Hasta fines de mayo, en la región Piura, el dengue ha afectado a más de 30 mil personas y ha matado al menos a treinta. En menos de cinco meses hemos superado, con creces, los casos y muertes ocurridos en el 2015, año en que el dengue azotó con mayor fuerza a nuestra población desde el rebrote de esta enfermedad en 1999. Cerca del 85% de los casos están concentrados en ocho distritos: Piura, Castilla, Sullana, 26 de Octubre, Tambogrande, Pariñas, Bellavista y Catacaos. El 85% corresponden a dengue sin signos de alarma, menos del 15% a dengue con signos de alarma, y alrededor del 0.3% a dengue grave. Cerca de la mitad de las defunciones están en el distrito de Piura. Casi el 66% de los casos corresponden a mujeres. Del total de afectados, en lo que va del año, más de 500 han sido el propio personal de salud, entre asistenciales y administrativos.
De otro lado, los casos notificados de chikungunya han superado los 600. Más del 90% de los casos están en cinco distritos: Los Órganos, Máncora, Tambogrande, Sullana y Piura. Y hemos tenido, además, tres casos en el distrito de Tambogrande, de dengue y chikungunya simultáneamente.
Con relación al zika se han superado los 30 casos, todos considerados sospechosos. Y al momento de escribir este artículo, se confirmó el primer caso autóctono de zika en el distrito de Piura, Los casos de leptospirosis, enfermedad causada por agua contaminada por la orina de roedores, bordean los 400.
El dengue se diagnóstica básicamente por los síntomas y signos, y puede complicarse cuando pasa el periodo febril, es decir, cuando la fiebre baja es cuando se puede agravar. Las personas no tienen muy claro esto pues estiman que la fiebre implica gravedad.
La mayoría de pacientes, diagnosticados con dengue sin signos de alarma y que debían recibir tratamiento en sus casas, se debían tratar solo con Paracetamol y rehidratación oral. Pero parte de las redes sociales difundieron noticias, completamente impropias, sobre los efectos negativos del Paracetamol en el hígado, causando rechazo en parte de los pacientes; a esto se sumó que la rehidratación en casa no se cumplía a cabalidad en parte de los enfermos, por lo que los casos se complicaban. A raíz de esto, los establecimientos de salud y los hospitales se congestionaron de casos de dengue con signos de alarma, y se tuvieron que implementar ambientes y camas extras, camillas en los pasillos e incluso sillas, donde los pacientes eran rehidratados vía endovenosa. Esto provocó la afluencia masiva a los establecimientos de salud, superando la capacidad del primer nivel de atención, llevándolos al borde del colapso.
Esto ha mostrado las antiguas deficiencias que tenemos en el sector: la capacidad instalada para la atención, la baja disponibilidad de profesionales de la salud por habitantes (en Piura es de 12 por cada 10 mil habitantes, cuando el indicador mínimo es de 25), la insuficiencia de camas hospitalarias (que supera las mil) que ha tratado de aliviarse con un hospital de campaña que depende directamente del Ministerio de Salud (MINSA) y no del hospital Santa Rosa (al que pretende apoyar), la pobre capacidad de abastecimiento de medicamentos, reactivos e insumos, entre otras más.
Se suma al panorama el pobre apoyo de los funcionarios, desde la ministra de salud que instaba a la población a exigir atención gratuita, posición que fue imitada por los funcionarios de la Dirección Regional de Salud (DIRESA) Piura. Todo esto provocó posiciones airadas, agresivas y amenazantes de los pacientes, que se enfrentaban abiertamente al personal de salud, el cual estaba limitado en su capacidad para resolver los problemas por la falta de personal, así como de medicamentos, insumos y reactivos de laboratorio, que se agotaban.
La indignación creció aún más cuando la ministra afirmó que en Piura “se está creando un psicosocial”; que, si bien había casos en la región, estos también ocurren en Tumbes, Lambayeque y La Libertad. Afirmación que trajo disculpas muy tardías, luego que el Colegio Médico y la Federación Médica de Piura mostraran su tajante rechazo a tal declaración. Se sumó también las declaraciones de funcionarios de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalando que en Piura se estaba viviendo realmente una epidemia de dengue.
El gobierno central emitió el Decreto de Urgencia N° 006-2017, que garantizaba la gratuidad de la atención en las zonas afectadas por el Niño Costero y permitió el libre acceso de la población a los establecimientos de salud. Lastimosamente, esto no se acompañó del reforzamiento presupuestal necesario para pago de personal contratado por los propios establecimientos, compra de medicamentos e insumos, así como el pago de sus servicios básicos y pagos operativos diversos. Gastos pendientes hasta la fecha, a la espera del reembolso que debe realizar el MINSA, lo que ha complicado la marcha operativa de los establecimientos en su quehacer diario.
