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Edición Nº 38

La Emergencia en Piura, una Parábola de la Solidaridad
6 de julio, 2017

El 27 de marzo de 2017 ha quedado grabado en la memoria de los piuranos como un día de profunda tristeza. El río Piura se desbordó, algo que no había ocurrido ni siquiera en los Fenómenos del Niño de 1983 y de 1998, que tanto daño hicieron a la ciudad. Por lo cual podemos tratar de hacernos una idea de lo desastroso que ha sido para todos vivir la experiencia de que el río sobrepase la dimensión de su cauce, inunde la ciudad, destruya casas y tierras, e incluso se cobre vidas humanas. No debemos olvidar, sin embargo, que los estragos del Niño Costero preceden a la fecha del desborde del río. En unas cuantas semanas Piura quedó destruida y un tanto desamparada, con autoridades que incluso hasta el momento no terminan de ponerse de acuerdo en cómo actuar, o que no recogen siempre las necesidades primordiales de los más afectados, y cuando lo hacen no las ponen en el primer lugar de la agenda. Ya llegará el momento de hacer una larga reflexión y discusión sobre el papel cumplido por quienes nos lideran, ya sea desde el gobierno central, regional o autoridades locales. Pero ahora no quisiera centrarme en ello, sino más bien en el rol que ha cumplido la sociedad civil, de qué modo la solidaridad entre piuranos y de gente venida de fuera de Piura ha sido vital para capear el temporal y tratar de no hundirnos en la desolación.

La crisis es un tiempo de ruptura que puede convertirse en una oportunidad, en un tiempo de creatividad, Y eso es lo que hemos experimentado, que la gente de a pie, anónima, haya salido al frente para tratar de acompañar, socorrer, atender a los miles de damnificados, tratando de encontrar los modos de plantear soluciones inmediatas en medio de la dificultad. En algunos momentos se generó un vacío por la falta de liderazgo de las autoridades locales. Algunos alcaldes tuvieron que ser sacados de sus casas para que atendieran la emergencia, mientras que otros asumieron el rol que les corresponde y para el que fueron elegidos. Allí donde no estaban las autoridades apareció la sociedad civil: organizaciones no gubernamentales, algunas que ya trabajan en Piura desde hace mucho tiempo y otras que llegaron para atender la emergencia, así como diversas instituciones, destacando el rol de la Iglesia, de los diversos voluntariados que se fueron armando, los colegios de profesionales, las universidades, las congregaciones religiosas, los vecinos, el ciudadano común y silvestre a nombre propio, todos con el deseo de ayudar, de poner el hombro, la experiencia clara y palpable de la solidaridad entre hermanos.

“El Indio” es un Asentamiento Humano de Castilla, Piura; una zona de mucha necesidad ubicada en una parte baja, por lo cual, con las lluvias, se vio afectado seriamente. Una de las religiosas que trabaja en esta comunidad nos comentaba que cuando se desbordó el río, que afectó sobre todo a la población de Catacaos y el Bajo Piura, la gente más sencilla de El Indio, quienes habían visto afectadas sus casas, se habían quedado sin trabajo y no tenían garantizado el alimento del día, se puso de acuerdo, juntaron dinero de a pocos, consiguieron víveres y prepararon desayunos y almuerzos para llevar a los damnificados. Aquellos que lo habían perdido todo se dieron el tiempo y la dedicación no para llorar ni lamentarse sobre su suerte, sino para socorrer a otros que estaban en una peor situación que ellos. A ellos se les había inundado sus casas y eran inhabitables, pero fueron a ayudar a aquellos que casi mueren ahogados por el río.

En Piura, las necesitadades de uno se volvieron las necesidades de todos, entre vecinos se organizaron para apoyarse mutuamente.

Desde el mismo día del desborde del río Piura, y los días que siguieron, se percibía en la gente y en las calles no solo el shock en el que nos encontrábamos todos, sino que de inmediato surgió el deseo de ayudarnos, se impuso la solidaridad y la capacidad de ponernos en los pies del otro, de aquél que más necesidades tenía. A mí, de modo personal, me tocó ser testigo de dos situaciones difíciles el mismo día del desborde del río, ir en ayuda de familias que estaban atrapadas en sus casas sin poder salir. Y fueron muchos los que arriesgaron sus vidas avanzando en calles que habían sido cubiertas por el río para tratar de liberar a quienes no podían salir. Y luego, cuando empezaron a llegar las ayudas de fuera, bastaba con pasar la voz para descargar algún camión de ayuda, armar kits de alimentos, cargar camiones o ir a la zona de emergencia para repartir alimentos; y la gente siempre estaba dispuesta, desde los jóvenes universitarios hasta trabajadores de diversas instituciones, escolares, personas mayores, cada uno desde sus posibilidades. Es la experiencia que hemos tenido quienes formamos parte de la Plataforma de instituciones promovidas por la Compañía de Jesús en la región Piura.

Esta crisis nos deja una gran lección. No podemos creernos eso de que la emergencia ya terminó, quizás estamos en una nueva etapa, llamada de reconstrucción, pero seguimos en emergencia. Los miles de damnificados que están en campamentos y albergues, al lado de la Panamericana o los que se quedaron en el mismo Catacaos, siguen durmiendo en carpas y con muchas necesidades por satisfacer. La gente se sigue muriendo de dengue. Muchos niños no cuentan con un mobiliario adecuado para poder estudiar. Hombres y mujeres de distintas edades siguen teniendo pesadillas con el río desbordándose y llevándoselo todo. La emergencia sigue y seguirá. Nos toca asumirlo, pero también prevenir. Nos toca, más que reconstruir, construir aquello que nunca se ha hecho, un proyecto integral en Piura que no nos deje a la intemperie ante las lluvias y la crecida del río. No nos puede volver a ocurrir lo mismo. Así como hemos sabido ser solidarios ante la emergencia, debemos saber unirnos para construir una nueva ciudad, una nueva cultura, una nueva sociedad.

Hay mucho que podemos cuestionar y criticar: lo que no se hizo antes para evitar los desastres, lo que no se hizo en el momento más álgido de la crisis, lo que no se está haciendo ahora, lo que se dejará de hacer. Se podrá cuestionar a las autoridades. Se podrá cuestionar incluso el asistencialismo en el que hemos caído todos tratando de responder a una situación de emergencia. Pero lo que nos queda como saldo positivo es la solidaridad que hemos experimentado unos a otros. La preocupación y el interés por tanta gente de Piura, con el deseo de ayudar y colaborar (aunque sea en lo mínimo), las donaciones y el trabajo de las organizaciones para hacernos llegar esa ayuda. Pero sobre todo el espíritu del piurano que, pese al miedo, al dolor, a la frustración, pudo sobreponerse para ayudar, para entender que siempre hay alguien con mayor necesidad que uno mismo. Si aplicáramos esto en cada día de nuestra vida, si lo hiciéramos a gran escala, si nos juntáramos para generar vida, nuestro mundo sería otro. Si lo hemos hecho durante esta crisis, lo podemos hacer por nuestro país, por nuestro planeta.

Invierno 2017


Víctor Hugo Miranda, SJ

Coordinador de la Plataforma Apostólica de Piura y de la Pastoral Juvenil del Norte.

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