Introducción
Los últimos sucesos en Puno, ocurridos a partir del 7 de diciembre de 2022 hasta fines de marzo de 2023, han puesto en tela de juicio la gobernabilidad, la democracia y la representación política para muchos aymaras, quechuas, uros y mestizos del área rural y urbana. Esto producto del quiebre de la democracia el 7 de diciembre de 2022, con el golpe de Pedro Castillo, la asunción de Dina Boluarte como Presidenta de la República por sucesión constitucional y un congreso deslegitimado y polarizado. Estos antecedentes han generado protestas y descontento en la población, especialmente en los pueblos profundos del sur. La agenda de Castillo se centró en la nueva constitución y el proceso constituyente, así como en la promesa de revertir la pobreza mediante la recuperación de las deudas acumuladas por las megaempresas transnacionales que operan en el Perú.
En última instancia, cabe preguntarnos por qué la población quechua, aymara, uro y mestiza de Puno no ha renunciado a las movilizaciones, y por qué exigen la renuncia de Dina Boluarte y la convocatoria a una nueva asamblea constituyente. Entonces, ¿por qué es difícil el diálogo para resolver el conflicto y cuáles son los obstáculos para una gobernanza desde Puno? Estas y otras interrogantes encuentran su sustento en la particularidad de la composición étnica de la región. Por otro lado, Puno es una de las regiones altiplánicas que limita con Bolivia, y los aymaras peruanos tienen un vínculo histórico con los aymaras de Bolivia.
Puno: Aymaras, quechuas y uros. El diálogo intercultural desde otra perspectiva
Para aproximarnos al diálogo intra e intercultural desde la lógica andina, es necesario explorar la cosmovisión andina, la lógica de comunicación, la lengua indígena, la administración y resolución de conflictos, y, sobre todo, el rol de la palabra "como ley" y las espiritualidades; finalmente, su sistema de organización comunal.
Cuando uno visita a las asambleas comunales, siempre está presente la autoridad comunal: presidente comunal, teniente gobernador, otras autoridades comunales, el presidente de las rondas campesinas y también participan las mujeres. Estas autoridades representan a sus comunidades, centros poblados, parcialidades y organizaciones, llevando la voz de la comunidad hacia espacios de gobierno local y regional. Asimismo, informan en las reuniones comunales sobre las gestiones realizadas ante las autoridades y también sobre el proceso social político que ocurre a nivel local, regional y nacional. Estos diálogos, informes y conversatorios en muchos casos se realizan en su lengua materna, quechua o aymara.
Por ejemplo, en las comunidades aymaras, en cuanto a la resolución de conflictos, es necesario identificar sus diferentes tipos: conflictos familiares, intracomunales e intercomunales. Incluso un conflicto puede empezar siendo pequeño y luego agravarse, centrándose en la delimitación de tierras, peleas, entre otros. Estos conflictos se resuelven en la comunidad con la participación de las autoridades comunales. Por otro lado, los tenientes comunales y ronderos ejercen la administración de la justicia comunal. Esta forma de resolver los conflictos es rápida y se soluciona sin necesidad de prolongarlos por mucho tiempo.
En muchas comunidades aymaras y quechuas, el sistema de organización comunal responde a los contextos comunales y locales. En la zona aymara, sea en una comunidad campesina, en una parcialidad o en un sector, siempre están dando la cara junto al presidente comunal, sus directivos comunales y el teniente comunal, conocido como “jilaqata”. Este último lleva una indumentaria de autoridad junto a su pareja, de manera que el ejercicio de la autoridad es dual: “Chacha- warmi”. En cambio, en la zona quechua, quienes tienen mayor aceptación son el presidente comunal, el presidente de las rondas campesinas y el teniente comunal. En todos los contextos, quechua, aymara y uro, se discuten en las asambleas o reuniones comunales los problemas de la sociedad, la política, la educación, la salud, el desarrollo, entre otros temas propios del “desarrollo comunal”. En las discusiones, análisis y acuerdos, priman los idiomas quechua o aymara. Se trata de acuerdos comunales que todos deben acatar.
Economía local y forma de movilidad social.
En las comunidades rurales la economía se centra principalmente en la agricultura, ganadería y crianza de camélidos sudamericanos en las zonas más altas. En la selva puneña, se cultiva café y frutales; además de la artesanía, elaboración de chompas, chalinas y otros productos a base de lana de alpaca. Por último, las ciudades de Puno, Ilave y Juliaca se han convertido en lugares de migración, crecimiento del comercio local y centros de estudio para el progreso familiar.
La movilidad social del campo hacia la ciudad no es reciente en el altiplano, ya que siempre ha habido migraciones temporales o definitivas hacia la costa por motivos de trabajo, educación y comercio. En la actualidad, esta migración ha aumentado y ha configurado la composición social, económica y política del sur de Perú, en particular en términos de dinámicas locales. En otras palabras, en las ciudades intermedias se ha fortalecido la organización de barrios, asociaciones de transportistas, comerciantes, feriantes y otras formas de organización urbana.