Está claro que no se determinó la dimensión real de los diversos problemas de salud que se iban a tener en la región luego del desastre natural, y que sobrepasó la poca capacidad de previsión y gestión local. Las autoridades del MINSA, el Gobierno Regional y la DIRESA de Piura no estimaron, ni de cerca, lo que iba a suceder y, por lo tanto, no programaron ni solicitaron lo indispensable para afrontar la sobredemanda de los servicios de salud, el crecimiento explosivo de las enfermedades transmitidas por el mosquito Aedes aegypti (especialmente el dengue), el incremento de leptospirosis, infecciones respiratorias y enfermedades diarreicas agudas, trastornos de la piel, entre otras; amén de la presencia contaminante de polvo tóxico, nacido de las pistas destruidas, lodo y afloramiento de desagües, que según estudios de la Universidad de Piura tiene una concentración tres veces mayor que la habitual.
La fumigación se implementó tardíamente y su efecto aún está por verse, aunque el descenso de la temperatura ambiental, como en casi todos los brotes que hemos tenido a lo largo de estos años, aporta de manera importante en la disminución del Aedes aegypti.
Obviamente, la situación requiere de liderazgo claro, ágil y oportuno, desde el mismo gobierno regional, considerando que estos problemas han superado la capacidad del sector salud y que, según sus autoridades, requiere de un manejo presupuestal de no menos de 10 millones de soles anuales, que permitan potenciar la capacidad de respuesta de los servicios y personal de salud, el abastecimiento de medicamentos, insumos y reactivos, el control del Aedes aegypti en larva y adulto, así como la promoción de la organización y la educación comunitaria para evitar que los hogares sigan siendo criaderos del zancudo transmisor de este mal.
Está claro que no se determinó la dimensión real de los diversos problemas de salud que se iban a tener en la región luego del desastre natural, y que sobrepasó la poca capacidad de previsión y gestión local.
La articulación de acciones para el control de los males sanitarios que afecta a Piura necesita la coordinación y acción concreta del MINSA, del Gobierno Regional de Piura (a través de la Gerencia de Desarrollo Social), las municipalidades provinciales y distritales, la DIRESA de Piura y la población de todos los distritos afectados, priorizando los ochos más comprometidos. Pero ello requiere un diagnóstico real de los problemas de salud que afectan a Piura, que las cifras sean reales en casos como el de fallecimientos y que prime el direccionamiento técnico en lugar de la orientación política, que no se “maquille” la realidad de manera alguna. Ello permite conocer qué estrategias deben hacerse en el corto y mediano plazo, y vislumbrar lo que se hará en el largo plazo; además de poder estructurar el presupuesto efectivo y urgente, antes de que cualquiera de los males que rondan a nuestra región, se conviertan lamentablemente en una epidemia.
Existe un dicho en salud: todo aumento inusual de casos (un brote) es un fracaso de la vigilancia epidemiológica, porque no se pudo detectar a tiempo y mucho menos controlarlo; más aún, una epidemia de las magnitudes que hemos enfrentado es un enorme fracaso no solo para el sector salud de la región, sino de sus autoridades municipales y regionales. Y peor aún si es que tomamos en cuenta que los dos años más letales en la lucha contra este tipo de enfermedades han sido el 2015 y este año, ambos bajo el gobierno de la gestión actual, tanto regional como municipal.
En medio de la epidemia, aparecieron instituciones con la vacuna contra el dengue, que comercializa Sanofi Pasteur[1] desde noviembre de 2016 en nuestro país, a un costo mayor de 300 soles por dosis; siendo tres el número total de dosis, cada una de ellas con un intervalo de 6 meses. Se supone que la efectividad oscila entre 60-70% al cumplimiento de las tres dosis, y se aplica a la población entre 9 a 45 años. Esta vacuna está bastante fuera del alcance de la población; sin embargo, hay países en la región de las Américas que la han incorporado dentro de sus estrategias de gestión y control del dengue. ¿Podrá nuestro país hacer el esfuerzo por proteger a su población? La enorme cantidad de casos y la muerte de una treintena de piuranos parecen reclamarlo.
Necesitamos, de modo urgente y con miras al mediano y largo plazo, un ejército de educadores sanitarios, que casa por casa (en intervenciones periódicas y consecutivas) enseñen a los integrantes de cada una de las familias a identificar y eliminar los criaderos que podrían tener de Aedes aegypti, que controle el polvo contaminante en su vivienda y alrededor de ella.
Enfrentarnos a este vector de manera más efectiva implica una acción más decidida, no solo desde el gobierno regional, el sector salud y sectores afines como educación, sino, y sobre todo, desde cada uno de los hogares, que es donde habita el mosquito, al que se puede eliminar si es que tomamos conciencia plena de que eliminando los criaderos del zancudo se puede ganar la batalla contra el dengue, chikungunya y zika.
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[1] Compañía farmacéutica.
Invierno 2017
Julio César Barrena Dioses
Médico (CMP 29152). Consultor y Capacitador en Salud Integral. Centro de Salud Pachitea (Piura).