¿Por qué estoy en el teatro?
“Hace tiempo vi una obra que se presentó aquí; en ella vi como todos los chicos y chicas expresaban sus sueños y metas, pero lo que más me llamó la atención es que no tenían temor a las críticas; expresaban sus sentimientos ante muchas personas con total seguridad. Vi cómo se apoyaban y cuidaban todos fuera del escenario (…) Estoy en el teatro porque sé que es una oportunidad única donde puedo descubrirme”.
En este breve texto Jessica, una de las jóvenes participantes en el Proyecto de Artes Escénicas que desde hace tres años desarrollamos en el Penal Modelo Ancón II, narra cuál fue la impresión que tuvo cuando vio nuestra primera obra presentada en el penal y por qué decidió incorporarse al grupo. La obra “Viajo por tus sueños” (2014) mostraba, a manera de metáforas, imágenes, textos y momentos donde se plasmaban cuáles eran los sueños (tanto metas e ideales, como los que aparecen desde el inconsciente) más representativos de los jóvenes participantes en el taller, que en ese primer año llegaban a treinta y cinco. Cantar a la madre que ya partió para siempre con la promesa de ser alguien mejor; proteger a la familia de las tormentas de la vida diaria; reencontrarse con el hijo a quien ya no verás más o sentir y experimentar la tan deseada libertad. Estos sueños, que podemos compartir todas las personas, adquieren un poder particular cuando son evocados y puestos en escena por un grupo de jóvenes, varones y mujeres, que, por malas decisiones y entornos familiares y sociales difíciles, terminaron desde muy jóvenes, internos en un penal.
Este proyecto es impulsado por la Facultad de Artes Escénicas de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) en convenio con el Instituto Nacional Penitenciario (INPE) y busca generar un espacio de reflexión a través de las artes escénicas que aporte al proceso de internamiento de los jóvenes participantes; un espacio que ofrezca un camino de revisión personal desde la sensibilidad y la empatía con el otro. Este proceso se vive de manera colectiva, no puede entenderse de otra manera, es siempre compartido; tanto en el proceso como en el resultado final: una obra. Familiares, amigos, personal del INPE, comunidad PUCP y comunidad en general han formado parte del público de nuestras obras, las que hemos presentado tanto en el penal como fuera de él[1].
Soy artista escénica desde los 21 años, mis primeros años en el mundo del teatro fueron en el escenario. En ese lugar descubrí muchas dimensiones de mi ser, me reencontré conmigo misma y con el mundo que me rodeaba. El escenario se convirtió en un espacio de reflexión y transformación desde donde podía comunicarme y construir con los demás. Fue quizás por esa experiencia fundante de mi vida que decidí compartirla con otros, con quienes intuitivamente pensé podía aportar a hacer posible un encuentro humano necesario y urgente. Mi experiencia universitaria en la PUCP, y un contacto profundo con la espiritualidad ignaciana, marcaron significativamente mi vida: buscar, aunque suene utópico, la construcción de una comunidad humana justa, con equidad, sin diferencia ni jerarquías; donde el significado del amor radica en ponerte en el lugar del otro y pensar el mundo desde ahí; sentir el dolor, la necesidad y también las alegrías de los otros como las propias.
Empecé a elaborar y proponer mi trabajo artístico en otros espacios, para y con otras personas: adolescentes en conflicto con la ley, jóvenes artistas de zonas vulnerables, etc. Poco a poco fui colocándome fuera de la escena para mirar y escuchar no al mundo, sino a las personas que lo habitan desde ahí.
Siempre he pensado que la cárcel es el último lugar al que debería llegar un joven. En nuestro país, cada vez son más los jóvenes que optan por la violencia, la marginalidad, la delincuencia y la muerte. Optan por ese camino, en muchos casos, porque no hay otra alternativa para sobrevivir, porque como sociedad no les brindamos otras opciones, porque jamás escucharon un “te quiero”, “vales mucho”, “tú lo puedes lograr”.
Considero que el teatro o el arte no es algo que existe fuera del ser humano, es él quien le da sentido, lo hace posible. El poder de nuestro proyecto no parte únicamente de la metodología que desarrollamos con los maestros que forman parte del equipo (equipo con el que persistimos hace tres años), o del apoyo institucional (ambos elementos clave y de gran importancia). El poder de este proyecto surge principalmente del compromiso, la entrega, la honestidad y responsabilidad que todos los jóvenes que han formado parte de él han asumido y la conciencia de lo que significa a cabalidad formar parte de una comunidad.
