La voz de los locutores radiales ha tenido una presencia extendida en la vida rural. Aunque la interacción entre el locutor y el oyente es unidireccional, la radio es un dispositivo masivo de acceso a la información. Sin embargo, este medio ha venido sufriendo transformaciones debido a los cambios tecnológicos comunicacionales de los últimos veinte años. La introducción de la comunicación móvil y el desarrollo de las redes sociales ha generado múltiples dinámicas de consumo de contenidos por los jóvenes rurales a pesar de tener brechas de conectividad y acceso a plataformas virtuales. Así, los discursos visuales estuvieron marcados por la predominancia del mundo urbano, mientras la ruralidad aparecía solo como una opción de turismo. Sin embargo, la apropiación de las redes sociales mediante la personalización y producción de contenidos desde la experiencia rural de los jóvenes ha posibilitado un conjunto de significados de habitar el espacio virtual desde sus prácticas culturales en la cotidianidad y en respuesta a contextos desafiantes, como la pandemia y las movilizaciones frente a la inestabilidad política.
Según el Censo de Población y Vivienda de INEI en 2017, de los 31 millones de peruanos, casi 8 millones son jóvenes, de los cuales 6 millones son jóvenes urbanos y 1 millón y medio son jóvenes rurales[1]. En cuestión de pertenencia, los jóvenes se autoidentifican como mestizos en un 45 %, quechuas en 34 %, nativos amazónicos en un 5 % y aimaras en un 4 %. La ruralidad ha sido uno de los campos con marcadas desigualdades de acceso a los servicios. Los jóvenes rurales enfrentan brechas en acceso a la educación, oportunidades laborales y servicios básicos. Frente a ello, muchos líderes locales gestionan ante el Estado y organizaciones privadas traer la conectividad a sus comunidades mediante trabajos colectivos. Aunque las limitaciones siguen presentes, el acceso a las plataformas digitales ha sido un lugar de enunciación de la identidad pautada por las nuevas formas de interacción social de las redes sociales. Perfiles configurados con paisajes de campo, festividades, gastronomía y vida cotidiana de los jóvenes rurales hacen su irrupción en las redes sociales. El elemento avasallador de homogeneización de la globalización es rebatido por la apropiación de las redes sociales por los jóvenes rurales que visibilizan no solamente la cotidianidad del mundo rural, sino también otras formas de representar la vida, ligada a sus experiencias rurales. El lugar desde donde los jóvenes producen contenidos e interactúan es la ruralidad signada por las realidades sociales de desigualdad, aunque acompañada por principios andinos de comunalidad, idioma y cosmovisión. De esa manera, ser joven rural y representarse en las redes sociales constituye una vía de visibilizarse y, más aún, tener voz propia y generar una corriente de opinión.
El elemento avasallador de homogeneización de la globalización es rebatido por la apropiación de las redes sociales que hacen los jóvenes rurales, quienes visibilizan no solamente la cotidianidad del mundo rural, sino también otras formas de representar la vida.
Las redes sociales han logrado consolidarse como uno de los medios masivos de interacción y acceso a la información a nivel global. Así, las propuestas teóricas de concebir la globalización como producción de no lugares, caracterizados por la individualidad y el anonimato[2], distan mucho de las dinámicas de apropiación y representación en la sociedad red[3] que los jóvenes rurales realizan. El acto de representar, nombrar y visibilizar lo rural encierra un conjunto de apuestas simbólicas intermediadas por experiencias de reconocimiento de la identidad y familiaridad. De esa forma, se producen contenidos que son consumidos por jóvenes migrantes que añoran su tierra y redefinen su sentido de pertenencia debido a la lejanía, como también por jóvenes rurales que producen discursos visuales. La pandemia, al ser un momento disruptivo que provocó un conjunto de fenómenos sociales como el regreso a sus comunidades, la experiencia del encierro y el mayor uso de las redes sociales, ha posibilitado el surgimiento de influencers andinos. En ese sentido, resulta necesario comprender que los usos de las redes sociales, como Facebook, YouTube y, recientemente, TikTok, están mediados por apuestas políticas y culturales de reconocimiento desde la diferencia y la pertenencia. Estas relaciones de alteridad son encuentros pendulantes que van desde la exoticidad hasta la interculturalidad.
Las distintas formas de producción, distribución y consumo de contenido elaborado por jóvenes rurales andinos no son vistas de manera pasiva, sino que generan un campo de poder al crear identificación con sus experiencias y prácticas culturales.
