La política en el Perú nos da tantas sorpresas y desilusiones que intentar predecir su actuar a corto y mediano plazo es más complejo que predecir una segunda o tercera ola de la Covid-19. Este artículo no busca reflexionar sobre coyunturas políticas, sino sobre la función vital que debe cumplir la política en una sociedad, considerando la pandemia como factor histórico crucial que trastoca la vida de los peruanos en todas sus esferas (sanitarias, políticas, sociales, económicas, etc.) sindemia
Básicamente la política es la búsqueda del Bien Común. Como toda definición puede entrar en el campo del conocer o del saber. Todos “conocemos” el término, más no lo “sabemos”. Saber viene del latín sapere (tener inteligencia, saborear, disfrutar). Así, la política desde el saber se convierte en un ideal interiorizado que embebe todo nuestro ser en sociedad, creando un vínculo existencial de gusto y necesidad por lo que produce bienestar. Buscar el Bien Común implica nuestra felicidad personal y como sociedad. Por un lado, el “bien” entendido no solo como material, sino sobre todo como lo que es bueno en tanto que genera bienestar, satisfacción y al mismo tiempo es correcto y honesto. Por otro lado, lo "común" nos identifica y relaciona con otros en una sociedad unida por la cultura, historia, etc. Así, la política sería el ideal y los medios para identificarnos como ciudadanos que logran su realización personal, vinculada necesariamente a la colectiva.
La política contemporánea se expresa bajo la forma de una democracia. Por tanto, no puede existir en abstracto. Esto requiere, por una parte, de un contexto-realidad desde el cual se nutre y proyecta. La historia nos muestra que la política ha comprendido los términos "bien" y "común" de manera diferentes. Por ejemplo, las guerras mundiales condujeron a la declaración de los Derechos Humanos Universales (impensables tiempos atrás) y a la constitución de la ONU. Por otra parte, la política exige la participación de todos los ciudadanos organizados como sociedad civil y su derecho de elección de autoridades para canalizar las proposiciones en la búsqueda de un Bien Común.
Hoy tenemos una guerra metafórica mundial llamada pandemia Covid-19. Aquí no hay bandos de países con intereses colonizadores. Estamos frente a un enemigo post-moderno globalizado que reconfigura la realidad.
Como dice el papa Francisco: todos estamos en la misma barca llamada sociedad encarando las tormentas. En esa barca unos van en primera, otros en segunda y otros como pueden o les dejan. Pero todos estamos en una sola barca, pues si la nave se hunde morimos todos.
Vivir en una sociedad exige de leyes que posibiliten ejercer a cabalidad los deseos del pueblo en un contexto determinado. Sin ellas la educación sería clasista, la salud de calidad estaría al alcance de unos cuantos, la economía beneficiaría a los grupos de poder generando exclusión y opresión. Lamentablemente es lo que pasa en el Perú. Quizá esto se deba a dos razones: i) un grupo de personas han buscado posiciones políticas en base a intereses personales, prostituyendo la política para convertirla en politiquería, y ii) el pueblo se desentendió de la política confundiéndola con la politiquería. Es hora de hacer distinciones de ambas, pues “el precio de desentenderse de la política es el ser gobernados por los peores hombres" (Platón).
No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Los refranes son sabidurías populares que condensan experiencias de la vida y nos invitan a la reflexión para dar pautas para la acción. Evidentemente nadie pide un mal para aprender, pero una vez que está allí podemos afrontarlos, como dice San Pablo: “Afligidos, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos” (2 Cor. 4, 8-9). El hecho es que la Covid-19 afecta a todos los peruanos y a la humanidad. En estos meses hemos experimentado nuestra vulnerabilidad, lo positivo y las limitaciones de lo virtual y de la tecnología, la comprensión de que la vida y la muerte dependen de las relaciones fundamentales con los “otros” para sentirnos bien física y emocionalmente… para vivir.
La lección mayor de la Covid-19 es que “somos con los otros”, donde la vida de cada individuo depende de los otros. Eso exige una convivencia social donde determinamos intenciones y regulaciones. Allí entra a tallar el “bien”, que nos ayuda a vivir plenamente en una sociedad; y lo “común”, que nos une para pasar del "sobrevivir" al despliegue de nuestras habilidades y potencialidades como personas que logran su esplendor en una sociedad mediante normativas definidas desde la política.
Igualdad, libertad y fraternidad fue el lema de la revolución francesa. Revolución política que luchó por el bienestar para todos como comunidad. Apostó por la libertad para construir conjuntamente una sociedad que despliegue lo individual en relaciones societales. Hoy, más que igualdad, deberíamos buscar la equidad: permitir las condiciones mínimas comunes en educación, salud, economía, etc., para que todos tengamos un buen vivir. Pero no puede haber igualdad ni libertad sin el cimiento de la fraternidad. Sin la empatía fraterna, las libertades y la igualdad-equidad quedarán políticamente en manos de unos cuantos y, entonces, realmente no habrá ni libertad ni igualdad. Como dice el papa Francisco: todos estamos en la misma barca llamada sociedad encarando las tormentas. En esa barca unos van en primera, otros en segunda y otros como pueden o les dejan. Pero todos estamos en una sola barca, pues si la nave se hunde morimos todos. Sin embargo, hay otra opción, salir a salvo de la tormenta juntos, sin importar el billete que se pagó, y así estar más fortalecidos para afrontar las vicisitudes de la vida. La única escapatoria para la plena realización personal y colectiva exige fraternidad.
