“Permítanme una vez más decir
¡Alabado seas Señor por esta
obra maravillosa de tus pueblos amazónicos
y por toda la biodiversidad que estas tierras envuelven!
Este canto de alabanza se entrecorta cuando escuchamos y vemos
las hondas heridas que llevan consigo la Amazonia y sus pueblos.”[1]
Papa Francisco.
Convocado el Sínodo Panamazónico por el Papa Francisco en octubre de 2017, no imaginábamos la repercusión que iba a tener este acontecimiento. La visita del Santo Padre a Puerto Maldonado en enero 2018, y la posterior realización del Sínodo en octubre del año pasado, ayudó a visibilizar universalmente la realidad compleja que se vive en la Amazonía. El documento preparatorio del Sínodo y el Instrumentum Laboris (IL), contenían en gran parte las luces y sombras de esta “obra maravillosa de Dios” y, no es de extrañar, las diversas sensibilidades y reacciones que despertaron.
Al Sínodo llegamos diversos actores del Pueblo de Dios: Líderes Indígenas, Laicas y Laicos, Padres Sinodales, Religiosas y Religiosos, personas de diferentes credos, Científicos… Procedíamos de la cuenca amazónica y de otros espacios sociales y eclesiales, llevando la voz de la Amazonía; especialmente la de quienes habían sido consultados en la etapa presinodal, junto a nuestra experiencia de servicio como discípulas de Jesús. En nuestro corazón resonaba el clamor de la vida amenazada por la destrucción y explotación ambiental, por la violación a los derechos humanos de los Pueblos Originarios, y en ellos especialmente el de las mujeres, doblemente marginadas: por ser mujeres y por ser indígenas.
El IL ha sido claro al señalar que la amenaza a la vida, al territorio y la cultura proviene de intereses económicos y políticos de los sectores dominantes y de poder de la sociedad actual. Así lo ha ratificado también el Documento Final del Sínodo (DF): “la Amazonía hoy es una hermosura herida y deformada, un lugar de dolor y violencia. Los atentados contra la naturaleza tienen consecuencias contra la vida de los pueblos. Esta única crisis socio-ambiental se reflejó en las escuchas presinodales que señalaron las diversas amenazas contra la vida… Son amenazas reales que traen asociadas graves consecuencias sociales… Detrás de todo ello están los intereses económicos y políticos de los sectores dominantes, con la complicidad de algunos gobernantes y de algunas autoridades indígenas. Las víctimas son los sectores más vulnerables, los niños, jóvenes, mujeres y la hermana madre tierra”.
La propuesta sinodal de recorrer nuevos caminos como Iglesia con rostro amazónico exige la conversión integral desde lo pastoral, cultural, ecológico y sinodal, bajo la guía del Espíritu. “La vida consagrada, los laicos y entre ellos las mujeres, son los protagonistas antiguos y siempre nuevos que nos llaman a esta conversión.” (DF 86). La sinodalidad, como dimensión constitutiva de la Iglesia, le exige escuchar las diferentes voces que claman, susurran, cantan, alaban en toda la Amazonía. Una de estas voces privilegiadas es la de la MUJER AMAZÓNICA que clama ser considerada como sujeto de derechos para el cuidado de la “Casa Común”. Desde esta perspectiva compartiré mi reflexión sobre algunos aspectos de la presencia y participación de la Mujer en la Amazonía.
“Las propuestas para las mujeres indígenas deben nacer desde las mujeres indígenas. Tradicionalmente hemos sido tratadas como seres pasivos. Ahora es momento de que se piense en nosotras como sujetos de derechos”
Ketty Marcelo, Ex Presidenta, de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP).
Según el último censo del 2017, realizado por el INEI, la población femenina en el Perú está representada por más del 50% de la población. La costa concentra la población con un 58% de habitantes (más de 17 millones); y la selva representa casi 14% (más de 4 millones). Otro dato que arrojó este censo en relación con las Comunidades Indígenas en el Perú, es que aproximadamente más de 107 mil mujeres se autoidentifican como indígenas de la Amazonía. Cifra que fácilmente puede aumentar, pues no ha considerado a las mujeres indígenas amazónicas migrantes ni a quienes integran grupos en aislamiento voluntario; además de algunas comunidades nativas que no fueron censadas, por lo menos en la Región de Madre de Dios.
