Entrevista a Mons. Miguel Cabrejos, OFM
Por Diana Tantaleán C.
Apostolado Social
El Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, y actual Arzobispo de Trujillo, Mons. Miguel Cabrejos Vidarte OFM, nos comparte sus impresiones sobre el contexto actual del país y el rol que cumple la Iglesia en el Perú desde las diferentes realidades y contextos.
Todos somos concientes que el Perú, en los últimos años, ha crecido financieramente; eso es reconocido a nivel nacional y latinoamericano, y los grandes análisis financieros lo resaltan en medio de países vecinos como Venezuela, Ecuador, Bolivia, e inclusive Colombia. Pero hay una realidad que tampoco se puede olvidar, todavía hay una franja de pobreza y desigualdad que ojalá vaya disminuyendo paulatinamente; porque con una perspectiva financiera grande, inclusive con una moneda más estable que el dólar, cómo se entendería esa desigualdad.
El país tiene grandes problemas en educación y salud y esto no se puede dejar de tener en cuenta; el nuevo gobierno debe hacer algo para que realmente haya un mejor servicio estatal. Sabemos también que el porcentaje del PBI a nivel nacional, para estos dos rubros, es bajo en relación con otros países, todos estos elementos conllevan a una visión de desarrollo integral que el actual gobierno debe desempeñar.
Al lado de estos problemas está la delincuencia, la violencia y la inseguridad. Muchas veces señalan a Trujillo, pero sabemos que en Lima este problema también es grande, al igual que en otras ciudades. ¿Dónde queda Lambayeque, Piura, Arequipa, Huancayo? Todas las grandes ciudades tienen un problema serio de delincuencia e inseguridad.
Ciertamente hay casos que no se pueden dejar de mencionar y condenar incuestionablemente, como el de la hija del congresista Reggiardo. También hemos sido testigos del encuentro de estas fosas en Virú, ocultas desde hace 19 años y que la naturaleza (a través del viento) ha ayudado a descubrir. Ya ha habido un reconocimiento físico [de los restos], luego habrá un reconocimiento científico. Uno no puede quedarse callado, la vida es sagrada, es un don de Dios; Él la da y Él la quita. Ningún ser humano tiene el derecho de quitar la vida a nadie, por más que haya cometido errores.
Otro problema “macro” es ciertamente la corrupción generalizada. Yo he escuchado el mensaje presidencial y ojalá que todo lo pronunciado realmente se vaya ejecutando. Nadie va esperar que sea de la noche a la mañana, pero si que sea de forma progresiva.
La Iglesia debe seguir con mucho empeño en su visión evangelizadora, y como el Magisterio de la Iglesia y el Papa Benedicto XVI afirman, esta tiene en su misión dos brazos. Uno es la evangelización, la cual debe llevar al ser humano a acercarse a Dios, porque si el ser humano se aleja de Dios, se relativiza cada vez más y se deshumaniza. En el otro lado está la parte humana, la Doctrina Social de la Iglesia y todo el compromiso con el ser humano débil y desprotegido. Todos los Evangelios y las Cartas del Nuevo Testamento, en especial la del Apóstol Santiago, dicen claramente: “una fe sin obras es muerta, muéstrame tus obras y te mostraré tu fe”. Estos dos brazos son inseparables: evangelización y promoción humana, el ser humano en su dignidad, en su crecimiento integral dentro de la sociedad, con sus derechos. Con estos dos elementos la Iglesia debe seguir trabajando, como lo ha hecho y lo hace, con mayor empeño hoy más que nunca.
Yo creo que depende de la visión eclesial que se tenga. En el Vaticano II, y en todo el Magisterio de la Iglesia, siempre se ha tenido una opción preferente por los más pobres y por los más necesitados y desposeídos, es una cuestión insoslayable dentro de la Iglesia. Esta labor, hoy más que nunca, debe ser profética en su anuncio evangelizador, en poner sobre el tapete las problemáticas, en denunciar. La Iglesia no puede callar, se debe a Dios y a su misión evangelizadora, esto es un reto permanente. La Iglesia hace esto en unos sectores más que en otros, por ejemplo: en los pueblos alejados de la selva peruana la carretera llega hasta cierta parte y de ahí es trocha o camino de herradura; uno visita estos pueblos alejados y se da la gran sorpresa que existe una capilla donde está el catequista y el sacerdote va visitando periódicamente. Yo si creo que hay una presencia, no es como en las ciudades, pero la hay.
Por otro lado, creo que hay un espíritu religioso que no muere, y eso es porque el ser humano está compuesto de cuerpo y alma. Hay una frase de San Pablo maravillosa: “Dios nos ha dado el Espíritu Santo para que nuestro espíritu clame por el Padre”, esta frase es una maravilla, es decir que, en el ser humano, en nuestra alma, ciertamente está el Espíritu de Dios, y es Él quien lo lleva hacia Dios; esto ayuda a entender cómo una población entera, frente a las grandes dificultades, tenga un clamor hacia los valores, a la justicia. Eso está ahí, es inherente y es importante recalcarlo.
Creo que en el transfondo hay gente muy comprometida en el mundo religioso y también en el mundo laico. Hay laicos comprometidos con la labor evangelizadora de la Iglesia.
