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Edición Nº 30

¿Profesionalizar el ejercicio político en la Región Cusco?
1 de marzo, 2015

Aunque esta prueba de juntar palabras como “profesión” y “política” pueda ser impropio en el mundo de los que las entienden a profundidad, en la Región del Cusco hemos presenciado un nuevo albur en la competencia electoral del 2014: el desenfoque del individualismo de la representación política.

Ciertamente que nosotros los electores tenemos una alta predilección por conocer a los candidatos, nos apasionamos con sus historias, de dónde provienen, qué consiguieron y, claro, qué podrán hacer una vez asidos del poder de gobierno. Tanta es la importancia que les damos a los candidatos que olvidamos el entorno que los rodea, el respaldo institucional que gira alrededor de la persona.

Este vicio de nosotros los ciudadanos ha dado la posibilidad a los mandatarios de asumir posturas mesiánicas, desconectadas del verdadero ejercicio político; es decir, aquél que solo se puede gestar en conexión con el “civilitas”, siendo ello la génesis del descrédito que tiene la población respecto a la posibilidad de que un Gobierno constituido por una clase política pueda representar legítimamente el poder emanado del propio ciudadano.

Una de las respuestas que hemos inventado nosotros los cusqueños ante la crisis que afecta a los Gobiernos (es decir: la corrupción, la poca eficiencia y capacidad para ayudar a resolver problemas en las ciudades) es que vamos dejando de creer menos en las personas y elevamos nuestra esperanza a los equipos de trabajo.

Así lo ha demostrado la última competencia electoral para el puesto de Presidente Regional, que en la segunda vuelta confrontó a dos agrupaciones regionales: APU y Kausachun Cusco. Como pocas veces se ha visto, la estrategia que comulgó a las dos agrupaciones estuvo diseñada en base a mostrar a la población cusqueña mucha robustez en el diseño técnico de sus propuestas, el respaldo de los profesionales que elaboraron los planes de gobierno y quienes podían respaldarlos en los debates.

Por primera vez el mundo mediático (preocupado totalmente por la vida de los candidatos, su pasado, su entorno familiar, sus amigos y conexiones) gravitó sus noticias para acusar a los equipos técnicos que respaldaban a las agrupaciones políticas; los invitaron a debatir las propuestas, a expresarse cara a cara sobre la vaguedad de los planteamientos, la imposibilidad de lo que se presentaba, o quizá también sobre coincidencias válidas de lo que uno y otro manejaban en su discurso.

Avanzando de esta manera, los cusqueños creímos que la crisis de los partidos políticos se apartaba de nuestra región. Imaginamos que existían pocas agrupaciones que concentraban cada una de ellas las opciones de la población, nos sentimos en una nueva etapa. En realidad descubrimos una nueva etapa, en la que otorgar todo el credo a una sola persona es una situación de mucho riesgo; por tanto, para disminuirlo, la fórmula consiste en saber cuál es el equipo que respalda el pensamiento partidario.

Se dio paso así a una nueva crónica de eventos. Debates organizados por universidades, por entidades nacionales, por colegios profesionales, inclusive por la prensa cusqueña que invitó a los equipos técnicos para que presentaran las líneas de los planes de gobierno, sustentaran las alternativas técnicas a problemas regionales de mucha opinión (como lo relacionado al gas, el aeropuerto internacional, el turismo, las vías de acceso a provincias, la corrupción y la destrucción de nuestra riqueza ambiental).

Quizá lo dicho por los políticos argentinos, acerca de “creer en el gobierno de la opinión pública”, se pudo implantar en nuestra región, al menos por unos meses; quizá se haya dado un gran paso hacia modernizar nuestro ejercicio político y democrático, no lo sabremos, al menos en el corto plazo; pero un gran mensaje ya se ha dado y consiste en entender que sólo las instituciones políticas, aquellas que invierten en sus organizaciones, que refrescan su pensamiento con evidencia empírica y otorgan remozadas e imaginativas formas de ver los problemas de la vida pública, son las que al final podrán prevalecer en el imaginario social.

Cambiar el autismo político y el egocentrismo de sus representantes será la nueva marca de nuestra vida pública, al menos eso esperamos, ya sea para nuestra región como también para lo que proyectamos como cusqueños.


Juan Igor Elorrieta A.

Centro Guamán Poma de Ayala (Cusco).

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