11.6 millones de migrantes pasan anualmente por el corredor migratorio mexicano hacia los Estados Unidos.[1] La ruta geográfica de este corredor va desde Centro América hasta la frontera Sur de los Estados Unidos. La gran mayoría de los migrantes que usan este corredor son principalmente centroamericanos y mexicanos. En el caso de los migrantes centroamericanos, ellos son ya indocumentados al internarse en México, los migrantes mexicanos se convertirán en indocumentados al cruzar a los Estados Unidos.
Este verano, durante cinco semanas un grupo de Jesuitas recorrimos este corredor migratorio. No con la intención de imitar o reproducir la travesía de los migrantes, sino buscando profundizar en la comprensión de la realidad de la migración y las dificultades encontradas por los y las migrantes en su trayecto a los Estados Unidos. Visitamos albergues, organizaciones que defienden los derechos humanos de los y las migrantes, parroquias, comunidades y diferentes proyectos jesuitas que asisten a migrantes a lo largo del corredor migratorio.
Sin embargo, en estas semanas hicimos más que acercarnos académica y socialmente a la realidad migratoria, este tiempo también fue oportunidad para profundizar en nuestra fe al encontrarnos con Cristo en el camino y experimentar un fuerte llamado a comprometernos en la transformación de aquellas estructuras que oprimen a los y las migrantes. Esta experiencia nos hizo recordar fuertemente las palabras del teólogo Gioacchino Campese, C.S. “La meta de la teología no es simplemente entender, sino entender para transformar la realidad de opresión, violencia y pecado en que la gente vive mientras peregrinamos hacia la realización del reino de Dios.”
En el corredor migratorio escuchamos gran cantidad de historias y fuimos testigos del sufrimiento de muchos que se movilizan en busca de una vida mejor. En todas las historias que escuchamos hubo una petición que se repitió invariablemente una y otra vez: “¿Qué van a hacer con nuestras historias?” “¿Qué van a hacer para ayudarnos?”
Victoria nos compartió su historia, su esposo se encuentra entre los muchos migrantes desaparecidos, aquellos de los cuales nunca se volvió a escuchar nada después de haber iniciado la larga y peligrosa jornada a los Estados Unidos.
Las historias pueden ser muy conmovedoras, como las que narran aquellos que nunca jamás han vuelto a saber de familiares que partieron a Estados Unidos en busca de un mejor futuro. Victoria nos compartió su historia entre lágrimas y dolor. Su esposo se encuentra entre los muchos migrantes desaparecidos, aquellos de los cuáles nunca se volvió a escuchar nada después de haber iniciado la larga y peligrosa jornada a los Estados Unidos. Victoria narró cómo su esposo dejó el hogar porque deseaba ofrecer algo mejor a sus hijas. Ella no ha vuelto a escuchar de él en ocho años y aún se aferra desesperadamente a la esperanza de saber que fue lo que le sucedió.
Por supuesto que las historias pueden ser desgarradoras e inspiradoras, como las de los migrantes mutilados por el tren[2] y que regresan a sus países de origen con muchas dificultades por delante. Tal es el caso de José Luis Hernández que sufrió un terrible accidente mientras viajaba en el tren, perdiendo una pierna, un brazo y cuatro dedos de su otra mano. Le ha tomado años recuperarse, no sólo de las heridas físicas, sino también de las heridas emocionales: el estigma de ser ahora discapacitado, la vergüenza de haber regresado fracasado y sin nada y la pena de sentirse una carga para su familia. José Luis mencionó cómo a través de trabajo duro, determinación y el apoyo de algunas organizaciones civiles ha reunido a más gente que ha corrido su misma suerte. Juntos, ellos han formado el COMIRED (Comité de Migrantes Retornados Discapacitados). Esta organización, que tiene al menos 26 miembros en Honduras, lucha por obtener apoyo del gobierno para aquellos retornados con necesidades especiales, como trabajos para discapacitados, prótesis, sillas de ruedas, etcétera.
Aún más, hay historias que cuestionan y ayudan a reflexionar, como las de “Las Patronas”; un grupo de mujeres, en un pequeño poblado de Veracruz, donde “La Bestia” no para y sin embargo ellas se organizan para brindar apoyo, alimento y consuelo a los migrantes que viajan encima del tren. Norma nos narró cómo al ver pasar a los migrantes por tanto tiempo la llevó a replantearse su forma de vivir la fe. “Llegó un momento en que no podía ‘no hacer nada’ y nos comenzamos a organizar para preparar comida, empaquetarla y llevarla a las vías para darla a los migrantes al momento de pasar. En ocasiones nos lastimamos los brazos o nos arañan, pero uno siente la satisfacción de haber hecho algo por ellos.”
Estas son sólo algunas de las muchas historias que escuchamos en el camino, pero siempre en algún momento en la conversación la pregunta surgía: “¿Qué van a hacer con nuestras historias?” “¿Qué van a hacer para ayudarnos?” Esto no era una demanda, sino una legitima petición de auxilio, de solidaridad, de atención. Si algo nos quedó claro a los jesuitas que viajamos por el corredor migratorio de México este verano es que la migración en el mundo es un tema muy complejo que tiene múltiples niveles y actores. Nunca es solamente acerca de la persona que deja su país, siempre hay más gente y circunstancias que forman parte de este complejo proceso.
Una forma de dar respuesta a esta petición que escuchamos es, justamente, compartirla con otros. ¿Qué vamos a hacer con respecto a la migración? ¿Qué vamos a hacer para ayudar a los millones de personas que se ven muchas veces “forzadas” a dejar sus países para buscar una vida mejor para ellos y los suyos? Las respuestas no son fáciles y muchas veces quizá podamos pensar que nada se puede hacer o que es algo que ni remotamente nos concierne. La construcción del Reino de Dios nos concierne a todos los que nos llamamos cristianos, y construir el Reino de Dios requiere seguir buscando formas de crear estructuras sociales y económicas más justas, más equitativas, que promuevan y protejan la dignidad de las personas. Todos tenemos derecho a buscar una mejor vida, pero también tenemos el derecho de encontrar esas oportunidades en nuestros lugares de origen. ¿Qué vamos a hacer cuando estas oportunidades no se nos dan a nosotros o a otros? ¿Qué vamos a hacer?
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[1] Banco Mundial, 2010. Datos sobre Migración y Remesas 2011, 2a. Edición. www.worldbank.org/migration.
[2] Buscando evitar los controles migratorios, miles de ciudadanos centroamericanos saltan a trenes en movimiento que van desde el sur de México hasta la frontera norte con Estados Unidos. Estos trenes son conocidos como “La Bestia” (N. del E.)
Alejandro Olayo, SJ
Universidad de Oxford (Estados Unidos)