El concepto de vocación y el deseo intrínseco por descubrir un propósito vital han sido elementos fundamentales para la construcción del devenir de cada generación. Tanto en los años turbulentos del baby boom como con la llegada de la era digital y más allá, la pregunta por la vocación y la búsqueda de significado han sido la estrella en el norte que ha guiado las elecciones, los caminos profesionales y las perspectivas de vida.
En el Perú, la guía vocacional y profesional para los jóvenes se ha convertido en un tema relevante en los últimos años. La falta de oportunidades laborales y la escasa asistencia de los sistemas educativos y de empleo han dejado a muchos sin la capacidad de tomar decisiones informadas acerca de su futuro. Además, las expectativas poco realistas de algunos jóvenes respecto a las opciones de carrera pueden llevarlos a elegir trayectorias que no se alinean con sus habilidades e intereses.
En medio de esta compleja realidad, el docente y antropólogo Óscar Sánchez ofrece una perspectiva contundente. Sánchez sugiere que los jóvenes de hoy se enfrentan a un panorama donde los grandes ideales han cedido el paso a la presencia dominante de un sistema económico neoliberal globalizado. De modo que, en esta dinámica, la valía personal se vincula estrechamente con la capacidad de generar recursos económicos, en medio de una «modernidad líquida», caracterizada por la autoexplotación y la fugacidad.
Todos estos factores complican la tarea de descifrar la dirección vocacional que deseamos seguir y que, en última instancia, influye en el sentido que damos a nuestra vida. En esta línea, Justo Zaragoza, director de Grupo Educación al Futuro, constataba ya antes de la pandemia que «tres de cada quince estudiantes abandonan sus estudios, mientras que otros dos optan por cambiar de carrera en el camino. De los cinco que llegan a terminar la carrera, solo dos señalan que volverían a estudiar lo mismo»[1]. Hoy, los niveles de incertitud no parecen ser menores.
«Yo tuve que descubrir mi vocación en el camino», expresa Ginna Borghesi, de 23 años. Ginna cursa actualmente el tercer ciclo de Educación Inicial en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y, con una convicción palpable, declara: «Siento que ahora estoy haciendo lo que realmente me hace feliz». Sin embargo, su camino no siempre fue tan claro. Inicialmente, Ginna estudió Aviación Comercial y se desempeñó en esa área.
La estudiante nos comparte que fue durante la época de la pandemia cuando comenzó a reflexionar sobre su vocación y proyecto de vida. «Me di cuenta de que podía morir simplemente al respirar. Entonces, me pregunté a mí misma: si muriera ahora, ¿lo haría haciendo lo que realmente me apasiona?» Fue en ese instante que decidió cambiar su rumbo inclinándose hacia el área educativa.
«Para mí la vocación es tener objetivos. Y el mío era estudiar Educación», comparte Ginna; así, revela que su proceso de discernimiento estuvo vinculado a descubrir un valor más social en su labor. «Fue entrar en contacto más directo con los niños pequeños, ayudar a moldear sus mentes, acompañarlos, enseñarles y guiarlos para que se sientan seguros estando conmigo».
Según Ginna, el sentido de la vida se alinea con la vocación cuando nos comprometemos a cumplir nuestras metas, cuando buscamos generar un impacto más significativo que trascienda nuestras propias experiencias en la búsqueda constante de nuestra felicidad. Para ella, este propósito se encuentra en el ámbito educativo. «Mi meta es educar a la próxima generación, enseñarles a ser más empáticos. Siento que estoy contribuyendo a la formación de niños bien preparados y, sobre todo, felices».
Aunque la vocación y el sentido de la vida adoptan matices únicos en cada individuo, resulta innegable que no solo son expresiones personales, sino que llevan consigo una connotación social profunda.
Juan Francisco Castro, decano de la Facultad de Economía y Finanzas de la Universidad del Pacífico, explica que él también encuentra en la vocación y el sentido de la vida una connotación social y de bienestar. «Entiendo la vocación como algo con lo cual me siento a gusto y es lo que me apasiona hacer», expresa. «Y para que mi vida tenga sentido, tengo que dejar un legado con lo que hago. Trascender a mi presencia en el universo y en el mundo».
Para él, estos dos conceptos están vinculados a la posibilidad de dejar algo significativo y duradero a través de su pasión. «Que mi paso por aquí no sea trivial, sino que trascienda, y que este proceso me brinde satisfacción y felicidad», añade.
Aunque la búsqueda de la vocación y del sentido de la vida adopta matices únicos para cada individuo, resulta innegable que estas no solo son expresiones personales, llevan consigo una connotación social profunda. En este enfoque más amplio, Juan Francisco y Ginna nos muestran la intersección crucial entre la vocación individual y su impacto en la sociedad, reforzando la idea de que la búsqueda de la vocación va más allá de un trayecto personal, ya que se convierte en una contribución significativa al bienestar comunitario.
Como economista de profesión, Juan Francisco comparte cómo ingresó a su carrera en busca de encontrar un propósito social en su desarrollo profesional. «Me interesaban más las personas que las cosas y me atrajo la definición de la economía como la ciencia social que busca comprender la toma de decisiones».
Juan Francisco recuerda también que, junto con su profundo interés en las personas y su comportamiento, el contexto político y social desempeñó un papel crucial en la formación de su vocación. En 1992, año en que ingresó a la universidad, el país atravesaba una intensa crisis social, política y cultural. Recuerda:
Mi curiosidad por comprender cómo un país puede deteriorarse fue la razón por la cual elegí estudiar Economía en lugar de Psicología. Me interesaba poder corregir y prevenir fallas en la política pública que podrían desencadenar crisis sociales y económicas, como la que vivimos a finales de los ochenta y principios de los noventa.
