En los tiempos que corren se oye hablar con frecuencia sobre la necesidad de que nuestro país cuente con políticas favorables al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Tal demanda es pertinente e indispensable. El país requiere que se promueva de modo organizado y razonable la creación del conocimiento en el terreno de las ciencias, tanto naturales como básicas, así como el desarrollo de las más modernas tecnologías, especialmente las informáticas y de comunicación. Es fundamental que, yendo más allá de la simple explotación primaria de recursos naturales, podamos, con inteligencia, mejorar (como ya lo han hecho otras naciones) el bienestar de todos los miembros de nuestra sociedad. Mientras nos aferremos a un modelo de crecimiento basado en las exportaciones primarias, el progreso económico no se manifestará en un crecimiento significativo de la demanda de trabajo ni en un incremento de los puestos de empleo adecuado para la población. Así pues, el desarrollo del saber científico-tecnológico resulta imperativo.[1]
Lo anterior no debe entenderse, sin embargo, como el abandono de aquellas disciplinas que en apariencia no presentan una utilidad inmediata. Lamentablemente, así lo han entendido un gran número de universidades que han dejado de lado, cuando no han eliminado, los cursos formativos relativos a las humanidades y las ciencias sociales para enseñar directamente las materias de las especialidades, así como la investigación en estas áreas.
Si bien la especialización ha traído consigo indudables beneficios para el desarrollo del conocimiento, ella ha supuesto también una tendencia a fragmentar el saber en compartimentos estancos. Y, recorriendo ese camino sin un horizonte integrador, nuestra experiencia, no solo intelectual sino en general humana, corre el riesgo de volverse unidimensional y de esa forma hacernos incapaces de capturar la pluralidad y complejidad del mundo. Mantener la enseñanza y la investigación en humanidades, ciencias sociales y políticas, contribuye a dotar a los jóvenes de una comprensión más cabal de las cosas mediante una adecuada e inteligente armonización de los saberes particulares. Contrariamente a lo que muchos piensan, esa posibilidad de reconocer la diversidad del mundo no implica abandonarse a la dispersión o formar personas que “saben poco de mucho”. Por el contrario, suscita, en quienes la experimentan, la inquietud para encontrar las ideas y los valores que vinculan, muchas veces de manera no explícita, la totalidad de lo real, invitándonos a reflexionar sobre la unidad que habita en la multiplicidad. En el terreno de la investigación, esa amplitud en la mirada es especialmente importante porque posibilita la gestación de nuevos enfoques y, por lo tanto, la realización de los nuevos descubrimientos.
Así pues, si bien la universidad tiene entre sus tareas centrales la formación de profesionales de acuerdo con las exigencias del mercado, y la generación de conocimiento inmediato y pertinente para el desarrollo de nuestra sociedad, ella no debe agotar su labor en la instrucción sobre técnicas o conocimientos específicos relativos a una determinada disciplina. Debe preocuparse también por ofrecer un panorama lo más amplio posible en el campo del saber, y orientarlo hacia un norte integrador. Debe contar en su seno con profesionales, no solo con una visión más rica e integradora, sino responsables del delicado papel que les toca cumplir en la sociedad.
Esa mirada comprehensiva, propiciada por la enseñanza de disciplinas científicas y humanísticas, no debería limitarse a los estudios universitarios formativos. Sería necesario también que se creen estudios de posgrado que, finalizado formalmente el proceso de aprendizaje, rescaten nuevamente la integridad del saber.
