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Edición Nº 20

La crisis económica europea en el contexto mundial
27 de julio, 2012

Cada vez es más evidente que los análisis económicos centrados en un país concreto, o incluso un área económica definida como la zona euro, tienen grandes limitaciones. Por ejemplo, quienes hablan de las perspectivas de la economía estadounidense y citan algunos signos de consolidación de una fase expansiva, que alejaría las perspectivas de recesión, suelen añadir casi de inmediato que esa recuperación podría irse al traste si la situación europea empeorara. Pocos son también quienes dudan que un default de alguno de los países europeos que están en apuros abriría las puertas a una crisis del euro y con ello a una crisis financiera que arrastraría de nuevo a la economía mundial hacia una recesión generalizada como la del 2007-2009. De hecho, entre los astros de la “ciencia económica” no falta quien cuestiona que la recesión que comenzó en el 2007 haya realmente acabado. Así el ínclito Robert Lucas[1] —que en septiembre de 2007 dudó que se estuviera entrando en una recesión ya que la economía tenía “una gran estabilidad intrínseca”— se ha referido no hace mucho a  “la recesión de 2007-201...” dejando sin fechar el final del batacazo bautizado como Gran Recesión y que según cronologías generalmente aceptadas en EEUU habría acabado a mediados del 2009.

Los datos macroeconómicos muestran la creciente interconexión de las economías nacionales. Así, a pesar de que las tasas de desempleo de distintos países (figura 1) revelan niveles muy distintos de desocupación, resulta evidente que el desempleo aumentó considerablemente en muchos países a comienzos de los años ochenta, a comienzos de los noventa, en los años cercanos al inicio del siglo y, por supuesto, a partir del 2008. El producto bruto mundial (figura 2) creció anualmente entre 3% y 6,5% en la primera mitad de los años setenta, cayó luego a 1% en 1975, y luego a cero, concretamente 0,3%, en 1982. En 1991-1993 y en 2001-2002 hubo de nuevo descensos importantes del ritmo de crecimiento de la economía mundial. Como el desempleo aumenta fundamentalmente cuando hay una recesión, de la misma manera que disminuye cuando la economía se acelera (esto es lo que se denomina “ley de Okun”), considerando la economía mundial en su conjunto parece evidente que en las últimas décadas ese sistema económico ha pasado por recesiones más o menos irregularmente cada varios años. A la recesión de mediados de los años setenta (de la que se culpó a los jeques petroleros) siguieron las de comienzos de las décadas de 1980, 1990 y 2000 y, finalmente, la Gran Recesión que llevó a un “crecimiento” económico mundial de -2,3% en 2009, una contracción sin precedentes en el periodo de medio siglo para el que el Banco Mundial da estimaciones del producto bruto mundial. Que esta crisis es mundial y no un fenómeno regional del core de los países avanzados es evidente por el aumento del desempleo en el 2008-2009 incluso en países como Argentina y Australia (figura 1) que habrían sido probablemente de los menos afectados por ella. En Polonia, un país del que a veces se oyen alabanzas por su economía “vibrante”, en rápido crecimiento, donde la Gran Recesión no se habría notado mucho, las estimaciones de desempleo dan tasas por encima de 12% para 2009-2011, lo que supone un claro aumento frente al 9,5% del 2008.

No es infrecuente oír comentarios sobre la Gran Recesión en los que se la pone en relación con “las grandes crisis económicas del siglo XX” que habrían sido la Gran Depresión de los años treinta y la crisis de “estanflación” (estancamiento económico combinado con inflación) “de los setenta-ochenta”. Esas interpretaciones abren la puerta a la idea de que el capitalismo evoluciona según ondas largas de 40 ó 50 años. Se traza así una historia económica que obvia que la economía mundial pasó por crisis evidentes por ejemplo a comienzos de los años noventa y otra vez a fin de siglo, cuando muchas economías asiáticas sufrieron serias recesiones a las que siguió inmediatamente la debacle argentina de 2001-2002. Yendo más atrás, la idea de las ondas largas obvia también que hubo grandes depresiones que afectaron a muchos países en 1907, en 1920-1921 e incluso en el periodo 1946-1970 que, según estas versiones habría sido un periodo de auge prácticamente interrumpido. Federico Engels[2] decía en el Anti-During que entre la crisis de 1825 y la que se estaba atravesando en 1877 había habido cinco crisis, lo que viene a suponer aproximadamente una crisis por decenio. Considerando el siglo XX, no parece que el cambio de la dinámica de crisis haya sido demasiado importante. Ciertamente hubo periodos en las que las crisis fueron leves y se las bautizó como “recesiones”. Los economistas académicos incluso inventaron el término “ciclos de crecimiento” (growth cycles) que implicaría que los antiguos ciclos comerciales o industriales (business cycles, trade cycles) en los que se alternaban la prosperidad y la depresión (o la expansión y la contracción de la economía) habrían sido desplazados por una alternancia entre periodos de crecimiento más intenso y menos intenso, sin que el crecimiento se interrumpa nunca. Este concepto de “ciclos de crecimiento”, igual que “la Nueva Economía” de la que se parloteó antes de la crisis del 2001 y “la “Gran Moderación” que Ben Bernanke pregonó en sus años iniciales al frente de la Reserva Federal de EEUU no son sino variantes de la idea —en la que concuerdan la economía mayoritaria neoclásica y la minoritaria keynesiana— según la cual el capitalismo es un sistema que no tiene por qué verse abocado a sobresaltos cada pocos años. La realidad muestra sin embargo crisis que ocurren irregularmente, pero desde luego, no cada medio siglo, sino mucho más a menudo.

