La crisis económica mundial iniciada en el 2008 en los Estados Unidos ha afectado severamente a los países más ricos del mundo debido a la alta interconexión de sus mercados financieros. En los países en desarrollo, el efecto ha sido menos pronunciado por el momento. En estos países, la menor exposición a activos tóxicos que dañaron las economías del primer mundo y la reducida sofisticación de sus instituciones y productos financieros, los protegieron de los efectos inmediatos de la crisis financiera global. Sin embargo, esta crisis que
empezó en los mercados financieros ya se ha trasladado a la economía real y se espera que tenga efectos desproporcionados en los países más pobres. La caída de los precios internacionales de las materias primas, la contracción abrupta de las exportaciones, la reducción significativa de las remesas desde el primer mundo, la reducción de inversiones y fuga de capitales, y la restricción del crédito a empresas y gobiernos afectarán
severamente el crecimiento de las economías emergentes donde se espera un incremento de la pobreza y del
desempleo.
Ante este panorama, la comunidad financiera internacional ha actuado rápidamente en los países industrializados inyectando ingentes cantidades de dinero, reduciendo tasas de interés, rescatando entidades financieras vitales para la economía global y autorizando políticas de gasto expansivas a fin de reactivar el crédito y mantener sus economías a flote. Con el objetivo de evitar que una crisis como ésta se vuelva a repetir en un futuro cercano, los países más ricos del mundo representados en el Grupo de los 20 (G20), se reunieron a inicios de abril en Londres y se comprometieron a:
Conscientes del rol vital de los organismos internacionales en la canalización de recursos hacia los países en desarrollo, el G20 se comprometió a financiar un programa adicional de 1,1 billones de dólares de apoyo hacia estos organismos. Las medidas son las siguientes: triplicar los recursos a disposición del Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta los US$ 750.000 millones; apoyar una nueva partida de Derechos Especiales de Giro (DEG) de US$ 250.000 millones y al menos US$ 100.000 millones en préstamos adicionales por parte de los bancos multilaterales de desarrollo; garantizar US$ 250.000 millones de apoyo para la financiación del comercio; y utilizar los recursos adicionales de las ventas de oro acordadas por el FMI para la financiación concesional de los países más pobres. Se espera que estos recursos unidos a la capacidad técnica de las instituciones financieras internacionales ayuden a restaurar el crédito, el crecimiento y el empleo en la economía mundial.
Las últimas proyecciones del FMI muestran una contracción de la economía mundial del 1.3% para este año, con una caída del ingreso per cápita en países que representan el 75% de la economía global. Ante ello, a la fecha, el FMI ha comprometido recursos a través de líneas de crédito equivalentes a más de US$ 100.000 millones desde que empezó la crisis. Asimismo, su Directorio ha autorizado el uso de nuevos instrumentos financieros mucho más flexibles y con menos requerimientos burocráticos a fin de garantizar que la ayuda a los países se realice en forma oportuna.
Por su parte, el Banco Mundial (BM) aun cuando está ayudando con el rescate financiero, considera que su principal objetivo en esta crisis es el rescate humano de los millones de personas que viven en estado de pobreza. Así, las iniciativas del BM se focalizan en tres áreas prioritarias: Programas de protección social que atienden a los sectores más vulnerables, mantener las inversiones en infraestructura y apoyar a las medianas y pequeñas empresas y las microfinanzas.
Para proteger a los más pobres, el BM ha establecido el Mecanismo de financiamiento para países vulnerables, que comprende el Programa para hacer frente a la crisis mundial de los alimentos y el nuevo Fondo de respuestas sociales rápidas (con particular énfasis en África). Asimismo, ha creado el Fondo para el mejoramiento de las microfinanzas a fin de brindar ayuda a prestatarios pobres. Para mantener la creación de infraestructura y generar empleo, el BM ha establecido la Plataforma para la recuperación de infraestructura y la protección de activos y prestará hasta US$15.000 millones al año para proyectos de infraestructura.
América Latina no ha sido inmune a los efectos de la crisis. Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, ha manifestado que: “América Latina y el Caribe han alcanzado un sustancial progreso económico y social en los últimos cinco años y debemos asegurar que ello no se pierda debido a los shocks externos de la crisis global”. Entre el 2002 y el 2007 los países latinoamericanos lograron rescatar a 52 millones de personas del estado de pobreza y es de vital importancia proteger los logros de la región. Es por ello que diversos bancos multilaterales de desarrollo (Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Corporación Andina de Fomento, entre otros) han anunciado que incrementarán su apoyo a la región por medio de recursos equivalentes a US$90.000 millones durante los próximos dos años, en un esfuerzo conjunto por estimular el crecimiento económico de la región y coordinar sus iniciativas de respuesta a la crisis.
Tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias. En materia de cooperación internacional, nunca se ha registrado un nivel mayor de compromisos y recursos disponibles para reactivar la economía global y evitar catástrofes a nivel social y humano. El reto está ahora en dos áreas; por un lado, los organismos internacionales tendrán que canalizar estos recursos rápidamente a los sectores estratégicos y más necesitados; y por su parte, los países tendrán que administrar estos recursos y ejecutar los proyectos con una celeridad aún mayor a fin de aminorar los efectos perversos de la crisis.
Publicado en junio 2009
Frank Gutiérrez
Funcionario del Banco Mundial. Master of Business Administration (MBA), University of Michigan. Bachiller en Ciencias Sociales (Economía), Pontificia Universidad Católica del Perú.