¿Tienen posibilidades de realización personal los y las jóvenes rurales? ¿Cómo se vislumbra la ruralidad peruana en el futuro? ¿Es posible el progreso en el mundo rural peruano?
A la luz de interrogantes de esta naturaleza, se hace necesario reflexionar sobre la educación secundaria rural.
Una de las apuestas que está en juego en el Perú desde hace poco más de una década es la educación Secundaria rural en Alternancia, la que puede definirse como una nueva forma de atención que altera los tiempos y espacios educativos convencionales. En esta práctica el quehacer educativo se lleva a cabo no solamente en el espacio escolar, y la organización del tiempo queda abierta a múltiples posibilidades. El hogar y la comunidad se convierten en espacios educativos. El chico y la chica en Alternancia quedan libres de los desplazamientos cotidianos, como ocurre frecuentemente en sus zonas.
Es ésta la novedad. Una parte del tiempo educativo transcurre en el local escolar, en los CRFA (Centro Rural de Formación en Alternancia) del Perú. Se trata de quince días al mes; es decir, esta es la cantidad de tiempo de “escolarización”. La práctica de la Alternancia es la negación de la práctica del internado, donde la continuidad es ilimitada. El chico y la chica del internado regresan “de visita” a su hogar cada cierto tiempo.
Hace 43 años, en la Declaración de Barbados, los antropólogos allí reunidos fueron muy duros con los internados, llamando a las iglesias a “suprimir las prácticas seculares de ruptura de la familia indígena por internamiento de los niños en orfanatos donde son imbuidos de valores opuestos a los suyos, convirtiéndolos en seres marginados incapaces de vivir tanto en la sociedad nacional como en sus propias comunidades de origen”. En la práctica de la Alternancia, el/la adolescente no va a su casa de visita, sino que se incorpora en la vida de su hogar un tiempo similar al que permanece en el local escolar.
Hoy por hoy, en muchas zonas rurales, un/una adolescente que quiera satisfacer su derecho a estudiar la Secundaria debe someterse a uno de dos sufrimientos: o tiene que desplazarse diariamente largas distancias, o debe desarraigarse de su hogar para ir a vivir a la capital de distrito o al lugar más cercano donde haya Secundaria y alojarse en la casa de un pariente, donde contará con un techo y un plato de comida, pero carecerá del cuidado y afecto de sus padres.
Está pendiente de discusión si, en la práctica de la Alternancia, el tiempo de permanencia en el local escolar y en el hogar deba ser igual. Hay zonas en la Amazonía en que las distancias de una localidad a otra son grandes. Por ejemplo, en el Río Chambita, afluente del Marañón, territorio ancestral del Pueblo Indígena Urarina, estamos pensando en una alternancia que no sea de 15 días por 15 días, sino de mayor número de días.
Parece que se está abriendo paso una manera en que las adolescentes de las localidades rurales apartadas y dispersas, principalmente indígenas, puedan satisfacer su derecho a una muy buena educación Secundaria, disminuyendo así el riesgo de que sean madres adolescentes.
El asunto de fondo es cómo se lleva a cabo la práctica de la Alternancia. Ello va a depender de dónde tienen puesta la mirada quienes la impulsan. Parece que ha quedado fuera de discusión que “NO HAY UNA PEDAGOGÍA DE LA ALTERNANCIA”. Hoy el Perú es un terreno de experiencias de educación en Alternancia y se requiere espacios adecuados para el intercambio de experiencias. Por lo tanto, no ha ayudado hasta ahora que los decisores de política hayan estado buscando desde un inicio el “modelo único de Alternancia”.
en muchas zonas rurales, un/una adolescente que quiera satisfacer su derecho a estudiar la Secundaria debe someterse a uno de dos sufrimientos: o tiene que desplazarse diariamente largas distancias, o debe desarraigarse de su hogar para ir a vivir a la capital de distrito o al lugar más cercano donde haya Secundaria y alojarse en la casa de un pariente.
En la práctica de la Alternancia desde la acción directa del Estado, en la que venimos participando, hay tres asuntos que orientan el accionar. Primero: un chico/una chica que egrese del CRFA debe haber aprendido a ser muy buena persona. Las condiciones para lograrlo son óptimas; por un lado, los 15 días continuos de hiper-convivencia permiten que cada chico y chica aprendan día a día, mes a mes, año a año, a tratar bien a los demás. Por otro lado, cada profesor o profesora acrecienta el conocimiento de las características personales y del contexto familiar de cada estudiante, en la lógica de que “para enseñar latín a John hay que saber latín, pero más importante es conocer a John”, como decía Chésterton. Esto permite una tutoría personalizada en un ambiente muy agradable, aprendiendo juntos a ser felices.
Un segundo asunto está relacionado con el trabajo académico. Si se dispone de todo el día y de varios días, ¿por qué tiene que replicarse la práctica urbana del profesor/a que corretea de un salón a otro haciendo “clases” para cumplir sus 24 (ahora 26) horas? Nuestra práctica de Alternancia desde el Estado gira en torno a la “pedagogía de la pregunta”. Los chicos y las chicas, organizados en equipos de estudio, desarrollan los “temarios” que les entrega cada profesor/a, a través de los cuales el currículo está muy amarrado a la vida, parte de la vida. El profesor/a, a su vez, atiende a los equipos de estudio cuando lo requieren. Lo que se logra es que, al terminar la Secundaria, les gusta estudiar y sabe cómo estudiar. Por eso, quienes luego continúan estudios superiores tienen buen desempeño académico.
El tercer asunto está referido a la formación para el trabajo. Aprender a producir utilizando las tecnologías existentes fruto de la investigación científica. Durante el tiempo de permanencia en el hogar, cada chico/a ayuda a sus padres en los trabajos, pero también pone en práctica con ellos los proyectos productivos que aprende en el CRFA.
Un reto muy difícil de encarar en el llano amazónico es el acompañamiento a cada chico y a cada chica por parte de sus profesores en la etapa en que están en sus hogares.
El arraigo de los egresados y egresadas de la Secundaria en su comunidad continuará siendo la gran preocupación en la práctica de la Alternancia. La propuesta educativa hacia allá está orientada, pero está pendiente el diseño y puesta en ejecución de políticas públicas que garanticen el progreso en el mundo de la ruralidad y hagan que sea atractivo para el joven y la joven permanecer en él.
José Barletti Pascuale
Maestro, historiador, investigador. LUPUNA, Coordinadora de Educación para el Desarrollo Amazónico.