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Edición Nº 18

Las humanidades y el mundo de los negocios
19 de diciembre, 2011

Es un lugar común sostener que la demanda de las empresas no es atendida por las universidades y que existe un desencuentro entre los profesionales que forman las instituciones de educación superior y las necesidades de un sector productivo, que exige capacidades laborales cada vez más orientadas al incremento de la productividad de sus empleados. No cabe duda de que existe una cuota importante de verdad en esta afirmación; sin embargo, si se mira con mayor detenimiento, encontramos otros elementos que hacen mucho más compleja la relación entre los requerimientos del mundo de los negocios y la formación universitaria.

Martha Nussbaum, catedrática de Filosofía en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chicago, sostiene que una de las grandes fortalezas de los Estados Unidos como potencia económica ha sido su modelo educativo, un modelo que no ha sido sólo instrumental ni exclusivamente orientado al crecimiento económico. A diferencia de muchos países, y aun cuando esta característica se ha ido perdiendo en el curso de las últimas décadas, la educación universitaria norteamericana se ha basado en lo que ellos denominan ‘liberal arts’[1]. En efecto, una de las características más importantes de su sistema educativo ha sido “la formación de ciudadanos independientes, simpatizantes de la democracia. Ese modelo fundado en las artes y las humanidades aún permanece relativamente firme, pero se encuentra bajo una gran presión en este momento de malestar económico”[2]. Más aún, sostiene que “el interés económico también se nutre de las artes y las humanidades para fomentar un clima de creatividad innovadora y de administración responsable y cuidadosa de los recursos”[3].

Para ser más precisa, Nussbaum considera que la formación humanista promueve el desarrollo de dos competencias claves: el pensamiento crítico, para la formación de una cultura democrática, de respeto a las ideas del otro; y la imaginación, que nos permite salir de nosotros mismos y comprender con mayor amplitud y profundidad las diversas dimensiones de la condición humana.

Los hallazgos y planteamientos de esta filósofa contradicen lo que el sentido común y muchos tomadores de decisiones en las esferas públicas y privadas han consagrado como una verdad incuestionable, a saber, que las humanidades son ‘ornamentos inútiles’ y que es necesario eliminar de los planes de estudio de las universidades las materias que no tienen incidencia práctica y efectos visibles sobre la competitividad y la eficiencia que los mercados globales exigen para lograr el éxito económico.

Desde otra perspectiva del saber contemporáneo, Gary Hamel, uno de los más connotados gurús sobre la estrategia de los negocios, sostiene que se requiere una innovación radical en el plano gerencial debido, entre otros aspectos, a que “los ciclos de vida de las estrategias se acortan (…) y cuanto más rápidamente crece la empresa, más pronto cumple la promesa de su modelo de negocios original, llega a la cima y entra en su ciclo de descenso”[4].

Para la construcción de un nuevo modelo de gestión se necesita, agrega Hamel, potenciar la imaginación no sólo para desarrollar nuevas tecnologías, sino para innovar los procesos estratégicos de la organización, propiciando un clima democrático para el libre planteamiento de las ideas. Se requiere, afirma categóricamente, construir “un nuevo modelo administrativo en el siglo XXI que realmente fomente, honre y aprecie la iniciativa, la creatividad y la pasión de los seres humanos”[5]. De ahí que para desplegar todo el potencial de nuestra imaginación en la innovación de los negocios y en otras esferas del vivir, necesitamos “derribar las estratagemas de autoprotección” que la razón instrumental ha construido para preservar “la objetividad”.

Si bien es cierto que la perspectiva económica de la educación superior contribuye a identificar y cuantificar una serie de variables claves para imaginar el futuro, las artes y las humanidades constituyen un complemento imprescindible en ese ejercicio, pues nos ayudan a conocer la diversidad, complejidad y vastedad de la vida en sociedad. Más que un factor de producción o recurso de una estructura burocrática, el ser humano es causa y dirección de la historia que aspiramos construir.

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[1] Nussbaum, Martha, Sin Fines de Lucro. ¿Por qué las democracias necesitan de las humanidades?, Buenos Aires: Katz Editores, 2010, p. 39.
[2] Ibid.
[3] Ibid, p. 30.
[4] Hamel, Gary, El Futuro de la Administración, Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2008, p. 12.
[5] Ibid., p. 344.

Publicado en diciembre 2011


Felipe Portocarrero

Rector de la Universidad del Pacífico

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