Las advertencias del internet como un espacio de anonimato, individualizador y desestructurante de la cultura andina han sido resignificadas y apropiadas por las apuestas de jóvenes rurales con distintas tendencias de contenido: primero, la gastronomía rural, que muestra la diversidad de formas de preparación de platos con productos locales orgánicos, lo cual reivindica la identidad local y la cultura de una manera cotidiana. Así, destacan canales como Cocina con Aquiles (Junín), Cocina con cholita Julia (Puno) y Waldir Maqque (Cusco), en los que preparan potajes andinos de manera amena y comentan sobre la vida en el campo y la transmisión de conocimientos de sus abuelos. La comida se convierte en un elemento que permite mostrar los productos agrícolas producidos en el campo enfatizando la seguridad y soberanía alimentaria. Potajes en los que resaltan productos locales como cereales y tubérculos emergen por su alto valor nutricional y por la identidad que se imprime en la transmisión de conocimientos desde sus ancestros. Segundo, contenido humorístico, que recrea situaciones cotidianas de la ruralidad, como los canales SiBenitoo (Áncash), 20 céntimos (Junín), André Soto (Cusco), Cajamarquina bonita (Cajamarca), Tom Andrés (Ayacucho) y Santos, el brujo de los Andes (Ayacucho). Los dos últimos producen contenidos para público quechuahablante. Situaciones de encierro en tiempo de pandemia, enamoramiento, choques culturales debido a la migración de jóvenes rurales hacia la ciudad hasta problemas familiares son los escenarios recreados con mucha imaginación humorística. Aunque el componente burlesco en los discursos visuales cuestiona y afirma estereotipos del ideario popular en torno a comportamientos en el campo y la ciudad, el humor producido por los influencers rurales se torna en acciones políticas al satirizar políticas de encierro, de represión y la inestabilidad política. Tercero, revitalización del quechua mediante pedagogías alternativas desde las costumbres, prácticas culturales y la cosmovisión en canales como Papicha Javier, Solischa, Vive el quechua y Wayna tunki en Cusco; Urpichakunaq rimaynin[4] en Apurímac; Yanira Ccencho, Renata Flores y Away en Ayacucho. El activismo lingüístico de revitalizar el quechua en las interacciones de las redes sociales, desde clases prácticas de enseñanza básica del quechua hasta contenido producido para quechuahablantes, posibilita la irrupción del quechua en las redes sociales. Uno de los sentidos orientadores del activismo es romper los discursos de marginalización y actitudes discriminatorias frente al uso del quechua, reconstruyendo su valoración por su subsistencia a procesos de colonización y modernización. El idioma se convierte en un vehículo eficaz de autoidentificación étnica y conexión con sus antepasados. Adicionalmente, la producción de conocimientos en quechua y la creación de materiales audiovisuales de enseñanza en la escuela inserta en un contexto rural dan cuenta de la capacidad innovadora de los jóvenes rurales y de sus apuestas por el reconocimiento de la cultura quechua.
Las distintas formas de producción, distribución y consumo de contenido elaborado por jóvenes rurales andinos no solamente son vistas de manera pasiva, sino que generan un campo de poder al sentirse representados por las experiencias y prácticas culturales. Así, las acciones afirmativas de identidad, la promoción de la cultura local y la reivindicación del quechua son acciones transformativas que permiten la extensión de la cultura andina como algo vivo.
La agencia de los influencers andinos se muestra no solamente en los proyectos reivindicativos del mundo rural, sino que han asumido un papel importante en la democratización del acceso a la información y en la sensibilización frente a los cambios culturales, la discriminación, el racismo y el cuidado, principalmente durante la pandemia. Por lo tanto, si bien las tendencias de producción de los jóvenes rurales son variadas y se sitúan en un mundo globalizado, la cultura y la cotidianidad rural les otorga significados sociales, culturales y políticos que recrean nuevas formas comunicativas para miles de jóvenes rurales y urbanos, desmitificando los imaginarios sociales en torno a lo rural como «retrasado». Sus acciones trascienden el plano cultural para materializarse en el activismo por los derechos lingüísticos y la defensa de los derechos colectivos de los pueblos indígenas u originarios.
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[1] INEI. (2018). Perú: Perfil sociodemográfico. Informe nacional. Censos nacionales 2017: XII de Población, VII de Vivienda y III de Comunidades Indígenas. https://shorturl.at/cfBQW
[2] Augé, M. (2009). Los no lugares. Espacios de anonimato: antropología sobre modernidad. GEDISA.
[3] Castells, M. (2006). La sociedad red: una visión global. Alianza Editorial.
[4] En castellano, el diálogo de las palomas.
Antropólogo social proveniente de una comunidad indígena quechua de K'anchi, Cusco. Coordinador de proyectos en el Centro Loyola Ayacucho.