Luego de la COP20: avances, problemas y perspectivas

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Nos parece que es una responsabilidad ética encarar los desafíos que se nos presentan en el tiempo actual. Hay muchos problemas en el mundo que se encuentra ya transido de dificultades, de angustias y de peligros. Una mirada a los asuntos ambientales debe ayudarnos a perfilar mejor nuestra acción y nuestro compromiso social y eclesial para con el país y para con el mundo. Ese es el sentido que queremos transmitir a continuación.

El sentido de la COP20

La vigésima Conferencia de Partes (COP20), realizada en diciembre en Lima, tenía varios encargos inmediatos y, además, estuvo inscrita en un conjunto de iniciativas y debates que se habían ido formulando en estos últimos años. Recordemos que de la Conferencia de Río, realizada en 1992, salieron tres grandes acuerdos y convenciones: el Convenio Marco relativo al tema del Cambio Climático (CC), el Convenio sobre la Biodiversidad y el Convenio sobre Desertificación. El primero de ellos dio pie a la serie de Conferencias de Partes que se han ido realizando en el mundo y que llegan ya a veinte; en diciembre de este año, como sabemos, se realizará en París la COP21, que ya está en proceso. Los otros convenios también tienen sus Conferencias de Partes, pero su número ha sido menor.

A pocos años del encuentro de Río 92 se firmó el Protocolo de Kioto, que tenía como objetivo reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Este convenio ha vencido y se hace necesario contar con un instrumento que sea vinculante para todos los países del mundo en materia de limitación de los GEI. La COP20 en Lima debía (después de varios traspiés en COPs anteriores e incluso fracasos) proponer un borrador de acuerdo para ser presentado y aprobado en la COP21.

Los desafíos del tema ambiental

Los problemas que enfrenta el mundo en materia ambiental y en relación con el fenómeno del CC son bastante serios. Lamentablemente el llamado CC de origen antrópico es un hecho real de la vida de hoy. Los seres humanos hemos generado, con la utilización y quema de residuos fósiles (carbón, petróleo y gas), la emisión de GEI que está afectando gravemente la vida del planeta. La temperatura se ha elevado en el último siglo a cerca de un grado Celsius. Esta situación es alarmante, pero más alarmantes son las voces que piensan que hacia el 2050 podemos subir en dos grados. El modelo de industrialización en el mundo ha seguido una lógica productiva bastante perversa ya que su matriz energética depende en exclusividad de la explotación y uso de residuos fósiles.

Frente a estos procesos de desarrollo industrial basados en una matriz energética contaminante, desde hace varias décadas se han planteado propuestas para poner freno a las emisiones de GEI. Parte de ello son la reunión de Estocolmo en el 72, la reunión de Río 92, la de Río+20 en 2012 y las COP, entre otras reuniones de carácter nacional e internacional.

Habrá que recordar que los países desarrollados se han hecho a sí mismos utilizando una matriz energética contaminante; aunque es necesario decir que algunos han empezado a reducir sus emisiones, como es el caso de Alemania, Suecia, Japón, entre otros. Sin embargo, los llamados países emergentes, entre los cuales está China, Brasil, India, Sudáfrica y Rusia han empezado a utilizar grandes cantidades de residuos fósiles aduciendo que son parte necesaria de su desarrollo nacional. China ha pasado a ser el país con mayor cantidad de emisiones de GEI, llegando a emitir hasta 10 mil millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente[1]. Estados Unidos está en cerca de los 6 mil millones, habiendo reducido en parte sus emisiones. China representa casi un tercio de las emisiones mundiales de GEI.

Conflicto y debate en el mundo

Estados Unidos tiene una postura que exige que los nuevos países emisores paguen la contaminación que generan y los nuevos países emergentes señalan que la responsabilidad mundial e histórica la tienen los países desarrollados.