Asimismo, en relación a la producción de conocimiento nuevo, se requiere fomentar la transversalidad de las investigaciones. Esto se ve claramente, por ejemplo, en proyectos de investigación médica o biológica, donde para una enfermedad infecciosa crónica, como la tuberculosis, se ha descubierto (gracias a la ciencia) los métodos de diagnósticos más eficaces, y en la mayoría de los casos, la cura para esta enfermedad; pero tan necesario como esto es lograr la adherencia al tratamiento del paciente, pues de nada sirve contar con un medicamento eficaz si el paciente no interioriza y acepta la importancia de tomar su medicamento a diario, y por un periodo prolongado de tiempo. Para lograr entonces la erradicación de la enfermedad y evitar el contagio permanente a otros miembros de la comunidad, se debe contar con el apoyo de sociólogos, educadores, psicólogos y antropólogos que estudien en conjunto cómo se puede lograr ese objetivo. O tenemos el caso de las enfermedades causadas por parásitos que requieren un vector para su trasmisión, como la malaria o el dengue. De poco vale que nos empeñemos en erradicar un mosquito que solo tarda quince días en reproducirse, o que sigamos buscando (y encontrando) drogas maravillosas, sino cambiamos los hábitos de las comunidades, para lo cual un enfoque multidisciplinario es indispensable. Otra muestra de la necesidad de este tipo de abordaje para la solución de un problema lo hallamos en los proyectos donde se involucra un cambio del escenario geográfico, como por ejemplo, una mina que se instala en una comunidad alto andina. Allí también se hace indispensable el trabajo de sociólogos, antropólogos y otras disciplinas que discutan con la comunidad sobre los aspectos positivos y negativos que traerán consigo las transformaciones propuestas, además de economistas y planificadores que permitan visualizar los nuevos escenarios de desarrollo que estos cambios traerían para la comunidad. Estos aspectos multidisciplinarios son, por lo general, poco tomados en cuenta en el desarrollo de un proyecto y, por lo tanto, en su financiamiento; pero peor aún, si se trata de buscar apoyo para la investigación en el ámbito de las humanidades y ciencias sociales, prácticamente no existe financiamiento público. Son las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) o las universidades las que, con mucho esfuerzo y dedicación, consiguen fondos gracias a la generosidad, pero también a los vaivenes, de la cooperación internacional. De manera que la investigación científica en el Perú se halla profundamente relegada, pero más aún una investigación integral sobre los problemas del país, que sean la base de las decisiones políticas informadas que se tomen en los diversos ámbitos.
En términos económicos, si bien es cierto que en los últimos años el presupuesto del CONCYTEC, y de otros Fondos Públicos, como el FINCYT, y del Ministerio de la Producción, ha aumentado, seguimos a la saga en la región en cuanto a inversión estatal, y en los Institutos de Investigación públicos (con algunas honrosas excepciones), tan solo el 10% del presupuesto es destinado a investigación[2]. Una situación similar la encontramos con el uso del canon minero, del petróleo y otros, pues este casi no es aprovechado en las regiones para un avance efectivo en ciencia y tecnología[3].
El resultado de todo ello es que, en los últimos años, no ha habido un incremento significativo en la producción científica y tecnológica en nuestro país. Según el portal “The Scimago Journal & Country Rank”, que es una importante plataforma que reúne estadísticas de las investigaciones científicas mundiales, el Perú se encuentra en la cola de América, salvo algunas universidades esforzadas, que a pesar de su tamaño y recursos, logran liderazgo científico en América latina[4]. Brasil, líder en la región, concentró en 2011 un total de 49,664 publicaciones, cifra que está muy por encima de las 1116 que alcanzó nuestro país[5]. Y específicamente en relación a las ciencias no consideradas duras, en el período 2000- 2013, esto es, durante los últimos trece años, según la base de datos de SCOPUS, apenas hemos superado el millar de investigaciones con el siguiente desagregado: 145 trabajos en humanidades y 570 en ciencias sociales, mientras que el resto corresponde a temas de economía y negocios. Es cierto que estas cifras solo consideran publicaciones internacionales, pero es verdad también que son los trabajos indexados los que en definitiva cuentan para señalar la relevancia y el impacto que se puede alcanzar en materia de investigación. Ello nos lleva a pensar que hay que incentivar de manera más agresiva las publicaciones internacionales, pero también que debemos crear un registro nacional de todas las investigaciones que se hacen en nuestro país.