Por su parte, Rolando Ames, sociólogo, abogado y exsenador del Perú, afirma: «Al principio, consideré estudiar Medicina porque la noción de ayuda social estaba arraigada en mí. Mis padres se dedicaban al área de la salud, así que desde pequeño comprendí la importancia del médico en el hogar».
Al igual que Juan Francisco, Rolando también explica cómo el contexto histórico del país influyó en su formación vocacional. Recuerda cómo a finales de los años cincuenta, durante el declive de la dictadura de Odría, los problemas de justicia social comenzaron a cobrar relevancia a nivel nacional. «Tenía una inquietud muy personal por encontrar sentido a la vida, por eso decidí estudiar Filosofía», reflexiona Ames. «Y realicé mi licenciatura en Derecho porque era la carrera que más me permitía analizar cómo se organiza la sociedad y cuál es el rol del Estado en la construcción del país».
A pesar de las diferencias generacionales, es innegable que el contexto histórico, cultural y social ejerce una influencia determinante en nuestra elección vocacional. Evidenciamos que nuestras elecciones vocacionales no ocurren en un vacío, sino que están moldeadas por el entorno en el que nos desenvolvemos. Así, al comprender la influencia de nuestro entorno en nuestro proceso de discernimiento vocacional, podemos apreciar la importancia de considerar no solo nuestros propios deseos y habilidades, sino también el impacto que nuestras decisiones pueden tener en la sociedad que nos rodea.
En nuestra conversación, Rolando amplía la perspectiva al explicar que la vocación y el sentido de la vida se entrelazan en los ámbitos personal, social y también espiritual. «La vocación tiene una connotación más personal, pero el sentido de la vida está relacionado con algo más profundo. Es reconocer que poseemos una fuerza espiritual», reflexiona.
Asimismo, Ames destaca que la reflexión sobre el sentido y la vocación tiene una raíz cristiana al invitarnos a considerar que no existimos de manera aislada. Más bien, estamos conectados con la sociedad, nuestra familia, amigos y, de alguna manera, con el país.
El joven jesuita Rodrigo Villanueva comparte una perspectiva que se alinea con la de Rolando Ames. Él comprende el sentido de la vida en relación con nuestro vínculo con Dios. «La vocación es lo que te apasiona hacer y te permite vivir plenamente», expresa. «El sentido de la vida me permite conectar con lo que yo quiero y elijo libremente, ya que siento que también es lo que Dios desea para mí. Con la certeza de que Dios me quiere, busco vivir plenamente».
En este contexto, destaca que la vocación es una decisión renovada diariamente. Afirma:
No es algo que se decide y ya está. No es simplemente una elección que se realiza una vez y se da por sentado para toda la vida. Uno elige un camino, pero, al mismo tiempo, es un proceso que implica discernimiento y aprendizaje diario sobre cómo vivir mi vocación.
Para entender la relación entre estos dos conceptos y su connotación espiritual, Rodrigo evoca a san Ignacio de Loyola:
Él resalta la importancia de distinguir entre el bien particular y el bien más universal, enfocándose siempre en buscar este último. En mi vocación, busco encontrar esa plenitud comprendiendo que no se trata únicamente de satisfacer mis necesidades individuales, sino de trascender hacia un bien que beneficie a otros.
Rodrigo señala que todos estamos invitados a buscar ese bien más universal que nos permite no solo vivir plenamente nosotros mismos, sino también procurar que cada persona pueda descubrir su vocación y encontrarle sentido a su vida. «Mi vocación tiene sentido en tanto yo me puedo poner al servicio de los demás», asegura el joven jesuita.
A pesar de las diferencias generacionales, es innegable que el contexto histórico, cultural y social ejerce una influencia determinante en nuestra elección vocacional.
Después de explorar brevemente estos diversos relatos de vida, vemos que las voces recopiladas convergen en un mensaje unificado: la vocación nos llama a buscar la plenitud y a contribuir al bienestar colectivo.
En este mosaico, la vocación se entrelaza con el sentido de la vida y el discernimiento, conectando experiencias y aspiraciones. Desde la búsqueda de un propósito en la carrera profesional hasta el deseo de contribuir al bienestar general, cada relato refleja la influencia del contexto histórico, social y espiritual en nuestras decisiones. Sin embargo, esta misma atención al contexto histórico nos hace ser conscientes de que hoy muchos jóvenes no tienen esta experiencia integradora. Para Óscar Sánchez, «la vocación en la sociedad contemporánea es bastante individual y se encuentra sujeta a los intereses del sistema económico»; de modo que primero se prioriza cumplir con las demandas del «sistema» y luego se considera la dedicación a lo que uno verdaderamente desea. Ante esta perspectiva, surge entonces la pregunta: ¿Qué margen tiene el joven en las familias y círculos sociales de hoy para poner por delante sus anhelos vocacionales al momento de dar una orientación a su vida? Vale retener este tipo de interrogantes al abordar la pregunta por la vocación en la sociedad actual, sobre todo en la labor educativa o, en general, en la formación de personas.
En el viaje vocacional, el discernimiento nos guía y el sentido de la vida nos mueve a vivir con propósito y significado. Así, entre reflexiones íntimas y los anhelos más profundos, entre la búsqueda personal y la contribución colectiva, somos invitados a encontrar la esencia misma de nuestra existencia, en un continuo proceso de descubrimiento, crecimiento y realización.
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[1] Ríos, M. (2019, 8 de mayo). El 80% de escolares no sabe qué carrera profesional estudiar al terminar el colegio. Gestión. https://shorturl.at/jpqw2
Álvaro Fabián Suárez León
Revista Intercambio
Editor de la Revista Intercambio. Periodista y comunicador audiovisual. Bachiller en Periodismo por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.