Este tema llevó a la COP20 varios puntos de agenda: los temas de mitigación de los GEI, los de adaptación al CC, el de la asistencia tecnológica y, finalmente, los mecanismos de financiamiento. Hasta el 11 de diciembre los países no se ponían de acuerdo y no había nada en concreto sobre los temas de adaptación, de asistencia económica y mucho menos sobre el plan de financiamiento. La reunión parecía dirigirse a un total fracaso. Sin embargo, se llegaron a acuerdos sobre los temas de adaptación y se aceptaron varias de las propuestas de los países en vías de desarrollo. Se abordaron los temas de transferencia tecnológica y se aprobó la creación del Fondo Verde con un monto de 10 mil millones de dólares, a ser ratificado. Quedó también claro que cada país plantearía de manera específica y concreta cómo debía reducir las emisiones de GEI que generaba. Ciertamente, de los acuerdos planteados podemos pensar que la COP21 de París puede llegar a aprobar puntos sustanciales para frenar los GEI y prepararnos para enfrentar los riesgos y desastres que entraña el CC.

La COP20 y los desafíos ambientales para el Perú

En este contexto el Perú jugó un papel doble, al ser sede y presidente de la COP20 y a la vez ser parte de los países que buscaba una solución a sus problemas nacionales. El Perú es un país con un incipiente desarrollo industrial, que genera el 0,4% de los GEI del mundo, algo más de 100 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente al año. No obstante, habría que señalar que el crecimiento económico del Perú, en los últimos veinte años, ha estado acompañado de un uso sostenido de recursos fósiles. El modelo peruano de crecimiento es lamentablemente el mismo que contamina y depreda el medio ambiente.

Aún así, el problema del Perú está por otro lado: el verdadero tema es el de la adaptación al CC. Mitigación y adaptación son las palabras claves que se utilizan para enfrentar este fenómeno. Nadie puede negar la importancia de la decisión de mitigar los GEI, pero nadie tampoco puede negar que las políticas de adaptación son fundamentales para enfrentar los riesgos y desafíos que el CC nos impone.

Toda la estrategia peruana está centrada en cuestiones de adaptación. Una política de adaptación supone enfrentar adecuadamente los desafíos. ¿Cuáles son estos desafíos?

El primero, enfrentar un desastre de proporciones por la reducción del 41% de la masa de nuestros glaciares. Esta reducción nos lleva al estrés hídrico de zonas de la costa peruana, donde reside la mayoría de la población, por la reducción de las aguas superficiales (ríos) y profundas (acuíferos), lo que significa que debemos cuidar el agua y contar con una política nacional de gestión del recurso hídrico.

Un segundo desafío está en el incremento de enfermedades tropicales, tales como el dengue y la uta, entre otras. Ello exigirá una política de salud apropiada y adaptada a la proliferación de enfermedades.

Un tercer desafío es enfrentar la cantidad de desastres, huaycos y heladas, pérdida de cultivos o destrucción de infraestructura de carreteras, que dejarán mucho más vulnerables a los pobres del campo por su vínculo estrecho con la naturaleza.

Una responsabilidad ética y un deber ciudadano

El asunto no es nada sencillo. No es un problema solo local, sino global. No hay manera de evitar que una acción en una parte del mundo no afecte a la otra. Dañar un ecosistema equivale a una modificación del conjunto de los ecosistemas. El mundo, finalmente, no es más que un sistema, un orden integrado de ecosistemas; eso es lo que significaba la palabra griega kosmos, y la latina mundi lo mantuvo. El ser humano ha vulnerado, quizá es decir mejor “ha violado”, el orden natural y debe compensarlo.

Eso significa mitigar sus ambiciones y rechazar un modelo de industrialización que solo se centra en la riqueza, y también enfrentar y adaptarse a los cambios que ha generado la práctica humana y buscar minimizar los daños que esta ha producido. Estas no son solo tareas políticas, son principalmente éticas porque de ellas depende la sobreviviencia de la vida y la de nuestra especie.

El mundo no nos fue dado para destruirlo, sino para cuidarlo y saber vivir con él. Una comprensión adecuada de la naturaleza, que a la vez que la respeta y la cuida, puede permitir que nos sintamos más como criaturas y menos como dioses.

[1] Medida convencional que combina varios gases


Augusto Castro C.

Instituto de Ciencias de la Naturaleza, Territorio y Energía Renovables – INTE-PUCP

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