Observar, discernir y actuar son los principios de la pedagogía ignaciana que dirigen las acciones emprendidas por la fundación Fe y Alegría de Brasil al caminar junto a los más pobres, excluidos y desplazados. El estado de Roraima, al norte de Brasil, es el epicentro de una grave crisis migratoria. Diferentes y complejas realidades se encuentran en un mismo territorio donde miles de venezolanos buscan refugio para reconstruir sus vidas. Entre ellos están niños, adolescentes y ancianos, quienes constituyen incontables experiencias de vida con una cosa en común: todos forzados a emigrar. La grave crisis económica, política y moral en nuestro país natal, Venezuela, nos obligó, tanto a criollos como indígenas, a encarar la aventura de migrar hacia un país diferente, una nueva cultura, una lengua desconocida, y un futuro incierto. Yo soy uno de estos desplazados otrora vulnerable y hoy fortalecido por el amor que Dios me dispensó, y actualmente trabajo en esta obra de la Compañía de Jesús.
Dentro de este grupo inmenso de personas desplazadas forzadamente, están presentes familias de cuatro etnias indígenas venezolanas: los Warao, que constituyen el mayor número de indígenas no brasileros dentro del territorio y que comenzaron a llegar en el año 2016; seguidos posteriormente por los Eñepa, Kariña y en menor número los Pemones (cuya realidad es un poco diferente por ser una etnia transfronteriza). Desde entonces, estos pueblos originarios de la amazonia viven fuera de su medio natural (los caños). En la mayoría de los casos, los waraos y eñepas están abrigados institucionalmente por cuenta de organizaciones internacionales que, haciendo su mejor esfuerzo, intentan garantizar sus derechos humanos básicos, la alimentación, un lugar para dormir y las condiciones mínimas de salubridad. Sin embargo, esta situación de “acogimiento de emergencia” se ha prolongado por años, lo que podría marcar significativamente la forma de vida y cultura de estos grupos. Hoy su destino es incierto, nadie sabe cuál es la solución.
Ellos tienen algo que decir. Tienen una opinión, saben lo que quieren y necesitan, pero ¿estaremos dispuestos a escucharlos? Es claro que la solución requiere de un cambio de paradigma por parte de todos nosotros.
Desde el año 2019, Fe y Alegría, junto a universidades, organizaciones de la sociedad civil, y pastorales sociales de la Iglesia católica de Boa Vista, acompaña procesos de investigación y formación que fortalecen los liderazgos y la organización comunitaria de estos grupos; amplificando de esta forma su voz tradicionalmente marginada, primero desde su país de origen y ahora en suelo extranjero. Hoy viven confinados a la realidad que el acogimiento institucional les brinda, lo que debería ser una solución temporal. Sin embargo, las posibilidades de retorno a su país de origen son casi nulas, visto que las condiciones que los motivaron a salir no han mejorado, y la interiorización (traslado de migrantes para otros estados de Brasil con condiciones más favorables) no está disponible para los pueblos indígenas.
¿Será verdaderamente que esta situación no tiene solución? ¿Seremos simples observadores mientras la cultura ancestral de estos pueblos se pierde? ¿Se les ha preguntado a ellos sobre esta posible solución? Ellos tienen algo que decir. Tienen una opinión, saben lo que quieren y necesitan, pero ¿estaremos dispuestos a escucharlos? Es claro que la solución requiere de un cambio de paradigma por parte de todos nosotros.
El proyecto pan amazónico de la Federación Internacional de Fe y Alegría desarrolla y amplía la visión de la ecología integral acompañando en Boa Vista a estos pueblos originarios desplazados en la búsqueda de autonomía. Es imposible pensar en ecología integral y justicia socio ambiental sin sensibilizarnos con estas culturas ancestrales en riesgo de desaparecer, por acción de la transculturización y la influencia del modelo de economía de mercado que rige la forma de actuar del siglo XXI. El papa Francisco lo expresa claramente en la encíclica Laudato si’: “la visión consumista del ser humano, incentivada por los mecanismos de la economía globalizada actual, tiende a homogenizar las culturas y debilitar la inmensa variedad cultural que es un tesoro de la humanidad”. La cultura de los pueblos Warao, Eñepa, Kariña y Pemón, aún lejos de sus territorios, es un tesoro invaluable y es nuestra responsabilidad no solo preservarlos para la posteridad garantizando las condiciones para la transmisión de conocimiento según su propria cosmovisión, sino también de esta forma cumplir con el principio de trascendencia generacional propuestos también en la encíclica.