¿Qué debemos hacer, entonces, para mejorar esta situación? En primer lugar, lograr que la investigación se incorpore como un tema prioritario en nuestra agenda nacional, lo cual supone, desde luego, instaurar toda una política de Estado destinada a impulsar y difundir las iniciativas en este campo. Esto quiere decir que las tareas que se emprendan deberán tener una formulación precisa y realista de las metas que se busca alcanzar, y de los plazos en los que ello debe ser cumplido; de los recursos con los que se desea lograr esos fines: aquellos que ya se tienen y los que será necesario conseguir; de los actores estatales y no estatales que deberán integrarse de modo concertado en ese esfuerzo, así como de los convenios y otras formas de relación y cooperación internacional que tendrán que activarse; y, claro está, de las posibilidades que posee la actual organización administrativa, técnica y burocrática del Estado para involucrarse –es más, para liderar– eficazmente ese intento.
Una política de Estado bien concebida implica, no lo olvidemos, un equilibrio adecuado entre voluntad, recursos disponibles y estructura estatal preexistente para cumplir las metas trazadas. Es, posiblemente, pensando en esa necesaria integralidad de la política destinada a un tema tan complejo y al mismo tiempo de necesidad prioritaria, que se ha llegado a hablar de un ministerio específicamente destinado a ello. Pues más allá del marco institucional que se decida adoptar al respecto, es esencial que el Estado peruano no siga dejando esa materia a la deriva o relegada a una institución de rango menor, que por ser tal, por más esfuerzo y dedicación que le confieran sus responsables, no podrán lograr el impacto necesario.
Se hace necesario, en segundo término, lograr una concepción cabal de lo que implica hacer investigación en el mundo de hoy y de las múltiples y variadas consecuencias que ella trae consigo. Y alcanzar esa concepción cabal depende, en gran medida, de la formación sólida que puedan tener en las universidades nuestros futuros investigadores. En esa perspectiva, resultan muy importantes las ciencias humanas y sociales, no solo para hacer más factibles los estudios transversales a los que he hecho referencia, sino para darles un norte, un sentido de realidad crítico y responsable, a los trabajos que realicemos.
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[1] SÁNCHEZ T., Carlos (2003). Informe de consultoría. Capacidades de investigación científica y tecnológica en el Perú en el área temática de tecnologías de información y comunicaciones. Lima: CONCYTEC.
VILLARÁN, Fernando (2010). Emergencia de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (CTI) en el Perú. Lima: OEI. Disponible en: http://www.oei.es/salactsi/EmergenciaDeCtiEnPeru.pdf.
MONTOYA Z, Modesto (2010). Sistemas de ciencia, tecnología e innovación tecnológica y generación de patentes: caso Perú, 1990 – 2007 [Tesis doctoral]. Lima: Universidad de San Martín de Porras.
SAGASTI, Francisco R. (2011) En busca del tiempo perdido: Ciencia, tecnología e innovación en el Perú, documento de trabajo para la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Lima.
UNCTAD/CEPAL (2011). Examen de las Políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación: Perú. Naciones Unidas. Ginebra.
[2] LEMOLA T, HALME K, VILJAMAA K, OY A y PEÑA-RATINEN C. (2010) Diagnóstico del desempeño y necesidades de los Institutos Público de Investigación y Desarrollo del Perú. Informe para el FINCYT. Editado por: Marcia Varela. Advansis: Finnish Innovation and Technology Group. p.p. 102.
[3] GARFIAS DÁVILA, Marcos. (2004 – 2008) La investigación en la universidad pública regional y los fondos del canon. Lima, IEP, 2011. Documento de Trabajo, 165. Serie Educación, p.p. 90.
[4] LEÓN-VELARDE, Fabiola (2006). Políticas, Objetivos y Acciones para la investigación. Revista Tecnología y Desarrollo. No. 2. Vol. 2, p. 24-33
DÍAZ, Juan José y KURAMOTO, Juana (2010). Políticas de Innovación, Ciencia y Tecnología. Lima: Grade. Documento preparado para el Consorcio de Investigación Económica y Social – CIES, disponible en: http://www.elecciones2011.cies.org.pe
[5] SCIMAGO. Institutions Rankings (2012). “Ranking Iberoamericano SIR 2012”. Disponible en: http://www.scimagoir.com/pdf/SCImago%20Institutions%20Rankings%20IBER%20es.pdf
Fabiola León-Velarde
Rectora de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.