La pandemia nos restregó en la cara las grandes falencias del país. Más allá del factor exógeno del virus importado, constatamos que tenemos varios virus en el país que, conjugados, se transforman en una sindemia biológica y política.
Una de las funciones principales de la historia es poder analizar causas y consecuencias para, de este modo, no caer en los errores del pasado y contar con mayores recursos para afrontar el futuro. Sin embargo, pareciera que los peruanos no aprendemos de las lecciones que nos da la historia; y así nos creímos el cuento de que somos un país de renta media alta que está superando la pobreza, que oferta una educación de calidad, que cuenta con seguros de salud sólidos, con un boom inmobiliario que hace pensar que podemos tener un techo seguro, con una industria minera y agroexportadora bien rankeadas internacionalmente, pero que se desarrolla en pueblos que siguen viviendo en la miseria. La pandemia derrumbó el castillo de naipes ilusorio. Hoy el sistema de salud, de educación y la economía se desploma.
Así, desde una perspectiva política, somos un país que sigue pensando en el bien particular. La corrupción está enquistada en todos los niveles: autoridades políticas, empresarios y ciudadanos de a pie; mientras las instancias públicas están desarticuladas y corrompidas. El Poder Judicial no funciona eficientemente para la gran mayoría y resuelve casos de manera exprés según conveniencias. El Congreso (al menos los tres últimos) no refleja la voluntad popular. Basta ver las encuestas que lo deslegitimizan y las protestas/marchas expresando claramente que sus miembros no representan al pueblo. Además, como Poder Legislativo, su función principal debe ser establecer leyes que recojan la voluntad del pueblo para una mejor convivencia, pero lamentablemente sigue focalizado en la caza de brujas de algunos, en los encubridores de corruptos, en productores de desestabilidad política, y todo esto para conseguir beneficios particulares. El gobierno de Vizcarra hizo sus mejores esfuerzos, pero su gran fracaso fue establecer políticas centralistas desconectadas de la realidad de la gran mayoría de los ciudadanos que poseen una riqueza intercultural.
Y qué decir de una parte del empresariado desconectado del dolor del pueblo y garrapateado al lucro. Farmacias y muchos comercios siguen abusando de los pobladores, algunas industrias (minera, eléctrica y de agroexportación) cuentan con beneficios y privilegios tributarios que enriquecen a pocos y condenan a la pobreza a muchos. ¿Consideran el desarrollo de la población?, ¿pagan proporcionalmente la misma cantidad de impuestos que la mayoría de contribuyentes?, ¿se ocupan del desarrollo de las comunidades donde intervienen, o le echan la culpa al Estado y autoridades locales por no contribuir en el desarrollo donde actúan?, ¿respetan el medio ambiente, la consulta con los pueblos originarios? Dolorosamente la respuesta es no. Se compran dirigentes para hacer creer a la población que un futuro mejor les tocará por chorreo.
Y qué decir de los partidos políticos… Su función es garantizar una democracia que persigue el bienestar común. Sin embargo, la gran mayoría de ellos son vientres de alquiler para arribistas que confabulan alianzas desarraigadas de programas ideológicos partidarios y desconectados de la voluntad popular. Pareciera que la política peruana en tiempos de pandemia, en vez de ser piedra de toque para construir un Perú fraterno, libre y equitativo, se convierte en otro caballo de Troya para engañar y beneficiar las ansias de poderes dominadores y explotadores.
Es tiempo de reconsiderar la pandemia como posibilidad de reconstruir un país que, a puerta del bicentenario de la independencia, sigue siendo dependiente de la colonización postmoderna, basada en manipulaciones ad intra y ad extra.
No sabemos cuánto tiempo durará esta pandemia o sindemia política y biológica. Pero lo que vamos viviendo afecta a todos los peruanos. Es tiempo de reconsiderar la pandemia como posibilidad de reconstruir un país que, a puerta del bicentenario de la independencia, sigue siendo dependiente de la colonización post-moderna, basada en manipulaciones ad intra y ad extra.
Sin embargo, no todo está perdido. En estos meses surgieron buenas iniciativas, como Resucita Perú Ahora (promovido desde la Iglesia católica por el Cardenal Barreto), diversas instituciones públicas y privadas han dado soporte a la población. Pasemos del soporte, del atender emergencias, y busquemos alternativas solidarias que cimienten el desarrollo del Perú desde políticas democráticas para impulsar el crecimiento del país.
En este sentido, creemos que debemos establecer políticas nacionales que posibiliten y consoliden los siguientes aspectos fundamentales para crecer como país:
Los avatares de la vida empañados por la pandemia o sindemia nos abre dos caminos: perpetuar la discriminación, exclusión, el beneficio particular y la marginación de muchos; o tener la capacidad de enfrentarnos a los retos de la vida como pueblo, sociedad civil y autoridades para desplegar nuestras alas como nación. La política puede renovarse para inspirar y actuar porque amamos este país. No le echemos la culpa a otros. Hoy nos toca ser los constructores del país que aspiramos, en el cual la política considere nuestros anhelos y luchas para construir el futuro que queremos y soñamos.
Verano 2020 / 2021
Carlos Silva Canessa, SJ
Delegado Provincial de Justicia Social y Ecología. Director de la revista INTERCAMBIO.