Por siglos pueblos originarios como estos fueron los guardianes de la selva amazónica, extensos territorios en los cuales su estilo de vida encontró el justo equilibrio en su vínculo con el medio ambiente, cosa que para nosotros es un objetivo prácticamente imposible de alcanzar desde la cosmovisión individualista. Consideramos que las soluciones tecnológicas serán la clave para salir de la grave crisis ecológica en la que estamos, pero con esta estrategia podremos alcanzar apenas resultados modestamente aceptables. Tenemos mucho que aprender de nuestros pueblos originarios. Después de muchos años acompañando estos grupos puedo comprender el vínculo directo que ellos tienen con la tierra, el agua y su propio entorno. Solo se cuida lo que se ama, solo amamos con lo que estamos vinculados, y solo nos vinculamos con lo que conocemos, con lo que tenemos contacto diariamente. No cuidamos el medio ambiente porque no lo amamos, no lo amamos porque no tenemos un vínculo con él, y no tenemos vínculo con él porque nuestro contacto cotidiano es con el cemento, el asfalto, el vidrio. Es nuestro modelo posmoderno de vivir.
A lo largo de estos años de camino con los waraos, eñepas, kariñas y pemones, son muchos los aprendizajes que hemos podido sintetizar. Hemos comprendido que su amor por la naturaleza tiene que ver con la forma en que ellos se comprenden a sí mismos como parte de ella y no apenas como meros administradores de recursos naturales. También comprendimos que emprender acciones de ecología integral incluye la justicia socioambiental; es decir, procesos que transformen el modo de vivir de los pueblos, cambiando el individualismo por un modelo de responsabilidad colectiva más justo. Implica vivir de una forma más simple y austera, donde la valorización de los vínculos familiares y comunitarios llenan la vida del ser humano y lo aproximan a su entorno por medio de la contemplación. A generar el vínculo, a amar, por ende, a cuidar. Son innumerables los conocimientos que estos pueblos originarios nos ofrecen; sin embargo ¿queremos escucharlos? La gran propuesta es transformar nuestro modo de vida por modelos que garantizaron la existencia de estos pueblos por cientos y en algunos casos miles de años. Nuestra forma de vida individualista ha deteriorado nuestro planeta en los últimos de 100 años más de lo que en todos los siglos de existencia de la humanidad. Es momento de reconocer que estos pueblos originarios tienen la clave para que podamos superar esta crisis climática mundial, pero no es tan simple. La ecología integral requiere una conversión integral del ser humano, y estos pueblos pueden ser un modelo de referencia para nuestra transición.
Solo se cuida lo que se ama, solo amamos con lo que estamos vinculados, y solo nos vinculamos con lo que conocemos, con lo que tenemos contacto diariamente.
Las tensiones de los waraos, eñepas, kariñas y pemones no son diferente a las tensiones que viven todos nuestros pueblos originarios en nuestra querida América Latina. Son apenas diferentes caras de un mismo problema: la defensa de nuestras sociedades de un modelo de mercado basado en el hedonismo. Gracias a Dios, no todo está perdido. Comprendemos hoy que nuestra responsabilidad es cuidar de estos pueblos y de su cultura, esta actitud nos aproxima más a la solución. La encíclica Laudato si’ constituyó un gran avance: es un llamado para todos los cristianos a la conversión necesaria para aproximarnos a ese modelo de vida más simple, colaborativo, respetuoso de la naturaleza que se contenta en actos simples de servicio. Estamos a tiempo, salvar a la naturaleza pasa obligatoriamente por respetar a nuestros pueblos originarios y aprender de ellos.
Verano 2021/2022
José Alberto Romero Blanco
Fe y Alegría Brasil