La coyuntura de la economía europea durante el primer trimestre del 2012 ha sido muy dudosa. Muchos datos sugieren que los problemas de deuda pública de muchos estados y de bancos con graves compromisos de solvencia difícilmente pueden hacer otra cosa que agravarse en una situación en la que el crecimiento económico escaso o incluso negativo de los países más comprometidos —Grecia, España, Italia, Francia incluso— hace que se estanquen o incluso se contraigan los flujos de ganancias empresariales (a partir de los que podría reactivarse la inversión) y los flujos de impuestos (a partir de los cuales podrían aminorarse los problemas de deuda). A largo plazo la experiencia del último siglo y medio indica claramente que ni la teoría económica ni la práctica política cuentan con instrumentos eficaces para prevenir las crisis y, por tanto, seguirá habiendo recesiones y depresiones. Por otra parte, a corto plazo la coyuntura de la zona euro y la Unión Europea en general —no es menos mala la situación en el Reino Unido que sigue manteniendo la libra esterlina— parece estar entrando de nuevo en recesión. Los meses de la segunda mitad del 2012 indicarán si esa tendencia se afirma.

Las crisis económicas que no acaban en guerras suelen resolverse por dos vías, ambas son formas de mejorar la ganancia de las inversiones (que es otra forma de decir la rentabilidad del capital): una es el aumento de la explotación del trabajo, alias, recortes salariales, que a veces son recortes de salarios reales, vía inflación; otra es la destrucción de capital sobrante, que significa quiebras de empresas, bancos, etc. Cuando ambos mecanismos funcionan durante un tiempo, la situación de crisis económica revierte y vuelve a haber un periodo de expansión, hasta que llega la crisis siguiente unos cuantos años después y se repite la historia. Los dos últimos siglos muestran esta regularidad muy claramente, las recesiones/depresiones/crisis son unas veces mayores, otras menores, pero “el ciclo” la alternancia irregular de expansión y contracción— se repite una y otra vez.

Tanto la recuperación de Islandia tras la crisis del 2008 como la de Suecia tras la recesión de 1991-1993 fueron expansiones relativamente rápidas que siguieron a crisis bancarias en las que hubo pérdidas importantes de capital. En la crisis europea actual ya ha habido pérdidas importantes del capital financiero, la reciente “quita” de la deuda griega ha reducido sustancialmente el volumen de deuda de ese país que por lo demás, muy probablemente, antes o después hará default. Por otra parte en todos los países europeos está habiendo considerables reducciones de salarios, lo que favorecerá la competitividad de esas economías y aumentará la rentabilidad del capital, estimulando las inversiones. En un momento dado que es prácticamente imposible prever, todo ello puede hacer que vuelva a haber inversión y creación de empleo, que la economía se recupere y se atenúe la crisis social, financiera y fiscal. Pero, por el momento, todo eso parece bastante difícil en lo que queda del 2012. Axel Leijonhufvud[3] ha explicado cómo los tipos de interés prácticamente a nivel cero para los fondos prestados por la reserva Federal de EEUU permiten a los bancos estadounidenses comprar bonos del tesoro que rinden varios puntos porcentuales de interés anual. Los enormes intereses que se colectan en esa operación están permitiendo a los bancos estadounidenses pagar poco a poco los aportes de capital que recibieron del Tesoro de EEUU mediante el plan TARP. Algo similar está pasando en Europa, donde los bancos compran deuda de sus Estados financiando las adquisiciones con fondos tomados a préstamo a interés casi cero del Banco Central Europeo, o del Banco de Inglaterra. Se crea así un círculo vicioso en el que bancos con serios problemas de balance debido a deudas de dudoso cobro adquieren deuda soberana de países seriamente endeudados y con escasa capacidad para recaudar impuestos. El final de esta historia todavía no se ha escrito, pero parece difícil que sea un soft landing como el que tanto ansían quienes quieren seguir viviendo de los ingresos millonarios producidos por sus inversiones, sus actividades gerenciales, o sus jugadas especulativas.

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[1] Lucas, R. E. (2011) The U.S. Recession of 2007-201? Milliman Lecture. University of Washington, May 19 (www.econ.washington.edu/news/millimansl.pdf).
[2] Engels, F. (1878). La revolución de la ciencia de Eugenio Dühring ("Anti-Dühring"). Versión al castellano de Editorial Progreso, Moscú, p. 273 (www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/index.htm)
[3] Leijonhufvud, A. (2011). Shell game: Zero-interest policies as hidden subsidies to banks. 25 January (www.voxeu.org/index.php?q=node/6049).


José A. Tapia

Investigador en el Institute for Social Research de la Universidad de Michigan, Ann Arbor, EEUU. Es coautor con Rolado Astarita de La Gran Recesión y el capitalismo del siglo XXI (Madrid, Catarata, 2011).

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