Este país nuestro con rostro de mujer, tiene brechas históricas de desigualdad entre varones y mujeres en cuanto a empleo, salarios, salud, educación y justicia. Si éstas son visibles en la costa, donde las oportunidades de trabajo y acceso a los servicios han mejorado; en la selva adquiere gran preocupación, pues se tornan en brechas abismales. El Gobierno actual está implementando algunas medidas que superen la discriminación y desigualdad de las mujeres; así como contribuir con el empoderamiento e incrementar su participación en la política nacional, en la toma de decisiones en los ámbitos público y privado[2].
Estas brechas de desigualdad y violencia por género, así como
la discriminación por origen étnico, son aún más pronunciadas en el caso de las mujeres indígenas amazónicas.
Por ello, se requiere atender a los desafíos que ellas plantean.
No es desconocido que las mujeres costeñas, andinas y amazónicas aportan cotidianamente al desarrollo del Perú con su servicio y trabajo mal remunerado; sin embargo, son víctimas de la discriminación y el maltrato de forma cotidiana y estructural, consecuencia del machismo existente y de sistemas patriarcales que marcan la convivencia. Estas brechas de desigualdad y violencia por género, así como la discriminación por origen étnico, son aún más pronunciadas en el caso de las mujeres indígenas amazónicas. Por ello, se requiere atender a los desafíos que ellas plantean, integrando sus particularidades culturales y formas de vida, desde la interrelación, escuchando sus voces. Ellas juegan un papel clave en el cuidado de la familia, la educación de las futuras generaciones, en la seguridad alimentaria, en el cuidado y preservación de las semillas… pero estas actuaciones no se hacen públicas. Desde lo observado, su presencia en las asambleas comunitarias es desde el silencio; quienes mayoritariamente hablan y ocupan cargos directivos, son los varones. En las ciudades, ellas poco a poco van irrumpiendo en espacios públicos y políticos, que demanda nuevos aprendizajes. Escuchemos sus voces:
"Para que esta Política de Igualdad de Género funcione debe tener la mirada de los pueblos indígenas, además de tener un enfoque intercultural".
Rocilda Nunta, lideresa del pueblo shipibo y coordinadora del Programa Mujer de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP). CAAAP, setiembre 2019.“En los últimos años, las comunidades indígenas venimos siendo víctimas de un “desarrollo” que daña la Amazonía. Las actividades extractivas ponen en riesgo la salud y vida de nuestras familias, comunidades y sus bosques; es por eso que debemos trabajar juntas y juntos para conocer y frenar todo lo que nos afecta”.
Delfina Capit, lideresa awajún y miembro del consejo nacional de AIDESEP. (Servindi, julio 2019)
¿Cómo responder desde la Iglesia a esta realidad? Nuestra institución eclesial no es ajena a la desigualdad y discriminación de participación por género. Su estructura piramidal y jerárquica, requiere cambios. Sabemos bien que, hoy por hoy, las mujeres somos el brazo ejecutor de las acciones de la caridad y otros servicios en las distintas comunidades parroquiales y comunidades indígenas, asumiendo responsabilidades que aseguran el “Buen Vivir” y el trabajo pastoral urbano y rural, pero sin poder de decisión en la mayoría de los casos. De allí que el planteamiento del Sínodo Panamazónico se ha tornado en un Kairos, especialmente para las víctimas de los sectores más vulnerables.
La conversión pastoral y sinodal tienen desafíos concretos, a los que urge dar respuestas concretas, que reconfiguren el rostro de la Iglesia en el mundo, especialmente en la Amazonía. El reconocimiento que pueda hacer la Iglesia a la MUJER (en su dignidad como Ser Humano y no sólo en sentido utilitarista) ayudará a las familias, sociedad y Humanidad entera al trato igualitario de oportunidades, y a desterrar la violencia existente contra ella en todas sus formas (feminicidios, explotación sexual y laboral: Trata de persona, maltratos psicológicos…)
“Este Sínodo no tendría sentido sin nuestra presencia; me refiero a hablar de ecología, de proteger la Casa Común cuando los guardianes hemos sido, somos y seremos los pueblos indígenas”.