Muchos de los dirigentes son aymaras, quechuas y muchos de ellos tienen educación superior, técnica o secundaria. Estas formas de organización social en contextos rurales y urbanos se consolidan cuando el gobierno o el Estado ataca sus intereses, como la educación, la salud y el desarrollo local. Además, enfrentan el racismo y la discriminación, que se manifiesta en expresiones y calificativos como: “Puno no es el Perú”, “senderistas”, “son evistas”, “contrabandistas”, “mineros informales”, entre otros. Esto genera aún más confrontación entre las “naciones quechuas y aymaras” y el Estado peruano.
¿Existe alguna ruta de solución al conflicto y de diálogo de igual a igual?
Algunas pistas o formas de diálogo de igual a igual deben partir de un enfoque intercultural crítico y no de imposiciones o posturas autoritarias y discriminatorias del Ejecutivo, Legislativo y Poder Judicial.
El conflicto social ha dejado huellas y heridas en la población surandina. La masacre, el enfrentamiento y la muerte de más de 70 seres humanos han generado heridas profundas, ligadas al racismo, la vulneración de derechos colectivos, derechos humanos y el quiebre de la política.
El conflicto social ha dejado huellas y heridas en la población surandina. La masacre, el enfrentamiento y la muerte de más de 70 seres humanos han generado heridas profundas, ligadas al racismo, la vulneración de derechos colectivos, derechos humanos y el quiebre de la política. En concreto, la participación política de sectores excluidos, de campesinos e indígenas se ve afectada. En definitiva, el debate se centra en la "nueva forma de participación política" con enfoque intercultural y no en un grupo de élite blanco mestizo que no los representa. Por otro lado, la terquedad de la izquierda y la derecha radicales no contribuye a construir puentes de diálogo. En las comunidades surandinas, el diálogo es fundamental y ello implica conocer sus formas de gobierno, identidad, lengua y cosmovisiones. Incluso el diálogo político y social debería realizarse en las lenguas aymaras y quechua.
En el sur andino, la forma de gobernar y reprimir del ejecutivo se ha convertido en una provocación. Tampoco existe, en los actores políticos de la élite blanco mestiza y del ejecutivo una asunción de responsabilidades y un reconocimiento de los hechos, como la masacre y muerte de muchos inocentes quechuas y aymaras. Esto genera más odio y hace que no se exprese ni se comprenda la participación y democracia desde los territorios indígenas.
La protesta social e indígena no ha estado marcada por el deseo de "disminuir las desigualdades sociales, económicas, la pobreza", sino por las demandas de "políticas desde abajo": participación y representación política, y un cambio desde las bases en la forma de gobernar, es decir, el "mandar obedeciendo". Esto implica una reforma del Estado y una Asamblea Constituyente con un enfoque intercultural e interepistémico de diálogo de saberes y conocimientos sobre política, democracia, justicia y salud. En otras palabras, se trata de construir un Perú desde el sur con ingredientes de epistemologías indígenas.
Finalmente, el conflicto y el diálogo implican el reconocimiento del “otro”, del indígena que reclama el “poder político”, y no una solución basada en la típica “asistencia social”. Ahí radica la diferencia en el ejercicio del poder y la democracia comunal desde abajo.
Conclusiones
El altiplano peruano, en particular la región de Puno, es una de las zonas que presenta mayor diversidad de culturas y lenguas. Entre ellas se encuentran el aymara, quechua, uro y mestizo. Además, esta región alberga una rica biodiversidad en diferentes pisos ecológicos. En la selva puneña, encontramos una amplia variedad de flora y fauna, y el café se ha convertido en uno de sus principales productos representativos. Alrededor del lago Titicaca, destacan la crianza de truchas y un atractivo paisaje geográfico para el turismo vivencial. En la zona de los Andes, la crianza de camélidos sudamericanos es una actividad relevante.
Por otro lado, históricamente, Puno ha sido una de las regiones que más ha respondido al gobierno de turno con protestas, luchas y paros para que se atiendan sus demandas. Y así, a través de sus luchas y reclamos, ha logrado el desarrollo y bienestar de su población.
El historiador José Luis Rénique, en su obra "La batalla por Puno: Conflicto agrario y nación en los Andes peruanos" (2016), sostiene que en la etapa posterior a la reforma agraria se produjo un conflicto agrario en Puno. Durante esta etapa, los campesinos, en su mayoría de origen indígena, lucharon por la recuperación de las tierras. Esta batalla por Puno buscaba, en síntesis, la construcción de la nación peruana, impulsada por los actores políticos, la Iglesia sur andina y los campesinos indios. Era la demanda por el derecho a una ciudadanía diferenciada.
Los hechos, como la masacre y la pérdida de vidas humanas, quedarán en la memoria de la población peruana y del sur andino. Si, por otro lado, no se construyen participación política y democracia con rostro indígena e intercultural, en el futuro crecerá el rechazo hacia la forma de gobernar del Ejecutivo, el Congreso y el Poder Judicial. Cada vez que los ministros y el Ejecutivo visitan el interior del país, hay una respuesta de rechazo y se les llama “carniceros”, “asesinos”, o se utilizan expresiones como “Dina renuncia” u “Otarola y Dina a la cárcel”.
Invierno 2023
Rolando Pilco
Instituto de Estudios de las Culturas Andinas - IDECA
Instituto de Estudios de las Culturas Andinas - IDECA