Si le preguntamos a diferentes peruanos y peruanas qué es lo que le desean o esperan del actual gobierno, con toda seguridad, encontraríamos personas que responderían que esperan que le vaya bien o muy bien, y personas que de modo directo o indirecto dirían que esperan que este no sea el caso. En un primer momento puede resultar extraño que existan personas que estén esperando que este gobierno fracase. Por qué razones algunas personas podrían estar deseando que a este gobierno le salgan mal las cosas cuando se puede dar por descontado que ello implicaría un conjunto de consecuencias negativas para el bienestar de la mayoría de peruanos o de una gran parte de ellos. En esta misma dirección, cómo es que se podría justificar esta actitud que puede ser considerada como autodestructiva. La idea empieza a ser menos extraña si se considera que el triunfo electoral de Ollanta Humala significó la derrota de otras alternativas y que existe la posibilidad de que este nuevo gobierno no termine favoreciendo a los grupos e individuos que han sido, sistemática e ininterrumpidamente, los principales beneficiados durante el último gobierno[1].
Dejando de lado por ahora a quienes muy difícilmente van a reconocer algún rasgo positivo en este nuevo gobierno, qué se puede decir de quienes esperamos que su gestión sea exitosa o, por lo menos, mejor en varios aspectos a las gestiones anteriores. Para comenzar, que aún cuando las razones que dan pie a esta actitud positiva pueden ser de diferente naturaleza, es posible identificar algunos elementos comunes que pueden contribuir a que se materialicen esos buenos deseos. Afirmar que un gobierno democrático necesita de una oposición activa y leal, y de una ciudadanía vigilante, es una generalidad que no aporta mucho a esta discusión. En este sentido, lo que puede terminar siendo una clara ventaja para el gobierno de Ollanta Humala es la presencia de diferentes instituciones y personas que puedan mirar sus principales políticas planteadas y ser capaces de reconocer los aciertos, expresar inquietudes y señalar posible riesgos y errores.
A continuación, presento dos ejemplos que creo reflejan bastante bien esta posibilidad de apoyar a este nuevo gobierno desde una postura crítica y constructiva a la vez. En primer lugar, frente a la última medida adoptada en relación con la alta jerarquía de la Policía Nacional del Perú (pasar al retiro a algo más del 60% de los generales que se encontraban en actividad), es muy difícil no estar de acuerdo con que algo había que hacer con esa institución en aras de luchar de manera más eficiente contra la criminalidad y combatir la corrupción al interior de ella. Lo que habría que considerar y discutir es si este tipo de decisiones son las más adecuadas para conseguir esos dos grandes objetivos. En esta línea, Gustavo Gorriti ha llamado la atención sobre por qué si el objetivo era mejorar la seguridad ciudadana y enfrentar la corrupción se han pasado al retiro a buenos y malos generales al mismo tiempo. Se pregunta, además, teniendo en cuenta experiencias no muy lejanas, qué es lo que realmente se busca con una decisión que ha mezclado a buenos y malos generales, mejorar o debilitar a esta institución. Siguiendo con esta línea de argumentación, Gorriti ha apuntado a que esto es precisamente lo que suele suceder cuando se encarga a militares (en actividad o en retiro) el mando de los ministerios del Interior y Defensa (Caretas, 13 de octubre del 2011).
De manera similar, Ricardo Uceda (Poder, septiembre del 2011), ha reconocido sin problema alguno los diferentes aciertos de la nueva política de lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, y al mismo tiempo, ha afirmado que una de las principales debilidades de la nueva estrategia propuesta (prevención, reducción de cultivo ilícitos, interdicción, desarrollo alternativo, etc.) es que muy probablemente si falla una de las partes, fallará el resto. De la misma manera, ha llamado la atención sobre el importante desfase que parece existir entre algunos cálculos en torno a lo que costaría financiar esta nueva estrategia y lo que, por el contrario, pretende gastar este nuevo gobierno. Es decir, existe la posibilidad de que esta nueva estrategia contra el narcotráfico no pase de ser un conjunto de buenas y novedosas ideas desarticuladas y pobremente financiadas.
Para concluir, por qué entonces son tan importantes este tipo de reacciones frente a algunas de las primeras medidas adoptadas por este nuevo gobierno. En primer lugar, porque muy difícilmente se podría afirmar que se trata de representantes de ese grupo de críticos permanentes que parecen estar sobre todo interesados en el fracaso del gobierno. Muy por el contrario, diera la impresión de que el interés de personas como Gustavo Gorriti y Ricardo Uceda es generar un debate que en última instancia ayude al gobierno a tomar mejores decisiones y a enmendar el rumbo en algunas ya tomadas. Segundo, porque esta actitud crítica y constructiva a la vez puede fácilmente replicarse en otras áreas y sectores del gobierno (educación, salud, promoción de la inversión, desarrollo de infraestructura, etc.). Finalmente, porque señalamientos como los que hacen Gorriti y Uceda no responden a esa visión tan excesivamente restringida y conservadora—y no pocas veces claramente interesada—en torno al tipo de acciones que un gobierno puede tomar. Por lo tanto, no existe contradicción alguna entre desearle lo mejor a este gobierno y señalar sus posibles errores. Le va a tocar a los gobernantes de turno distinguir entre la buena y la mala voluntad de las críticas y cuestionamientos que de seguro le lloverán durante los próximos años. Poder hacer estas distinciones será una buena garantía para no alejar a quienes deseándole lo mejor a este gobierno, no nos sentimos obligados a defenderlo y justificarlo en cualquier circunstancia o situación.
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[1] Con la ironía de siempre, Alberto Vergara (Poder, septiembre del 2011) ha dicho que el segundo gobierno de Alan García no ha sido un gobierno pro-mercado, ha sido principalmente un gobierno pro-empresarios.
Publicado en diciembre 2011
Jorge Aragón Trelles
Politólogo. Docente en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y la Pontificia Universidad Católica del Perú.