Todo el Evangelio, a través de la historia y del tiempo, está llamado a hacerse realidad en una sociedad, esa es una forma de entender la inculturación: cómo la sociedad de hoy capta y acepta el Evangelio y lo hace vida en su historia; ese ha sido, es y seguirá siendo el reto de toda la vida. El punto está en el grado de compromiso del agente pastoral, que puede ser un laico; el agente evangelizador, que puede ser laico, religioso, religiosa, sacerdote, obispo. Entonces, el grado de profundidad de su compromiso con Dios y con el Evangelio, y con su forma de vida, es lo que hará lo que el Evangelio debe ser.
Se dice por ejemplo que un santo evangeliza más que todo el trabajo pastoral, pero ¿quién es santo? es una persona comprometida profundamente con su fe, con su vida, con Dios, pero también con los demás. Por ejemplo, se dice que Santo Domingo de Guzmán pedía al Señor tres cosas permanentemente: crecer en el amor a Dios, crecer en el amor al prójimo, y el deseo del celo por la salvación de las almas. Ese es un personaje de la edad media, pero con una visión que es actualmente válida. Lo importante es que nosotros, como sacerdotes, como Obispos, o laicos comprometidos, no perdamos esa visión de la Iglesia y del Evangelio en nuestra vida y en la de los demás.
Cuando se mezclan intereses u opciones distintas que no son las del Evangelio ni de la Iglesia, en primer lugar, la gente lo percibe, y en segundo lugar se distorsiona. Creo que nosotros estamos llamados, por la gracia de Dios, a hacer lo que Cristo pide en los Evangelios. En una parte del Evangelio el Señor pregunta a sus discípulos: “¿han comprendido?”, y comprender significa hacer Vida, no es el entender racional, es decir: “¿haces Vida esto?, ¿eres capaz de dar gracias por entender este misterio de Dios en la vida del hombre?”, ahí está la clave de cómo uno actualiza el Evangelio frente a la realidad y la necesidad, y cómo hacemos que la gente responda a la exigencia de Dios en su vida personal, comunitaria e histórica.
Esto nunca va a acabar, porque andará de acuerdo a la época y a la historia, a la problemática que se presente, lo importante es responder al hoy desde el Evangelio.
Yo creo que hay un esfuerzo por hacer presente a ese Jesús, no solamente como vida, sino como fe y compromiso. Yo insisto mucho en el grado de compromiso que uno tiene, pero también en el grado de compromiso con la sociedad, con el ser humano, especialmente el más débil, porque eso fue lo que hizo Cristo.
Políticamente siempre se dijo que el Perú estaba dividido, eso también es un proceso que el actual Gobierno, junto con sus obras, tiene que trabajar. A veces el sistema político, o las opciones políticas, hacen que las discrepancias sean más profundas; nosotros estamos llamados a pensar en el Perú como nación, como Patria, pero también estamos obligados a pensar en el bien común ¿cómo dejar de pensar en nuestras opciones políticas para pensar en el Perú, en el pueblo peruano?, los políticos tienen que ser concientes que se deben a la población; la gente elige a los políticos no para que se beneficien y se enriquezcan, son elegidos para un servicio a la población, para el bien común, esto implica un montón de cosas. Si un político entendiera eso tendría que dejar sus criterios particulares para pensar en el bien de los peruanos y eso se convierte en su propio bien y en el bien de un gobierno. Ojalá que así sea.
El pensamiento de la Iglesia está clarísimo, una cosa es respetar y otra cosa es permitir algo que según la ley natural no debe ser. La intolerancia está justamente en querer imponer una norma a los que también tienen derecho a una opción según la ley natural. Creo que el problema está ahí: una intolerancia no se corrige con otra. La tolerancia es el respeto, y la Iglesia siempre respeta el derecho natural. La alcaldesa desea imponer algo que realmente es de la minoría; como personas merecen respeto, pero no se puede imponer a los demás. Es un problema de enfoque, pero también de pensamiento y existencial.
La Iglesia, desde sus orígenes, desde las primeras páginas de las Sagradas Escrituras, invita siempre a la ley natural, a su respeto profundo. La ley positiva se puede cambiar, la ley natural jamás. Dios nos ha llamado, nos ha invitado al matrimonio como don, pero entre el varón y la mujer. En las Sagradas Escrituras dice: “por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y los dos serán un solo ser”; y hay una frase profunda de Cristo que dice: “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”; y esa es la clave, lo que Dios ha unido el ser humano no lo debe separar, no lo debe cambiar. Ahí la Iglesia es clarísima, no se trata de modernismo, no es un pensamiento ni de avanzada ni de retroceso. Es un principio de ley natural puesto por Dios en defensa de la familia. La familia es el único lugar, el único ámbito donde un ser humano crece, y debe hacerlo integralmente. Un niño tiene todo el derecho a crecer teniendo un padre y una madre, no solamente biológicos, sino desde el punto de vista psicológico, afectivo, emotivo y físico, completo, como Dios lo quiere.
Publicado en setiembre 2011
Mons. Miguel Cabrejos Vidarte, OFM
Arzobispo de Trujillo. Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana.