Desde la época colonial existió en América Latina una acepción de “educación popular”, dirigida a las clases y sectores dominados, por parte de las clases dominantes.
La propuesta pedagógica de Paulo Freire[1], que luego será la matriz de la educación popular latinoamericana, siempre parte del sujeto (que es el educando) y del nivel sociocultural donde él se encuentra”.
En la actualidad, la educación popular expresa su posicionamiento político-social hacia la transformación global; para ello, se sirve de una propuesta metodológica y pedagógica que ayuda a los actores sociales participantes a lograr construir ciudadanía, es decir, hombres y mujeres concretos con conciencia crítica, que se organizan, demandan, luchan, reivindican y/o construyen sus propios proyectos de acuerdo a sus propias necesidades y sus propias propuestas de transformación.
Lo importante en Educación Popular es apreciar el saber del otro, el respeto, el compromiso con lo que está haciendo, trabajar por una sociedad con una perspectiva de promoción de cambios que incluyan a las personas, que les aseguren calidad de vida y, además hacer que ellos se sientan sujetos, protagonistas de esos cambios y no esperen a que los cambios lleguen a ellos.
Pienso, por ejemplo, en las situaciones donde se debe llegar a las comunidades rurales más distantes, donde las personas no consiguen siquiera escribir su propio nombre, aquí hay que experimentar la creatividad, mucha técnica para comunicarse con ellos. Creo que se deben usar diferentes metodologías de las más variadas y creativas y que esas metodologías faciliten la apropiación de contenidos. Un buen educador necesita saber llegar a una comunidad adonde las personas no saben leer y escribir, por ejemplo, consiguiendo transmitir sus contenidos de otras formas, innovadoras, con el lenguaje del cuerpo, con el lenguaje gráfico, en fin, existen varias metodologías útiles para establecer esta comunicación y, por supuesto que un educador necesita saber para comunicar.
El formador, además, debe adaptarse a las realidades, debe entender que él es un sujeto que está interactuando con el conocimiento de otro y no un sujeto que solo está transmitiendo. La educación popular, como base de su reflexión, no puede, de ninguna manera aceptar esa típica relación vertical.
La educación debe servir para que los educadores y educandos “aprendan a leer la realidad para escribir su historia”; ello supone comprender críticamente su mundo y actuar para transformarlo en función de “inéditos viables”; en torno a dicha acción y reflexión y a través del diálogo, los educandos y los educadores se constituyen en sujetos.
Los formadores deben ser muy humanos, muy comprometidos con un proyecto de sociedad diferente, porque ser educador no es solamente enseñar a otro. Ser educador es, antes que nada, aprender con el otro, y para aprender con él tengo que tener mucho afecto, y estar muy comprometido con lo que hago.
Deben tener herramientas teóricas conceptuales, metodológicas e instrumentales, sin olvidar que su función es coadyuvar, no podemos ponernos en la actitud de que la academia lo sabe todo o los formadores lo saben todo. Considero que una de las cosas fundamentales en los formadores es la certeza de que la gente sabe mucho y que éste es un proceso en el que todos aprendemos.
La EP debe retomar su papel en la generación del conocimiento y pensamiento crítico desde su especificidad pedagógica. Se le pide a la EP contribuir en la construcción de paradigmas alternativos al discurso hegemónico neoliberal, desde el campo educativo. Para ello, es importante animar la sistematización de experiencias y el diálogo creativo con otras perspectivas de pensamiento y acción critica como el género, la justicia alternativa, la democracia y el desarrollo sostenible.
Las Facultades de educación y las universidades de América latina, como centros de investigación pedagógica, formación docente y proyección socioeducativa, tienen en estos desafíos actuales de la EP, una oportunidad y responsabilidad ineludibles. Al reconocer que la educación no sólo se está presente en los contextos escolares sino en la multiplicidad de espacios sociales en los que actúa la EP, las universidades en su conjunto deben abrirse a las dinámicas y actores sociales y culturales en las que se desenvuelve la EP.
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[1] Paulo Freire (1921-1997) Considerado el artífice latinoamericano de la corriente comunicación para la educación o comunicación educativa.
Publicado en abril 2010
Lissy Canal Enríquez
Instituto de Investigación y Políticas Educativas de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.