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Edición Nº 26

Variabilidad climática e inercia social en el Perú
9 de abril, 2014

¿Qué está cambiando? ¿En qué proporción? ¿Desde cuándo y hasta cuándo? y ¿Cuáles son las
consecuencias para nosotros los seres vivos? A estas interrogantes, El GIECC -Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático- nos afirma, desde 1988, que se ha comprobado un aumento progresivo y continuo de la temperatura de la superficie del globo terráqueo desde el inicio de la revolución industrial. También que los patrones de los regímenes pluviométricos de las escalas locales, regionales e internacionales se han modificado. No es tanto que entramos en un proceso de desertificación (idea generada por la expresión de calentamiento global) sino que experimentamos una época donde los extremos meteorológicos que han vivido nuestros antepasados del siglo XX serán, probablemente, más frecuentes y más intensos.

Sin embargo, hay que evitar el catastrofismo irracional. El aumento de la temperatura, así como la modificación del patrón de la pluviometría, genera también nuevas oportunidades; como las nuevas vías marítimas en el hemisferio norte o el aumento de la superficie agrícola de varios países del mundo.

En síntesis, estamos en un momento de la historia de la biosfera donde la variabilidad y la transformación son las normas. No es la primera vez que la humanidad vive este proceso. Al contrario, los geólogos explican que los cambios son generados por la propia dinámica del sistema terrestre, realidad a la cual los seres vivos tuvieron que adaptarse. Sin embargo, los mismos han caracterizado nuestra época de “era de la antropocena”[1] por el hecho que la humanidad se ha vuelto uno de los mayores agentes de transformación de las dinámicas ecológicas de la Tierra.

Desde hace dos décadas, los informes de los expertos del GIECC insisten sobre la importancia de reconfigurar nuestras matrices energéticas, basadas en la explotación de carbono. Una recomendación actual es el desarrollo de las energías llamadas “limpias”, por el hecho de no participar en el efecto invernadero y que sus fuentes son casi inagotables.

En el Perú (uno de los países del mundo calificado como más impactado por la variabilidad climática) el equipo que explora las diferentes opciones realistas para disminuir nuestra producción de carbono se llama PlanCC[2]. El objetivo central del PlanCC es, según Lupe Guinand, “generar las bases científicas y políticas, y las capacidades, para explorar la factibilidad de una economía baja en carbono e incorporar el enfoque de cambio climático en la planificación del desarrollo”.

De hecho, pensar a largo plazo implica previamente asegurar el presente. Asegurar el presente, aquí, implica tomar una serie de medidas estructurales para responder a nuestras preguntas introductoras. En el Perú, el abandono de la institucionalización de la práctica de la investigación científica por las universidades ha complicado mucho el trabajo de calificación y cuantificación de lo que ha cambiado, cambia y cambiará en las futuras décadas. En realidad, nuestra comunidad académica no tiene ideas claras acerca de la proporción de los cambios.

En la sierra, la variabilidad climática ha generado una elevación de los pisos ecológicos. Además de la escasez de los recursos hídricos, en época seca, el mundo campesino tiene que lidiar con nuevas especies invasivas que disminuyen su producción agrícola y complica la seguridad alimentaria. En la selva peruana las consecuencias para las poblaciones nativas necesitan mayores investigaciones.

Lamentablemente, los planes regionales de mitigación de los efectos del cambio climático son únicamente el reflejo de las luchas de poderes entre una miríada de intereses económicos y políticos para apropiarse y extraer los recursos de los territorios. En un país que no cuenta con ninguna herramienta eficiente de producción sistemática de datos cuantificados, seguimos diseñando políticas públicas que se colisionan con las dinámicas sociales y ecológicas de los territorios.

La otra dificultad que afrontamos para definir nuevas políticas públicas de mitigación de los efectos del cambio climático es la sectorialización y los conflictos de poderes en la misma administración pública. Estamos frente a una fragmentación del conocimiento y de las competencias a todos los niveles del Estado. A pesar de la promoción científica y mediática de la diversidad biocultural del país, seguimos trabajando la problemática de la variabilidad climática sin vincularla a la erosión de la diversidad biológica. Numerosas publicaciones internacionales demostraron los vínculos entre clima-biodiversidad-agrobiodiversidad donde la dinámica de interacción es claramente identificada. Lamentablemente, los gobiernos regionales de la selva siguen otorgando concesiones de producción de agro-combustibles en desfavor del bosque primario, cuando se ha experimentado en las décadas anteriores el costo socio-ambiental del monocultivo en la región amazónica (efecto invernadero, empobrecimiento de los suelos, contaminación de los acuíferos, desarrollo de las plagas, tráfico de tierras).

¿Qué es la biodiversidad? Yo la definiría como una opción. Una opción para adaptarse a los cambios. Los estudios ecológicos nos han enseñado que, a mayor diversidad, mayor capacidad de respuesta y resiliencia. Frente a un sistema que se transforma necesitamos todas las gamas de opciones posibles para reducir nuestras vulnerabilidades.

Cuando desforestamos miles de hectáreas de bosque primario de la selva amazónica lo que generamos es una disminución de nuestras opciones frente a las evoluciones que se dan en las dinámicas socioecológicas. Por razones estrictamente financieras de muy corto plazo reducimos nuestro capital de opciones de largo plazo. Es decir que dilapidamos nuestras posibilidades de generar una sociedad más viable.

La formación a la ciudadanía es, sin duda, el desafío peruano de corto plazo. Si seguimos en este modelo de “república sin ciudadanos” no lograremos modificar la racionalidad contemporánea que nos lleva a la pared. Los resultados de la prueba Pisa 2013 nos enseñan que las etapas de producción de un conocimiento científico no son entendidas por la gran parte de nuestros adolescentes. Hoy, la innovación científica genera grandes consecuencias en nuestros modos de vivir, así como la calidad de nuestras vidas. Transgénico, nanotecnología, terapia génica. Son las palabras que oímos sin entenderlas. Es esencial que cada sujeto pueda opinar sobre estos descubrimientos con el fin de elegir las modalidades de sus aplicaciones e implicaciones.

Formar ciudadanos es la tarea del sistema educativo. Es por esta razón que tenemos que promover la difusión de la enseñanza de la ciencia y la tecnología desde la escuela primaria. No tanto para mejorar nuestro número de premios nobeles, sino para ofrecer a cada ciudadano la posibilidad de decidir la sociedad en la cual quiere vivir.

Debemos suscitar la diversificación curricular con el fin de mejorar la cultura científica y filosófica de nuestros alumnos universitarios. Cada filósofo tiene que entender y manejar el concepto de ADN y Ecosistema. En el mismo orden de ideas, cada ingeniero tiene que leer Hannah Arendt y Aldo Leopold.

Dotar a los alumnos de las herramientas conceptuales en común para que construyan juntos un porvenir viable es la tarea de la universidad del siglo XXI.

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[1] Según un grupo de geólogos de la Universidad de Leicester, incluido el premio Nobel de Química, Paul Crutzen, el planeta entró a un nuevo periodo geológico llamado “La Era Antropocena”. El nombre deriva de los cambios provocados por el ser humano en apenas dos siglos y que provocarán modificaciones en los próximos millones de años.
[2] Proyecto Planificación ante el Cambio Climático


Nicolás Merveille

Doctor en antropología social (EHESS, Francia) e ingeniero en medio ambiente (ISIGE, Francia). Asesor de la Dirección de Investigación e Incidencia de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

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