La Promoción de la Justicia en las Universidades jesuitas

El N°116 de Promotio Iustitiae, publicación editada por el Secretariado para la Justicia Social y la Ecología (SJES) de la Compañía de Jesús, presenta el documento “La Promoción de la Justicia en las Universidades de la Compañía de Jesús” [1]. Ernesto Cavassa SJ, rector de la UARM, nos comenta el texto y la trascendencia del tema en el ámbito universitario.

¿Cuál es la importancia de publicar este texto sobre la justicia en las universidades jesuitas?

La opción de trabajar el tema de la justicia en las universidades jesuitas revela el grado de desarrollo académico que las instituciones de la Compañía de Jesús han alcanzado luego de varios años de duro debate sobre este tema. El mismo documento reconoce que no fue fácil vincular la novedosa “promoción de la justicia” al tradicional “servicio de la fe”, luego de la Congregación General 32 (CG 32) de 1975. La universidad jesuita fue uno de los espacios de mayor discusión sobre la pertinencia de esta relación. El asesinato de 6 jesuitas en la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) en 1989 -15 años después de la CG 32- selló con sangre esa vinculación. Desde entonces, la Compañía entendió que se puede servir a la fe y promover la justicia al mismo tiempo y “universitariamente”, como diría Ignacio Ellacuría, el rector de la UCA en ese momento.

El documento también coincide con la preparación de una próxima reunión de rectores de universidades de la Compañía de Jesús, a realizarse en Australia en julio de este año y, sin duda, será un insumo importante de esta reunión.

25 años después del asesinato de los jesuitas de la UCA, la Compañía recoge su legado en un texto elaborado por dos de las oficinas más significativas de la Curia General de los jesuitas en Roma: el Secretariado para la Justicia Social y la Ecología y el de Educación Superior. Este hecho, en sí mismo, ya es una novedad.

¿Qué se entiende por justicia?

La Introducción al texto desarrolla ampliamente este punto, remitiéndonos a la evolución que ha tenido este concepto desde su formulación en 1975, como elemento constitutivo de la misión jesuita. La CG 32 afirmó que “la misión de la Compañía de Jesús hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta”. Sin embargo, la Compañía no fue la primera instancia eclesial en hablar de la “justicia” como un componente constitutivo de la evangelización. Ya el Sínodo de Obispos de 1971 había centrado su atención sobre “la justicia en el mundo”. Y, en América Latina, uno de los documentos de la Conferencia de Medellín (1968), se denomina precisamente “Justicia”.

Estamos, pues, en un nuevo contexto eclesial, el de la “razón post-conciliar”. En ese contexto, el campo semántico de la palabra “justicia” incluye la opción por los pobres, el carácter estructural de la pobreza, la desigualdad en la distribución de los bienes, el abismo entre un norte superdesarrollado y un sur subdesarrollado, la emergencia de movimientos de transformación social… Todos estos temas, hasta ese momento ausentes de la reflexión eclesial o, en todo caso, como un elemento secundario y derivado, pasaron a ser una “dimensión constitutiva” de la predicación del Evangelio y de la reflexión teológica. Ese fue el “giro copernicano” al que alude el concepto. Es, pues, más que un nuevo término que se incorpora al amplio bagaje del discurso religioso. Se trata ahora de una nueva manera de entender la fe, la propia identidad y misión, el sentido de la propia vida. La “Justicia” alude a una transformación existencial,  al punto que, sin la propuesta de “justicia”, el servicio a la fe se desvanece, pierde sentido, queda vacío. Por una fe que exige justicia vale la pena entregar la vida. Así lo han entendido muchos de nuestros compañeros durante todos estos años.

Las Congregaciones posteriores fueron ayudando a asimilar mejor ese proceso y a captar la profundidad de su alcance. La CG 34 (1994-1995) incorporó el componente intercultural e interreligioso y la CG 35 (2008) habló de la justicia como reconciliación con Dios, con la creación, entre los seres humanos. Introdujo el componente ecológico y el alcance global de la lucha por la justicia. En este proceso de clarificación, las universidades jesuitas han jugado un rol importantísimo que el documento reconoce cada vez que las cita.

¿Cómo trabaja el tema “justicia – universidad” el documento?

El texto, de poco más de 50 páginas, contiene la introducción y cuatro partes: la formación del alumnado, la investigación, la proyección social y la comunidad universitaria. De ese modo abarca las principales tareas de toda universidad: docencia, investigación, incidencia, gestión.

Un segundo aspecto importante es la referencia permanente a la pedagogía ignaciana y sus cinco componentes (contexto, experiencia, reflexión, acción, evaluación), aunque con la libertad necesaria para replantear la secuencia y desarrollar más ampliamente algunos de ellos. En este mismo sentido, el documento asume como referente el “paradigma educativo Ledesma-Kolvenbach”. Éste explica los motivos de la propuesta educativa de la Compañía en esos cuatro términos, que deben entenderse articuladamente: utilitas, iustitia, humanitas, fides. Con ellos se hace referencia a la necesaria competencia profesional, el compromiso social, el horizonte de integralidad y la experiencia de trascendencia, respectivamente, a los que propende la formación jesuita.

Hay un tercer aspecto a destacar: el carácter didáctico y propositivo del documento. A la argumentación se le suman constantemente ejemplos de prácticas exitosas concretas aportadas por las universidades o por sus asociaciones a nivel mundial. La teoría refiere, permanentemente, a la experiencia y viceversa. Además, es un documento para ser trabajado en grupo. Por ello, cada sección concluye con cinco cuestiones propuestas por el comité internacional de educación superior de la Compañía.

Los rankings internacionales de rendimiento universitario manejan un concepto de “excelencia académica”. ¿Son los mismos que utiliza la Compañía de Jesús?

Este es un punto importante. El documento hace referencia a él en dos o tres momentos para indicar la distancia existente entre un concepto de excelencia que valora, por ejemplo, la responsabilidad social universitaria o el liderazgo del egresado en su colectividad o las causas que promueven desinteresadamente, y el que tiene en cuenta los rankings universitarios. En la Universidad Antonio Ruiz de Montoya tenemos un ejemplo claro: según GfK[2] (una entidad reconocida en nuestro medio) nuestro índice de empleabilidad es de 92%. Sin embargo, los rankings universitarios nunca registrarán ese dato pues solo se fijan en los que emplean las 500 empresas top. Nuestros egresados están en el área educativa, en la función pública, en las entidades del llamado ‘tercer sector’.

¿Qué tipo de ciudadanos se espera alcanzar con esta formación en las universidades jesuitas?

Hay una sección particularmente referida a la formación del alumnado, todo el documento es relevante para la consecución de lo que espera conseguir con la formación universitaria: personas conscientes, competentes, compasivas, comprometidas (las cuatro “C” que deben caracterizar a nuestros egresados). Nosotros añadimos una quinta: “creativas”. En la sociedad del conocimiento, la imaginación y la creatividad son la fuente de la innovación que permite responder a las necesidades siempre cambiantes de los contextos y de las personas y tener la visión  para generar nuevos modos de apoyarlas en su crecimiento personal y colectivo.

[1] Se puede descargar el documento completo en: www.sjweb.info/documents/sjs/pj/docs_pdf/PJ_116_ESP.pdf
[2] Compañía de Investigación de Mercados


Ernesto Cavassa, SJ

Rector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.