pues para un simple ciudadano –dice la entrevistada- es imposible hablar con el presidente regional, verlo en un presupuesto participativo, por lo que hay frustración”.
Esta percepción de la participación como el encuentro “cara a cara”, con la autoridad, coincide con los eventos denominados “De Presidente a Presidente”, que se vienen promoviendo desde la presidencia regional de Cusco. En el mes de mayo se reunieron por segunda vez con el presidente más de mil representantes de comunidades campesinas, en él se informó sobre la situación de alrededor de 170 pequeños proyectos, con los que la autoridad se comprometió en el anterior encuentro, y se recibieron nuevas demandas. El evento concluyó con la entrega de mil computadoras a los presidentes comunales. Cabe señalar que unos días antes, se informaba al Consejo de Coordinación Regional (CCR) que todo el presupuesto estaba ya comprometido y que por lo tanto no sería viable el Presupuesto Participativo. Un detalle importante es que el actual presidente regional nunca participó en estos procesos durante su gestión.
¿Qué explica este comportamiento ambivalente?; una respuesta es que un auditorio amplio, en un contexto donde además existen recursos que ofertar, posiciona al gobernante, quien es la figura central y parece sintonizar mejor con lo que la población espera. Mientras que transitar por mecanismos institucionales, fortalecer representatividad, organicidad y proyecto de largo plazo, es un camino mucho más árido y otorga por lo general poco rédito político.
Ante estas dificultades se recrean, bajo nuevos términos (como el de la participación), viejas formas de gobierno, y la tentación de retornar a lo “ya conocido” es muy grande. Avizoramos, sino un comportamiento, por lo menos una tentación populista en el Gobierno Regional de Cusco. “El Populismo se presenta… copiando un modelo amplio de participación e infiltrándose dentro del juego político mediante ofrecimientos de reivindicaciones para quienes quieren ser tomados en cuenta por el Estado. El líder populista y su movimiento tratarán de subsanar estas insuficiencias… pero lo hará más en sentido de fortalecer la imagen del líder o el movimiento que en aras del sistema democrático mismo.”[2]
No podemos responder a nuestra preocupación inicial acerca de si la participación ciudadana está, efectivamente, fortaleciendo la democracia; pero nos quedamos con una advertencia: los mecanismos o las normas por si solos no hacen los cambios, estos provienen de las personas. Un cambio significativo se dará seguramente cuando más personas nos reconozcamos ante el Estado, no como demandantes de asistencia, sino como portadores de derechos.
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[1] El Estudio sobre Percepciones sobre Descentralización y Democracia se realizó en los departamentos de Ica, Ayacucho, Huancavelica y Cusco y fue promovido por la Plataforma de Descentralización y Democracia integrado por las instituciones de Diakonia, Codehica, Ser, Coincide, Sisay y Cedep Ayllu.
[2] El Populismo: Una aproximación a un problema de las democracias de todos los tiempos. Ivo Hernández y Héctor Hurtado. Sede Académica, Costa Rica. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Setiembre 2010.
Inés Fernández
Coordinación Intercentros de Investigación, Desarrollo y Educación - COINCIDE