El turismo en el Perú es un gigante con potencial, pero encadenado a viejos problemas: falta de infraestructura, centralismo, trabas burocráticas y un Estado que no acompaña su crecimiento. Rogers Valencia, exministro de Comercio Exterior y Turismo y exministro de Cultura, lo tiene claro: sin aeropuertos estratégicos, sin conectividad y sin visión a largo plazo, el país seguirá perdiendo millones de visitantes y oportunidades.
En esta conversación, Valencia explica por qué Machu Picchu debe ser el pilar, pero no el único atractivo del país; cómo la descentralización del turismo podría generar miles de empleos; y por qué, a pesar de los desafíos, sigue siendo optimista sobre el futuro del sector. Una entrevista sobre lo que se ha hecho, lo que no se hizo y lo que aún queda por hacer.
¿Cómo describiría la evolución del turismo en las últimas décadas y cuáles han sido sus hitos más importantes?
El Perú se ha abierto al mundo en las últimas décadas, generando dos efectos clave. Primero, un creciente interés internacional por nuestra cultura, que va más allá de nuestras fronteras e incluye la cultura andina en su conjunto, desde Perú hasta Bolivia. Segundo, la oportunidad de mostrar cómo nuestros antepasados resolvieron problemas universales: cómo criar y educar a los hijos, cómo hacer productiva la tierra, cómo gestionar el agua.
El mundo quiere conocer el Perú porque la cultura andina ha dado respuestas distintas a las mismas preguntas que se han hecho en todas partes. Y ese interés ha sido un motor clave para el crecimiento del turismo en el país.
Dentro de la apertura al turismo que ha experimentado el Perú en los últimos años, ¿cuáles han sido los principales desafíos para el país?
Desde los años 90, cuando Perú se abrió al mundo, el turismo ha crecido significativamente. Pero el turismo es, en esencia, consumo desplazado: alguien que se traslada de un lugar a otro para conocerlo, disfrutar su cultura y vivir una experiencia. Y para que ese consumo exista, es indispensable la infraestructura. No hay vuelos sin aeropuertos ni aviones.
El problema es que el Estado no ha acompañado este crecimiento con la infraestructura necesaria. Muchas zonas turísticas, como las comunidades que impulsan el turismo rural comunitario o destinos emergentes, carecen de servicios básicos: agua, desagüe, saneamiento. Esto limita su desarrollo y la calidad de la experiencia turística.
El turismo en Perú ha crecido y es el segundo generador de divisas del país, pero su crecimiento está condicionado por nuestra capacidad de brindar servicios adecuados.
¿Sería necesaria la construcción de más aeropuertos internacionales para solucionar esta limitación en la infraestructura turística?
Actualmente, Perú solo tiene un aeropuerto con capacidad operativa internacional, y no hay posibilidad de incrementar significativamente los vuelos. Incluso con la ampliación del Jorge Chávez, seguirá operando con una sola pista por varios años más.
El Aeropuerto de Chinchero sigue siendo un proyecto pendiente. Su concepción data de hace más de 40 años. Recuerdo cuando en 1982 el ingeniero Gastón Acurio, el padre del chef y entonces senador, anunció su construcción durante el segundo gobierno de Fernando Belaúnde. Hoy, en 2025, apenas registra un avance mínimo.
"El desafío ahora es fortalecer nuestra apertura al mundo y construir una institucionalidad sólida que impulse el turismo y el desarrollo."
Y aun cuando se termine, tampoco tendrá la capacidad del Aeropuerto Jorge Chávez.
No creo que Perú necesite otro Jorge Chávez. Lo que realmente hace falta es descentralizar la conectividad aérea con cuatro aeropuertos de categoría D que sirvan como puertas de entrada al país.
Necesitamos un aeropuerto en Piura o Chiclayo con una pista apta para operaciones de largo alcance, como las del Airbus A340, que es clave en los vuelos internacionales. También sería fundamental potenciar Iquitos y Chinchero (Cusco) con esa misma capacidad.
La solución está en distribuir el tráfico aéreo y mejorar la conectividad en distintas regiones estratégicas del país.
¿Cómo afecta la falta de infraestructura a la cantidad de turistas que recibe el Perú en comparación con otros países de la región?
Mira el caso de Brasil, un país con 220 millones de habitantes que ha transformado el turismo en países vecinos. Cada año, 1.6 millones de brasileños visitan Chile, 3 millones van a Argentina y 3.4 millones a Uruguay. ¿Cuántos llegan a Perú? Apenas 200 mil.
¿Por qué? Porque venir a Perú desde Brasil es un viaje mucho más complicado. Un brasileño que vive en Manaos o Fortaleza, para llegar aquí, debe hacer varias escalas: primero volar a Brasilia, luego a São Paulo, después a Lima y finalmente a Cusco. En total, vuela más horas que si viajara de Manaos a Madrid. Si hubiera un vuelo directo, el trayecto Manaos–Cusco tomaría solo 2 horas y 15 minutos. Pero no lo hay.
Necesitamos una estrategia clara para integrar el sur del Perú (Arequipa, Cusco, Puno) con el interior sudamericano, especialmente con Brasil, pero también con Salta y Jujuy en Argentina, y la Chiquitanía boliviana, una región increíble con gran potencial turístico.
Más allá de la infraestructura, ¿qué otros factores han limitado la competitividad del turismo en el Perú en los últimos años?
También es falta de visión. Podemos seguir viendo a Estados Unidos y Asia como mercados clave, pero el verdadero impulso del turismo en los próximos años vendrá de la conectividad regional. Hay que mirar al vecino, porque sus economías han crecido, su capacidad de gasto ha aumentado y viajar es cada vez más accesible.
¿Cuál debería ser el rol del Estado para eliminar las barreras que frenan el crecimiento del turismo en Perú?
El Estado debe nivelar el terreno de juego. Una institucionalidad democrática e inclusiva elimina monopolios y cuellos de botella, permitiendo que la economía crezca de manera equitativa. Los países que han logrado esto han dado el salto de economías pequeñas a avanzadas, mientras que aquellos con instituciones excluyentes han quedado estancados.
El Perú debe mirarse en el espejo del mundo y preguntarse qué tiene para aportar. Nuestra cultura milenaria ya ha conquistado espacios globales, como la gastronomía, que es un reflejo de nuestra identidad. El desafío ahora es fortalecer nuestra apertura al mundo y construir una institucionalidad sólida que impulse el turismo y el desarrollo.
Luego del impacto de la pandemia, ¿qué políticas o iniciativas se han planteado para la recuperación de este sector?
Uno de los proyectos clave que quedó paralizado fue la implementación del Plan Maestro de Machu Picchu, aprobado en 2019. Este plan busca optimizar la gestión del sitio y ampliar las áreas de visita más allá de la llaqta, incorporando 17 sitios arqueológicos y cinco caminos Inca dentro del santuario.
El plan contempla cuatro instrumentos de gestión:
La suma de estos instrumentos conforma el Sistema de Gestión de Visitantes. Este modelo permitiría diversificar la experiencia, descentralizar los ingresos y mejorar la sostenibilidad del destino. Sin embargo, su implementación ha encontrado resistencia en algunos sectores que temen afectar el monopolio del transporte o el comercio local en Aguas Calientes.
A pesar de los retrasos, sigo siendo optimista. La persistencia es clave, y confío en que este proyecto se concrete con el tiempo.
Sabemos que Machu Picchu es el destino turístico más reconocido del Perú, pero existen otras ciudadelas históricas igual de importantes, como Kuélap, Choquequirao o Caral. ¿Se ha planteado descentralizar el turismo y potenciar estos destinos, equilibrando promoción y sostenibilidad?
