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Edición N° 67

El Papa del discernimiento
José Luis Gordillo SJ
22 de abril, 2025

Ayer nos despertamos con la triste noticia de la muerte de nuestro querido Papa Francisco. Su partida ocurre precisamente en este año jubilar, un tiempo consagrado a la esperanza, esa fuerza transformadora y profunda que se nutre de nuestra fe en Dios y nos sostiene en la tribulación.

Con su deceso, se concluye un periodo de 12 años en la dirección de la Santa Sede. Un régimen esencialmente pastoral. Francisco fue el primer sumo pontífice americano; es reconocido como el Papa de los pobres.

Jorge Mario Bergoglio, nacido en 1936, acababa de cumplir 88 años y fue elegido Papa el 13 de marzo del 2013. Desde entonces, lideró el gobierno de la Iglesia católica con un marcado interés pastoral por hacer de la Iglesia un espacio en el que todos puedan sentirse acogidos e integrados, parte de ella.

Francisco era conocido por brindar un análisis detallado y compasivo de la cultura contemporánea, examinando minuciosamente sus impactos en diversos ámbitos como el social, el político, el económico y el ecológico. Según su perspectiva, el origen de la crisis contemporánea se encuentra arraigado en aspectos antropológicos y éticos fundamentales. En otras palabras, se deriva de una perspectiva limitada del ser humano, centrada exclusivamente en aspectos económicos, lo cual conduce inevitablemente a situaciones de carencia, desigualdad y exclusión social.

En medio de todas estas reflexiones, Francisco identificaba un fenómeno al que denominaba como la "cultura del descarte", destacando de manera contundente su impacto negativo en la sociedad.

Frente a esta problemática, el Papa proponía la implementación de la "cultura del encuentro", la cual se basaba en la priorización del ser humano como eje central de todas las acciones, proponiendo así una nueva orientación de la política, la economía y la sociedad, fundamentada en los valores de fraternidad y amistad social. Un desafío maravilloso que invita a la reflexión profunda y al análisis crítico en el ámbito de la esfera pública.

"El Papa proponía la implementación de la "cultura del encuentro", la cual se basaba en la priorización del ser humano como eje central de todas las acciones, proponiendo así una nueva orientación de la política, la economía y la sociedad, fundamentada en los valores de fraternidad y amistad social."

Children ride in the popemobile with Pope Francis as he greets the crowd before Mass in St. Peter's Square during the World Meeting of Families at the Vatican June 25, 2022. (CNS photo/Remo Casilli, Reuters)

El pensamiento social del Papa Francisco ha ejercido un impacto significativo en la Iglesia y en la opinión pública en su conjunto. Sus intervenciones solían ser discutidas en los medios de comunicación social, sometidas a análisis e interpretación, frecuentemente con interés por parte de diversos sectores y colectivos, muchos de ellos contrarios a sus posturas.

Francisco solía ofrecer un diagnóstico claro y misericordioso sobre la cultura contemporánea, con sus repercusiones en los ámbitos social, político, económico y ecológico. Para él, el origen de la crisis contemporánea es antropológico y ético. En otras palabras, se origina a partir de una perspectiva del ser humano orientada solamente hacia la economía, lo que resulta en pobreza y marginación. A todo esto, Francisco le llamaba “cultura del descarte” y, ante la abrumadora evidencia de su negativo influjo, Francisco propuso la “cultura del encuentro”, que consistía, fundamentalmente, en poner al centro al ser humano, orientando la política, la economía y la sociedad desde la fraternidad y la amistad social. Un maravilloso reto para el discernimiento y la vida pública.

El aporte de Francisco en la doctrina católica es fundamental porque la hace verdaderamente universal, como propuesta para la sociedad. El Papa Francisco puso en evidencia la relevancia de la misericordia, la justicia social y el bien común, la ecología como una dimensión espiritual del ser humano, la reforma de la curia romana y la transparencia en las denuncias contra los abusos sexuales en el seno de la Iglesia.

Con Francisco, la Iglesia ha dado pasos importantes en la revalorización de la fraternidad, el diálogo y la tolerancia, la construcción de verdaderos procesos de paz desde la ética del cuidado, la reconciliación y el perdón. Sin duda alguna, el magisterio de la Iglesia se ha visto enriquecido por los aportes de Francisco; cuatro encíclicas, siete exhortaciones apostólicas, doce cartas apostólicas, cincuenta y siete cartas “motu proprio” hacen patente el deseo de guiar a la Iglesia desde la perspectiva de la confianza en el Espíritu que la habita, hacia el discernimiento para poder hacer los cambios y adaptaciones necesarias que nos hagan ser fieles a lo que Dios quiere de nosotros.

Él nos recordó a los jesuitas, con lucidez y sencillez nuestra identidad: servidores de la alegría del Evangelio en cualquier misión que se nos encomiende. Esta alegría, que se ha manifestado en el encuentro con el Crucificado-Resucitado, constituye el origen de nuestro servicio a la misión de la Iglesia y de nuestro compromiso con los más vulnerables.

Ahora podemos hacer nuestras sus palabras, que hoy adquieren un significado más profundo: “Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio”.  (EVANGELII GAUDIUM 114)

Hoy queremos acompañar con cariño y oración al Papa Francisco en su encuentro final con Dios, amor incondicional y misericordia infinita, cuyo rostro nos enseñó con su vida y enseñanza. 

En estos tiempos difíciles, debemos recordar que nuestra misión es, más que nunca, llevar la luz de Cristo a todos los lugares del mundo. Como Compañía de Jesús, reafirmamos nuestro compromiso de vivir y compartir el Evangelio con alegría, tal como nos enseñó Francisco. Esta alegría, que llena su enseñanza, desde Evangelii Gaudium hasta sus últimas palabras, nos motiva a seguir adelante con esperanza y valentía. Hasta luego, Francisco, gracias por el consuelo que nos trae tu pascua.

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