"La participación de los jóvenes resulta fundamental para mantener viva esta herencia cultural y garantizar que las futuras generaciones continúen con esta bella celebración de fe."
Año tras año, entre los días de la solemnidad de la Santísima Trinidad y la fiesta del Corpus Christi, miles de personas peregrinan al santuario del Señor Qoyllurit’i, llenando de color y esperanza las faldas del nevado Sinak’ara en Quispicanchi, Cusco. Peregrinos y danzantes provenientes de las ocho “naciones” (denominación utilizada para referirse a las regiones cusqueñas oficialmente reconocidas como peregrinas) y de todo el país irrumpen el nevado con sus oraciones, cantos y bailes para adorar a Dios, darle gracias, pedirle perdón y rogarle poder regresar el próximo año junto con sus seres queridos.
Entre los miles de peregrinos destaca la gran presencia de numerosas familias compuestas de niños, adultos y ancianos; quienes se congregan para participar en esta tradicional fiesta religiosa que une la piedad cristiana con elementos propios de las culturas originarias. Esta celebración incluye danzas, cantos y rituales que son transmitidos de generación en generación a fin de mantener viva la tradición, por lo que la participación de los jóvenes en la peregrinación es crucial.
En efecto, los jóvenes que suben al santuario situado a más de 4,800 msnm son conscientes de su importante rol en esta fiesta: aportar con su vitalidad y creatividad y, al mismo tiempo, respetar y resguardar los rituales de la fiesta y las costumbres de sus antecesores. Desde pequeños aprenden de sus abuelos y padres el significado de los rituales, las oraciones, los cantos (todos en quechua) y las danzas que forman parte de la devoción al Taytacha Qoyllurit’i. En ese sentido, la fiesta es una expresión de fe y, al mismo tiempo, fortalece los lazos familiares y comunitarios, creando un sentido de identidad, pertenencia y responsabilidad hacia la propia cultura. Así, desde niños los varones van revestidos (como sus papás) de pablitos[1] y en la adolescencia, tanto mujeres como varones se unen a las diversas comparsas[2] de baile pertenecientes a alguna de las ocho naciones; convirtiéndose así en portadores de una tradición ancestral en la que fe, cultura y danza van unidas de la mano.
"La fiesta es una expresión de fe y, al mismo tiempo, fortalece los lazos familiares y comunitarios, creando un sentido de identidad, pertenencia y responsabilidad hacia la propia cultura."
La peregrinación al Santuario de Qoyllurit’i es una tradición profundamente rica y compleja digna de ser preservada. La participación de los jóvenes resulta fundamental para mantener viva esta herencia cultural y garantizar que las futuras generaciones continúen con esta bella celebración de fe. En un mundo actual en la que las brechas generacionales son tan marcadas, la fiesta en torno al Señor de Qoyllurit’i es una muestra de comunión entre la sabiduría y experiencia de los mayores y la energía y creatividad de los jóvenes. Esta sinergia generacional permitirá mantener vivas las costumbres, tradiciones y ritos que dan vida a la festividad de Qoyllurit’i. Es responsabilidad de todos -niños, jóvenes, adultos y adultos mayores- trabajar unidos para que el espíritu de la peregrinación no se apague, sino que siga latiendo en el corazón de cada peregrino que asciende al santuario con esfuerzo y fe, cargando consigo sus dolores y anhelos, sus cantos y danzas para alabar a Dios[3]. Y luego, tras el encuentro con el Señor y sus hermanos peregrinos, poder volver a la vida cotidiana renovados y transformados en espíritu y verdad.
[1] Pablitos: varones encargados de mantener el orden durante la peregrinación y custodiar la tradición. Cada una de las ocho naciones cuenta con sus propios “pablitos”, cuyos trajes llevan los colores distintivos de su nación.
[2] Comparsa: mujeres y varones que, con sus coloridos trajes, cantan y danzan al ritmo de quenas, zampoñas y tambores. Cada una de las ocho naciones reúne centenares de comparsas, cada una con su propia coreografía.
[3] “Alaben su nombre con la danza; con pandero y arpa a él canten” (Sal, 149,3).
- Comunicador de la Ruta del Barroco Andino
- Capellán del santuario del Señor de Qoyllurit'i