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Edición Nº 28

La espiritualidad de los pueblos originarios
7 de septiembre, 2014

A medida que avanzo en mi formación de Jesuita he descubierto -dentro de muchas- cosas lo equivocado y peligroso que a veces puede ser la forma como nos expresamos rápidamente acerca de espiritualidad. ¿Cuál es la razón? La espiritualidad es una sola.

Muchas cosas que se presentan en el mundo de hoy giran en torno a la búsqueda de lo mejor. Para lograr esto es necesario competir. Por ejemplo, si hoy se te ofrece un equipo tecnológico, mañana aparece otro mejor. Una bebida, un automóvil, una carrera, un título; todo ello es objeto de ser valorizado. Incluso la misma espiritualidad.

Sin embargo, la espiritualidad –desde mi experiencia concreta- es todo aquello que la comunidad vive y busca. Esa búsqueda es la relación afectiva con la vida diaria, temporal y trascendental que se manifiesta en todas las acciones posibles para vivir en armonía con la comunidad.

Hasta allí, es lo mínimo que debería reflejar toda espiritualidad. Entonces, ¿cuál es el componente que la espiritualidad de los pueblos indígenas u originarios nos hace recordar  y por la cual resiste? Este es el componente del territorio. El territorio para el indígena no es solo el lugar físico; es el lugar que da los alimentos, es la madre, el origen y la perpetuidad de sus vidas. Hace tiempo escuché de un dirigente indígena -ante la creciente crisis ecológica- lo siguiente: “si usted quiere cuidar el planeta, hágase indígena”. Ello como crítica a todos los que se proclaman ecologistas.

La expropiación del territorio por parte de las fuerzas económicas sin rostro, la invasión de las ideologías de consumo y los pensamientos disfrazados de bienestar individual y homogéneo están provocando una fuerte herida en su espiritualidad, en su cultura comunitaria y en el ánimo de los más jóvenes. Por ello creo firmemente, que la pérdida de la espiritualidad indígena conllevará a una catástrofe más allá de la ecológica.

¿Cuál es el componente que la espiritualidad de los pueblos indígenas u originarios nos hace recordar y por la cual resiste?, este es el componente del territorio.

Por otro lado, se dice que hay que buscar las semillas del reino en los pueblos originarios. Pues bien, ya no solo son las semillas, son los bosques enteros con raíces fuertes dispuestas a no desarraigarse. Por ello, el mundo indígena le pide a toda la Iglesia que no envíen sembradores si no van a cosechar. Allí hay infinidad de frutos junto con persecución, martirio a causa ya no del Jesús liberador sino del Jesús de la esperanza. La esperanza que da la fuerza para seguir resistiendo.

El pueblo indígena pervive, resiste ante un mundo que devalúa al prójimo y su cultura. A pesar de ello, poco impacta en su ánimo. Su relación con el creador ‘padre-madre’ es alegre, respetuosa, familiar y cordial. Para Dios se canta, se baila, se le ofrece permiso, perdón, disculpas y gracias por los bienes materiales y espirituales. Dios es el que se alegra con su pueblo alegre.

Por ello, la teología indígena es también una teología de la celebración. Es así porque el indígena es guerrero y alegre a la vez, es capaz de reír y hacer reír a los demás. Ya lo decía doña Elba –abuela mapuche- “antes nos llamaban pueblo mapuche. Ahora nos dicen Etnia. Ustedes saben por qué nos llaman etnia... ¿No saben ustedes qué es tener una etnia (sic) [hernia] en el cuerpo? Esa enfermedad que no te deja andar. Y así vamos a seguir, como una etnia [hernia] (sic)”.

Finalmente, hace poco se han conmemorado los 200 años de la restauración de la Compañía de Jesús. En muchas partes del Perú y el mundo se ha celebrado este acontecimiento y ello tampoco ha sido ajeno a nosotros: diocesanos, jesuitas, religiosas, laicos e indígenas de varios lugares de Hispanoamérica estuvimos reunidos en Sisoguici - Chihuaha (México) para el encuentro de la Red de Solidaridad Indígena de la Compañía de Jesús en América Latina. Este se realiza cada 2 años con la finalidad de reflexionar y dar a conocer nuestras preocupaciones frente a los diversos temas que atañen al mundo, al sentir y al diálogo con la espiritualidad indígena. Allí recordábamos también que una de las causas de la expulsión fue el trabajo y la opción preferencial por el mundo indígena: las reducciones del Paraguay, los avances en lingüística indígena, los descubrimientos botánicos, el arte y música indígena entre otros aportes que dejaron valientes misioneros, padres y hermanos, ¿volveremos a aquellos tiempos? Sí, pero no estaremos solos.


Daniel Chaw, SJ

Maestrillo Jesuita. Trabaja en el Colegio Fe y Alegría 55, Valentín Salegui, Colegio Internado Secundario para jóvenes de las etnias Awajun y Wampis.

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