Santiago Manuin, líder de la comunidad awajun, dialogó con los jesuitas reunidos en la Asamblea Anual de Huachipa. La conversación marcó profundamente a los que estaban presentes. Juan Bytton nos comparte esa experiencia.
Santiago inició su intervención hablándonos de su experiencia personal de fe y cómo ésta se fue configurando de la mano de varios jesuitas que trabajaron y trabajan en la zona. A medida que nos contaba acerca de la experiencia de Dios en su vida, iba recorriendo el encuentro de Dios en medio de su cultura y su gente. “Cristo es en mi cultura el Gran Ajuta, el Dios que habla… la semilla del verbo está allí, en la naturaleza, en la planta. La naturaleza es sagrada no solo por lo bonita o por la salud del pueblo, sino porque en ella habita Dios. La fe de “occidente” no destruye lo mío, lo fortalece”. Con estas palabras nos acercábamos implícitamente a los “conceptos” que venimos desarrollando hace mucho en diferentes obras: la inculturación y la misión desde la Fe y la Cultura.
Para las culturas amazónicas lo más valioso que tienen es su tierra. En sus ríos, bosques, quebradas, vegetación, etc. están el valor de lo que son. En una entrevista a un diario el Obispo de Jaén, Mons. Santiago García de la Rasilla, lo manifestaba así: “El concepto de territorio de los nativos es cualitativo, de sentimientos, no de metros. La tierra engloba a sus antepasados, el cerro; la cascada tiene un sentido” [1]
Los pueblos amazónicos han sabido convivir unos con otros, a pesar de su espíritu guerrero. Obviamente existen diferencias entre ellos, pero los une aquello que les da identidad y vida: su tierra. Es así que, al sentirse violentados en aquello que los une, su instinto de defensa brota. Los títulos de propiedad otorgados por el Estado los hace inquilinos, no dueños de sus propias tierras, heredadas por tradición e historia. En palabras de Santiago: “sentimos que las tierras ya no nos pertenecen… han perdido valor para nosotros”.
Sin embargo, han sabido tomar una postura dialogante. Los hechos del 5 de junio fueron el corolario de una larga lucha por el diálogo y la defensa de los derechos de tierra que fracasó. No por ello pierden la esperanza de encontrar una salida. “El camino es el diálogo, sí; pero hay que llegar a acuerdos… ¿hasta cuando puro diálogo?”
Santiago planteó una lectura del conflicto que nos ayuda a todos a ordenar nuestras ideas: “Nosotros defendemos nuestra tierra versus los policías defendiendo una orden del gobierno”. Ambos son considerados minorías maltratadas por el poder. Además, el reconocimiento de los caídos ha sido también sesgado. Los nombres de los policías abatidos aparecen uno por uno, mientras que solo aparece el número de los indígenas muertos.
La violencia no lleva a nada, venga de donde venga. No podemos dividir la realidad de manera incauta entre buenos y malos. Pero tampoco debemos caer en el grave error de “juzgar la mentalidad de ellos con la nuestra”[2]. Los conflictos sociales latentes, que perciben el conocimiento como dominio y la extracción de recursos como riqueza para unos y pobreza para otros, demuestran que hay mucho por caminar. En este largo proceso la Iglesia ha jugado un rol particular. Durante muchos años ha acompañado al pueblo en la valoración y defensa de su tierra[3]. En palabras de Santiago, “al vernos “guerreros”, que no aceptamos el colonialismo y la esclavitud, la Iglesia nos ayudó a formarnos. Los misioneros han vivido con nosotros en una actitud respetuosa de aprender. La Iglesia ha trabajado así y por eso yo creo en ella”.
Con este pedido Santiago Manuin concluía su participación, haciéndonos ver que si el diálogo es el camino que fortalece lo diverso y respeta lo que da vida a la gente, la Iglesia “nos debe ayudar a dialogar”. Nuestra responsabilidad es responder a este llamado y corresponder a la confianza que los indígenas han otorgado a los misioneros.
La experiencia educativa ha sido una luz en el acompañamiento de estas comunidades. La Iglesia acompaña de acuerdo a la realidad que vive el pueblo. Y hoy esos pueblos necesitan de líderes bien formados, capaces de dialogar siendo concientes de lo que poseen y buscando el apoyo de unos y otros. “Depende de ti el destino de tu pueblo, pues si no estudias, la seguridad de tu pueblo (tierra) estará en juego”. Es necesario entender la formación desde la educación en valores culturales propios de la zona. Santiago es consciente que solamente a través de una buena preparación se garantiza el futuro de sus pueblos. Los líderes indígenas deben asumir cargos políticos. “Tienen que estar allí, aunque se equivoquen”, porque nadie mejor que ellos para defender en primera línea, en diálogo con otras culturas, otras maneras de pensar y otras realidades, lo que más valoran, de lo que viven. “Hay que descubrir lo que se necesita para seguir creciendo y buscar las ayudas externas que apoyen este crecimiento”. Por eso la inculturación no es traer de fuera el desarrollo sino crecer con el pueblo, a su ritmo y atentos a los retos que el “desarrollo occidental” les plantee.
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[1] El Comercio. Lunes 1 de febrero del 2010. Entrevista de Mariela Balbi.
[2] ibid.
[3] “Buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el Evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, […]. Por tanto, alentar a nuestros campesinos a que se organicen de tal manera que puedan lograr su justo reclamo” (Aparecida, 474 c).
Publicado en abril 2010
Juan Bytton, SJ
Colabora en la Pastoral juvenil y vocacional de Arequipa.