La crisis… ¿afecta a todos?

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Me imagino que, para personas como los lectores de esta Revista, a la pregunta ¿nos afecta la crisis? La respuesta es a lo sumo: “quizás, pero todavía no”. La sospecha que tengo es que hay un vasto sector de la población peruana que no va a estar afectada por la crisis mundial. Y esto no es de ninguna manera una buena noticia.

Al escribir estas líneas se está anunciando para el 4 de Mayo, en Huamanga, un foro macro-regional de Ayacucho, Apurímac, y Huancavelica. La finalidad del evento es fundamentar y demandar al gobierno central una atención preferente a estas tres regiones/departamentos.

El afiche promoviendo el foro contiene unas cifras espeluznantes: Ayacucho y Apurímac aparecen como bastiones de la modernidad porque “sólo” cuentan con 65% de pobreza y 41% y 36.9% de pobreza extrema, respectivamente. En cambio, Huancavelica goza del campeonato de las cifras: 75% de pobreza y 50.8% de pobreza extrema.

La tragedia de los tres reside en una marginación de larga data, antes de los años de la violencia, agudizada durante la violencia, y desatendida en los años posteriores. La desatención tiene varias explicaciones. Una de ellas es simplemente que no cuentan con poblaciones numerosas, añadido a que hoy sufren la emigración de cantidades de sus jóvenes a la costa o al VRAE para trabajar en la producción de la coca. Al no contar con una población numerosa –aunque juntos superan más del millón y medio de personas no son de vital interés en la carrera de votos de los partidos políticos, y por eso en la atención de los gobiernos de turno.

La sensación de marginación se expresa también en la lentitud y la poca inversión en el asunto de las reparaciones de las víctimas de los años de violencia. Ayacucho especialmente, pero también Apurímac y Huancavelica, son de los más afectados. Mejor dicho, el asunto de las reparaciones no es una prioridad nacional, aunque debería ser una prioridad ética y moral. El Consejo Nacional de Reparaciones, encargado de elaborar el registro de víctimas individuales de la violencia, cuenta con un presupuesto totalmente inadecuado para la tarea que tiene en sus manos. Con el creciente número de fosas comunes que se van descubriendo, la impresión que uno puede tener –la que yo tengo- es que la cifra de casi 70,000 muertes que lanzó la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), y que fue duramente criticada por excesiva, es una cifra más bien conservadora. En una visita a Putis, (Huanta) hace unos meses, en una conversación con una persona entendida como pocas en la realidad de Ayacucho, le pregunté: “¿No crees que la cifra de la CVR puede crecer?” Su respuesta era inmediata: “Mira Francisco, yo creo que hay por lo menos 20 mil más. Es que, como aquí en Putis, hay cantidades de personas y lugares que no existen en ninguno de los registros. Son personas inexistentes, pero sí víctimas, atrapadas entre dos fuegos”. La marginación llega a tal grado que toca e incluye a la inexistencia.

Pero volvamos a la pregunta del título de esta nota. ¿La crisis mundial afecta a todos en el país? Si tomamos en cuenta las cifras que mencioné arriba, hay ingentes cantidades de personas en esta macro-región que viven en la subsistencia y autoconsumo, campesinos pobres. ¿Serán afectados por la crisis mundial? Lo dudo, porque sus relaciones con el mercado nacional son tan escasas que la crisis tiene poca o nula capacidad de afectar su estilo de vida. Son tan pobres que los vaivenes de la economía les quedan lejos. Son a lo sumo, como indica Sinesio López, “ciudadanos efectivos de tercera categoría,” es decir, sin voz propia y sin capacidad de hacerse presente en la escena nacional. Así los que no son, y probablemente no serán, afectados por la crisis constituye una tragedia nacional, y no son pocos.

Se trata de una tragedia que es producto de la acción de los hombres, y que sólo puede revertirse por la acción de los hombres.

Publicado en junio 2009


Francisco Chamberlain, SJ

Colabora en la Mesa de Concertación de Lucha Contra la Pobreza de Ayacucho y en el Centro Pastoral Loyola.

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