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Edición Nº 15

La interculturalidad y la política de Estado
31 de enero, 2011

La creación del Ministerio de Cultura tiene el gran mérito de colocar antiguos problemas del país en el escenario público. Somos un país plural, lo cual encierra un enorme potencial, pero seguimos utilizando las diferencias para marcar jerarquías. En una palabra, y reconociendo que se vienen produciendo algunos cambios alentadores en los últimos tiempos, no terminamos de zanjar cuentas con nuestra historia colonial.

Es grato, por ello, saber que el Ministerio de Cultura decidió dedicar un viceministerio al tema de la interculturalidad, pues, precisamente, quienes venimos trabajando desde años sobre este tema complejo sabemos lo importante que es para el Perú desarrollar un gran proyecto nacional que busque fomentar un diálogo sano entre los pueblos y grupos culturales que conforman el país, diálogo en el que el Estado deberá durante mucho tiempo, sin duda, dar ventajas a los menospreciados secularmente para intentar hacerlo más equitativo.

Visto así, el tema de la interculturalidad se vuelve crucial, ya no sólo para entender el Perú desde la realidad de las relaciones realmente existentes entre grupos humanos diversos que conviven y se relacionan en forma intensiva, o para hacer proyectos sectoriales focalizados en poblaciones indígenas, sino para volver a pensar la ciudadanía en general como ciudadanía intercultural, concepto que apunta a una convivencia ciudadana en la que se marca el respeto a la diferencia y a ciertos derechos particulares[1].

Desde estas premisas, presentaré algunas reflexiones iniciales que espero puedan ser tomadas en cuenta para un debate sobre el tema.

Al convertir la interculturalidad en política pública se busca colocar a los marginados e ignorados en el centro del tablero social y político. Estos se hacen así presentes en el escenario nacional y nos interpelan a todos: la interculturalidad no es un asunto de indígenas sino de todo el país. Ese fue el sentido por el que en la Ley General de Educación actual colocó la interculturalidad como uno de los principios generales de la educación para todos, cosa que sigue pendiente de materialización. Hace muchos años ya, una señora aimara muy sabia me lo aclaró: ella no quería la educación bilingüe para sus hijos porque presentía que no era buena educación, ya que era una educación para pobres. Ella, lógicamente, quería la educación de Juli o de Puno. ¡Cómo me hubiera gustado contestarle que ahí también se enseñaba la educación bilingüe!

Fuera de educación son otras las áreas donde hay avances interesantes: en salud, se ha empezado a tomar medidas importantes, en particular en relación con el parto de las mujeres andinas. En la línea ecológica, ya se ha avanzado bastante en el trabajo de desarrollo de la pequeña producción andina con recuperación o adaptación de antiguas tecnologías o introducción de algunas nuevas dentro de un ciclo agrícola acorde con la realidad social y cultural campesina. “Sierra Productiva” es una organización líder en ese camino. Pero a estas áreas no se reducen las posibilidades.

Entre las múltiples iniciativas actuales, menciono a tres, sólo por mi cercanía o compromiso con ellas: en ingeniería, el trabajo del GRUPO de apoyo al sector rural de la PUCP; en el campo del derecho el debate en torno al pluralismo jurídico, tal como se observó en el reciente Congreso de la Red Latinoamericana de Antropología Jurídica en Lima; o la incipiente idea de “interculturalizar las universidades” (Proyectos Hatun Ñan de la UNSAAC, la UNSCH y la PUCP).

Cada cual encontrará sin dificultad sus propios ejemplos debido a la explosión de actividades de encuentros culturales, anteriormente impensables, que crea un clima favorable para prestar atención a las formas diversas de vida y de expresión cultural y también – y yo diría que, sobre todo – para ir encontrando formas nuevas, arraigadas en la historia, para hacer frente a las situaciones de pobreza y encontrar nuevas pistas de desarrollo. “Mistura” y el boom de la cocina peruana, es, sin duda expresión muy emblemática del fenómeno.

Y con el tema de la cocina, llego al tema de lo más obvio cuando se habla de cultura: las artes (o también las artesanías). La promoción de danzas, música, fiestas es central. No menos importante es la política en materia de lenguas.

Por suerte la música y la danza ya han encontrado formas de desarrollarse en el mundo globalizado. Existe todo un mercado de discos y artistas que tienen buena salud. Tal vez ese sea uno de los espacios importantes de la interculturalidad en construcción. La cuestión de las lenguas es mucho menos segura. No hablemos sólo de las muchas lenguas amazónicas que están desapareciendo. Hablemos del quechua, la lengua originaria más fuerte. ¿Qué podemos hacer cuando los propios profesores de Educación Intercultural Bilingüe no hablan quechua a sus hijos? La cocina novoandina tuvo éxito cuando Gastón Acurio la empezó a difundir en un restaurant de lujo de Lima. ¿Qué costeño acaudalado puede dar un ejemplo similar? A Máximo San Román y a Eliane Karp no les ha ido demasiado bien utilizando ese recurso, pero tal vez no era el momento o las personas.

En breve, la interculturalidad nos compromete a todos. No llegaremos todos a aprender quechua o a bailar perfectamente un huaino, pero podemos intentarlo con simpatía. Estar dispuesto a aprender de los otros, esa es la actitud. Y generar, entonces, nuevas maneras de relacionarnos entre peruanos, con respecto por la diferencia e interés por todo lo que podamos construir juntos en forma democrática. Esta tarea no es sólo de un Ministerio, desde luego, pero este puede contribuir sin duda a generar nuevos espacios de debate y de conciencia. Le deseo la mejor de las suertes en ese sentido.

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[1] Para una discusión de los conceptos, véase Ansion, J. y Tubino, F. 2007. Educar en ciudadanía intercultural. Experiencias y retos en la formación de estudiantes universitarios indígenas. Lima: PUCP y Temuco: UFRO.

Publicado en enero 2011


Juan Ansión

Antropólogo. Docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú - PUCP.

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