Sin duda, pero en el caso del Perú, nuestra marca turística global es Machu Picchu, y debemos aprovecharla para impulsar otros destinos. No se trata de competir, sino de complementar. El gran potencial del Perú está en su diversidad: Amazonía, pisos ecológicos, playas del norte, turismo fronterizo en Tacna, entre otros. Pero debemos posicionarlos de manera paralela, segmentando mercados y diversificando la oferta sin perder nuestra identidad principal.
Actualmente, el turismo representa 3.5% del PBI con visitantes internacionales y 6.5% si sumamos el turismo nacional. En otros países de la región, supera el 10%. Crecer un solo punto del PBI en turismo significaría generar 10,000 nuevos empleos.
Así que sí, debemos potenciar más destinos, pero sin desconectarnos de nuestra marca más fuerte.
"Podemos seguir viendo a Estados Unidos y Asia como mercados clave, pero el verdadero impulso del turismo en los próximos años vendrá de la conectividad regional. "
¿Cuál es el perfil del turista que visita el Perú y qué lo motiva a elegir nuestro país como destino?
Depende del destino. En Cusco, el turismo es mayormente internacional de larga distancia: norteamericanos, europeos y asiáticos, que buscan cultura, gastronomía y experiencias complementarias. En el norte del Perú, el turismo proviene principalmente de Ecuador y Colombia, cuyos visitantes llegan cada año a nuestras playas. En Tacna, el turismo es transfronterizo; los chilenos vienen por compras, servicios médicos y gastronomía, pero su estadía es corta.
Estos segmentos muestran que el turismo en Perú no es uniforme. Para crecer en turismo, necesitamos una estrategia enfocada en la conectividad y en ofrecer experiencias complementarias a lo que cada mercado busca.
En destinos como Puno o las playas de Piura, el turismo genera ingresos significativos, pero muchas comunidades locales no ven reflejados estos beneficios en infraestructura, educación o calidad de vida. ¿Por qué ocurre esta desconexión y qué está fallando en la distribución de los recursos?
El turismo es un gran generador de divisas, pero en Perú el grueso del dinero viene de sectores como la minería, que además de pagar impuestos aporta canon, lo que garantiza una redistribución directa. Sin embargo, los recursos no siempre se traducen en mejoras para las comunidades locales.
El problema es un Estado ineficiente, que ha multiplicado su gasto desde los años 90, pero sin mejorar proporcionalmente los servicios. Se ha expandido la burocracia y el gasto público, pero no ha mejorado la educación, seguridad o infraestructura.
El Estado, en lugar de ser parte de la solución, se ha convertido en parte del problema. No ha sabido identificar dónde invertir para acompañar el crecimiento de sectores clave, como el turismo, ni generar una institucionalidad inclusiva que garantice que el desarrollo realmente llegue a las comunidades.
"Necesitamos generar espacios donde todas las voces sean escuchadas y donde se construyan propuestas que realmente representen el interés común."
¿Cómo podemos, como ciudadanos, contribuir a la construcción de una democracia más inclusiva en el Perú?
Si algo hemos aprendido en los últimos años es que los mejores peruanos no han participado en la gestión del país. No podemos dejar que quienes gobiernan sean solo aquellos con intereses mafiosos o particulares.
La clave está en la participación ciudadana. Necesitamos generar espacios donde todas las voces sean escuchadas y donde se construyan propuestas que realmente representen el interés común. Mirar, cuestionar y proponer son tareas fundamentales para fortalecer la democracia.
Finalmente ¿cómo visualiza el futuro del turismo en el Perú en los próximos años?
Soy optimista. Creo que estamos en un momento de cambio, con más ciudadanos participando en la construcción de una visión de país.
En términos de turismo, el Perú debe abrirse más al mundo, con múltiples aeropuertos de entrada, mercados diferenciados y segmentos especializados. No podemos depender de un solo aeropuerto o de un modelo centralizado. El turismo es parte del sector servicios, y su crecimiento debe basarse en mayor conectividad e inclusión.
Editor de la Revista Intercambio. Periodista y comunicador audiovisual. Bachiller en Periodismo por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.