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Edición Nº 36

La música como vehículo de transformación
23 de diciembre, 2016

En lo alto de nuestros andes se oye una conocida melodía clásica, es “Preludio” de Johann Sebastian Bach, y quien lo interpreta, sentado en un teclado, es un pianista de fama internacional. Pero, ¿qué hace este hombre en medio de las comunidades campesinas de la provincia de Quispicanchi, en Cusco?, compartir la sensibilidad por la música y el mensaje que se recibe a través de ella: todos somos iguales.

El intérprete, Juan José Chuquisengo, es un concertista peruano reconocido en importantes escenarios en más de 50 países. Desde hace cuatro años ha venido colaborando, con diversas presentaciones en Lima, Tacna y Cusco para recaudar fondos para las obras sociales jesuitas; pero su interés y su sueño fue más allá: llevar la música clásica a lugares donde no han tenido oportunidad de escucharla y que la gente, al igual que él, pueda “vibrar” con las melodías. Por ello, desde hace tres años, viene realizando una “Travesía musical por los Andes”, como se le llama a este proyecto en el que recorre las comunidades de la provincia de Quispicanchi durante una semana, interpretando y compartiendo con la población.

Bach, Beethoven, Chopin son escuchados a través de la acústica de los templos restaurados de Andahuaylillas, Ccatcca, Urcos, Ocongate Marcapata y Huaro, distritos de la provincia de Quispicanchi, a más de tres mil metros de altura. En esta región se encuentra la Ruta del Barroco Andino, circuito turístico que busca generar oportunidades de empleo e ingresos a los pobladores, así como apoyar a la labor social de los jesuitas en la zona.

En cada comunidad, en cada poblado, la imagen es la misma: rostros de hombres y mujeres se muestran embelesados, sorprendidos y curiosos por descubrir cómo surgen tan hermosas melodías del teclado, y es que la música tiene un lenguaje universal y despierta el interés de todos. Durante la presentación, y para sorpresa de los asistentes, el pianista cambia de ritmo y los campesinos reconocen su entrañable “Valicha” y lo acompañan con su canto; en otro momento, los mismos pobladores utilizan sus instrumentos musicales típicos para interpretar, junto a Chuquisengo, sus huaynos. De esta manera, se demuestra que la música no tiene fronteras, no importa del lugar que provenimos o quiénes somos, la música “nos hermana”.

Poseedores de una mayor sensibilidad, los menores descubren cómo el teclado puede ponerle melodía a cada elemento, emoción o situación de sus vidas (la tierra, el amanecer, el agua, la tempestad…)

Con los más pequeños las reacciones son más enriquecedoras. Poseedores de una mayor sensibilidad, los menores descubren cómo el teclado puede ponerle melodía a cada elemento, emoción o situación de sus vidas (la tierra, el amanecer, el agua, la tempestad…). Miran con interés las manos del artista y tratan de imitar sus rápidos movimientos. Entre sonrisas, y animados por el pianista, los niños se van acercando poco a poco y comparten con él ritmos o ensayan tonadas improvisadas.

Durante esta experiencia, no sólo los campesinos están siendo “tocados”, el artista también se siente conmovido ante las reacciones de la gente y su acogida. Abrazos, agradecimientos, serenatas de bienvenida y pedidos de pronto retorno forman parte de su recorrido por poblados y comunidades. Estos gestos le entusiasman y animan a continuar con su travesía, a pesar de la lejanía de los poblados o del difícil acceso a ellos.

Para Juan José Chuquisengo, “la música es un vehículo maravilloso y singular de transformación que permite educar y cultivar al ser humano”, y tiene razón; él mismo insiste en “darle nuevamente el rol educador que puede tener en la niñez, una experiencia humana de varios niveles”.

“Travesía musical por los Andes” nos recuerda que la música es un canalizador de sentimientos, un medio de expresión para manifestar nuestras emociones, el puente que une corazones más allá de edades, culturas o diferencias sociales. No importa si proviene del campo o de la ciudad, si es clásica o andina, o si es tocada con piano, quena o arpa, la música es una herramienta útil para el desarrollo del ser humano y sus interacciones sociales. Tal vez, si diéramos más tiempo a educarnos musicalmente, las relaciones entre unos y otros (y la percepción de lo que nos rodea) sea menos conflictiva y más enriquecedora.


Diana Tantaleán Calderón

Comunicadora Social. Editora de la revista INTERCAMBIO del Apostolado Social de la Compañía de Jesús.

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