Yesica Patiachi Tayori[3]
El Sínodo Panamazónico irrumpió como un soplo de la Ruah que desea convertir y renovar la Iglesia de la región amazónica. Así también fue la participación de 35 mujeres, invitadas por Francisco a participar en el Sínodo de Obispos como expertas, consultoras y auditoras. Hemos sido 18 religiosas y 17 Laicas, 9 de ellas líderes amazónicas. Hemos intervenido con la libertad del Espíritu, desde nuestras vivencias, sueños y con el dolor de la pobreza y la injusticia que matan la esperanza y privan de sus derechos a tantas niñas y mujeres.
En el Sínodo hemos hablado de interlocutores válidos. Nos hemos referido a la mujer como sujeto que tiene palabra y decisión. Su liderazgo es vital en la construcción de los nuevos caminos sinodales. En esta etapa post sinodal, siguen resonando las voces de las líderes indígenas de la Amazonía. Necesitamos realmente que el diálogo intercultural se pueda ir concretando y, desde la Pastoral Indígena, acompañar y fortalecer desde la formación, el liderazgo en espacios públicos y en la misma Iglesia. Es motivo de alegría y agradecimiento saber que, en la comisión postsinodal, dos Mujeres indígenas forman parte de ella: una líder de Ecuador y una hermana de Brasil. Aquí la declaración de una de ellas:
“De la participación en Roma me llevé la experiencia de cómo se trabaja a nivel de la Iglesia Católica y la forma en que se reflexiona. Aprendí mucho, además de los aportes que pude dar. Pero siento que fue un paso más, no la culminación. Ahora nos espera un trabajo mucho más arduo, la implementación en territorio de lo que se habló en Roma y lo que se dice en los documentos”.
Patricia Gualinga. CAAAP, enero 2020.
Al igual que en la vida de las primeras comunidades cristianas, donde existieron mujeres que ejercieron un rol protagónico, hoy debemos caminar y surcar juntas y juntos. Queremos que la jerarquía de la Iglesia tenga siempre presente lo que el Santo Padre en su última intervención dijo: “el lugar de la mujer en la Iglesia no es solamente para la funcionalidad. El papel de la mujer en la organización eclesial, en la Iglesia, va más allá, y debemos trabajar sobre este más allá…”
Dios se nos ha querido comunicar en su Misterio para siempre. En Él tenemos la imagen y la semejanza de hijas e hijos de Dios. Escuchemos su Palabra cada día en la voz de tantas mujeres que han muerto por defender su territorio y su cultura, escuchemos el clamor actual de aquellas que están siendo explotadas sexual y laboralmente; escuchemos la voz de la creación que gime con dolores de parto; confiando que Dios continúa paseando “a la hora de la brisa” por el jardín de la Amazonía…
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[1] Saludo del Papa Francisco a los Pueblos Indígenas, Puerto Maldonado. Enero 2018.
[2] Al respecto son dos iniciativas que el Gobierno ha promovido. Una es la implementación de la Política Nacional de Igualdad de Género, DS 008-2019-MIMP, abril 2019. Y, la segunda, la “Ley de paridad y alternancia de género”, que busca incrementar la presencia femenina en las listas de candidatos. Esta ley, que fue parte de la reforma política diseñada por el Ejecutivo, no entró en vigencia en la elección de congresistas de enero 2020.
[3] Lideresa Harakbut de la Comunidad de Puerto Luz. Participó como Auditora en el Sínodo Pan Amazónico. Octubre 2019.
Otoño 2020
Hna. Zully Rojas Quispe
Misionera Dominica del Rosario. Miembro del Equipo Itinerante “Bajo Madre de Dios”, comprometida en la Pastoral indígena del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado y participante en el Sínodo Especial para la Región Panamazónica.