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Edición Nº 38

Sociedad Educadora: ciudadanos que se comprometen con su comunidad
6 de julio, 2017

El Estado Peruano ha manifestado su voluntad respecto a la promoción de una sociedad educadora, situación que se expresa en los principales documentos normativos de la política educativa, como la Ley General de Educación y el Proyecto Educativo Nacional.

En la Ley General de Educación Nº 28044 se afirma: “La sociedad tiene el derecho y deber de contribuir a la calidad y equidad de la educación…. y se convierte en sociedad educadora al desarrollar la cultura y los valores democráticos”. Asimismo, se menciona que “la calidad de la educación es el nivel óptimo de formación que deben alcanzar las personas para enfrentar los retos del desarrollo humano, ejercer su ciudadanía y continuar aprendiendo durante toda la vida”.

Consideraciones que se ratifican en el Proyecto Educativo Nacional al 2021, documento donde se precisa, como uno de los objetivos estratégicos, la responsabilidad de promover una sociedad que educa a sus ciudadanos y los compromete con su comunidad; e insta a los gobiernos locales, familias, empresas, organizaciones, líderes y medios de comunicación a contribuir con este reto.

En esta perspectiva, el Estado Peruano viene realizando esfuerzos para promover una sociedad educadora; no obstante, la realidad actual nos interpela manifestándonos diversos escenarios que se contradicen a los lineamientos de la política educativa, identificándose crisis en las principales organizaciones e instituciones que educan a las personas.

Sociedad educadora, una gran aspiración

Cuando pensamos en el término “sociedad educadora”, nos imaginamos un espacio territorial donde todas las personas, en la etapa de vida en la que se encuentran (niñez, adolescencia, juventud, adultez, ancianidad) y desde el rol que desempeñan (autoridad, miembro de una familia, institución, vecino, etc.), acceden a oportunidades educativas de índole formal y no formal, interactúan democráticamente en diversos lugares que educan e intercambian aprendizajes, promoviendo su desarrollo a plenitud y el bienestar de la sociedad a la que pertenecen. Las personas valoran el potencial educativo de su sociedad y son conscientes del impacto de su trayectoria personal (conocimientos, habilidades destrezas y actitudes) en el proceso formativo de otras personas.

El escenario descrito anteriormente implica condiciones básicas, tales como:

  1. El reconocimiento de los principios de la ética: como el amor, la justicia, la veracidad, el respeto y la lealtad.
  2. El reconocimiento de la política como el poder para servir a los demás.
  3. El reconocimiento que toda persona, por su condición humana, es libre e igual.
  4. El reconocimiento que toda manifestación y conducta humana educa a los demás.
  5. El reconocimiento del equilibrio entre el desarrollo personal y el bienestar común.

Todas condiciones básicas promovidas desde la doctrina social de la iglesia y la ética pública, guardando estrecha relación con las enseñanzas de las sagradas escrituras: a) El amor sea sincero. Aborrezcan el mal y cuiden todo lo bueno. En el amor entre hermanos: demuéstrense cariño unos a otros. En el respeto: estimen a los otros como más dignos” (Rom. 12, 9-10); b) “Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se vuelve desabrida, ¿con qué se le puede devolver el sabor? Ustedes son la luz del mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un monte” (Mt. 5, 13-14); c) Que el más grande de ustedes se haga servidor de los demás. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mt. 23, 11-12).

Por consiguiente, los frutos de una sociedad educadora se revelan cuando los indicadores de violencia, corrupción, delincuencia, desempleo, estrés se minimizan y aumentan los indicadores relacionados al nivel de productividad, satisfacción, calidad de vida de las personas y familias.

Nuestra realidad

En este marco cabe preguntarnos si la sociedad peruana está educando en esta dirección; si los diversos espacios colectivos y sus respectivos actores sociales demuestran las condiciones básicas anteriormente señaladas.

La familia: Primer espacio donde la persona interactúa con otras personas y configura progresivamente su personalidad, carácter y aspiraciones, adquiriendo diversos aprendizajes.

Se aprecia que existen familias que se caracterizan por promover, en su entorno familiar, prácticas de respeto, amor, honestidad, justicia, lealtad y servicio a los demás, generando un ambiente saludable para el desarrollo personal y social de sus integrantes.

Cotidianamente reflexionan sobre su proyecto familiar e implementan mecanismos que regulan las interacciones y el cumplimiento de los compromisos asumidos por cada uno de sus integrantes.

El respeto y la confianza entre todos los miembros de la familia facilitan la delegación de responsabilidades. Participan en actividades de voluntariado, involucrándose en proyectos sociales de diversa naturaleza.

Por el contrario, hay familias donde los padres están en constante disputa del poder, sin fe y esperanza, con frecuentes discusiones que conllevan violencia familiar, intolerancia, deshonestidad, soberbia; consecuentemente sus miembros reflejan limitaciones en su desarrollo personal, familiar y social, asumen comportamientos nefastos y autodestructivos siendo indiferentes frente a las circunstancias de los otros.

Conviven con las anomalías de las familias siendo insensibles y/o cómplices con las mismas. Su capacidad de indignación y compromiso para transformar la realidad se anulan por el egocentrismo que caracteriza su trayectoria de vida.

La institucionalidad pública y privada, espacios colectivos donde los miembros de la familia continúan su trayectoria de vida personal y social y vivencian todo tipo de situaciones adquiriendo una variedad de aprendizajes.

Encontramos instituciones, organizaciones y asociaciones con prácticas que favorecen el desarrollo de las personas y los objetivos institucionales, enfatizando en la actitud de servicio a los demás y en el enriquecimiento del proceso formativo de las personas.

Las personas tienden a manifestar satisfacción con lo que hacen y son más sensibles con los problemas sociales, estando dispuestas a comprometerse con la transformación de su realidad.

Pero también ubicamos a instituciones, organizaciones y asociaciones donde se aprecian prácticas de egocentrismo, deshonestidad, intolerancia, violencia, corrupción, desconfianza, situaciones que empobrecen el proceso formativo de las personas.

Espacios donde se ha institucionalizado la cultura del menor esfuerzo a costa del esfuerzo de muchos otros, así como la crítica destructiva, que desestabiliza al otro sin identificar las oportunidades de mejora.

Invierno 2017


Angela Reymer Morales

Asociada de Foro Educativo.

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