En el 2014, con ocho meses de embarazo, entré por primera vez a un penal, al Penal Modelo Ancón II. Conocí a los jóvenes que están aquí cumpliendo una pena por un delito cometido y me llevé la sensación de la necesidad de generar un espacio que vuelva a conectarlos con su juventud, inocencia, vulnerabilidad, imaginación, alegría y sensibilidad. Además, con la certeza de que este espacio debía ser mixto, es decir, que sean varones y mujeres quienes construyan juntos la experiencia. El Penal Modelo Ancón II está formado por módulos, la población masculina y femenina está separada, no interactúa cotidianamente. Este es el primer proyecto del INPE en el que internos e internas participan en una actividad artística que tiene periodicidad en el tiempo. Quizás al inicio había un poco de temor o recelo frente a la propuesta, pero con el tiempo los resultados positivos obtenidos, principalmente por el esfuerzo y compromiso de los participantes, fue menguando el miedo y dando paso a la confianza y la fe.
"En nuestro país, cada vez son más los jóvenes que optan por la violencia, la marginalidad, la delincuencia y la muerte.
Optan por ese camino, en muchos casos, porque no hay otra alternativa para sobrevivir, porque como sociedad no les brindamos otras opciones".
El corazón de la propuesta en términos artísticos se basa en jugar, experimentar nuevamente la infancia, en muchos casos postergada o negada. Jugar, respetando las reglas, respetando a quien juega conmigo. El juego es el camino para que sea el cuerpo el que piense, sienta y crea con el otro. Así el penal, ese espacio represor, punitivo, cargado de estigmas, se va transformando y reconfigurando como un espacio de libertad. La imaginación, la creación, la propia voz adquiere un valor y cobra un sentido positivo. Jessica observa en su texto que los participantes de la obra “no tenían temor a las críticas; expresaban sus sentimientos ante muchas personas con total seguridad”, y es que, durante todo el proceso, la experiencia de vida es la matriz que genera la propuesta escénica. Elaboramos obras basadas en la experiencia de vida y en la producción de discursos urgentes y necesarios de ser dichos y compartidos. Cartas, sueños, fotografías y objetos familiares, autorretratos y pinturas, canciones, han sido algunas de las rutas a través de las cuales hemos podido llegar al corazón de cada una y uno de los participantes, y construir procesos humanos sensibles y honestos que dieron forma a nuestras obras: “Viajo por tus Sueños” (2014), “Desde Adentro: Historias de Libertad” (2015) y “Mi familia y yo”.
En términos éticos, el corazón de nuestra propuesta es creer. Creer en los jóvenes con los que trabajamos y en su potencial para construir positivamente, creer en nosotros mismos y en el colectivo que formamos. Creer también en la posibilidad y poder transformador del arte cuando este, a través de la acción humana, busca generar encuentros despojados de prejuicios, miedos, culpas, diferencias. Encuentros que surgen desde la sensibilidad, empatía, desde la capacidad de identificarte con el otro, de hacer tuyos los sueños o los miedos de tus compañeros.
Tengo la sensación de que mis palabras no se dan abasto. Estas palabras no son suficientes para poder expresar todo lo que hemos podido descubrir, confrontar, procesar y vivir, los últimos tres años de nuestra vida compartida dentro de este gran proyecto de artes escénicas que cada martes, jueves y viernes, venimos realizando en el Penal Modelo Ancón II.
Ser un hombre para los hombres, ofrecer cada acto como un acto de amor y fe, es algo que este proyecto pone en marcha y hace posible. Lo hacemos todos los que formamos parte de él, todos los que lo hacen posible de manera directa e indirecta; como una gran comunidad humana, aquella a la que con nuestros tropiezos e inevitables errores (que también nos engrandecen) deberíamos aspirar a ser.
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[1] “Viajo por tus sueños” (Penal Modelo Ancón II, 2014); “Desde adentro: Historias de libertad” (Coliseo Polideportivo PUCP, 2015; Ex Penal San Jorge 2016; Universidad Antonio Ruiz de Montoya, 2016) y “Mi familia y yo” (Penal Modelo Ancón II, 2016).
Otoño 2017
Lorena Pastor Rubio
Licenciada en Artes Escénicas por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Docente y coordinadora de la Especialidad de Creación y Producción Escénica de la Facultad de Artes Escénicas.