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Edición N° 67

Destinos turísticos en riesgo: una mirada sobre el turismo internacional y el posicionamiento del Perú
Diana Guerra Chirinos
7 de abril, 2025

El 2024 ha terminado siendo el año de la recuperación del sector turismo a nivel internacional luego de la mayor crisis sufrida debido a la pandemia que se desató en 2020. Y es que 1,4 billones de viajeros se movilizaron por el mundo y cerca de 1,5 billones de dólares aportó esta industria al PBI global durante 2024. La expectativa para el 2025 es de un 3 % de crecimiento en arribos internacionales y esto, para destinos como Francia y España, que rozan los cien millones de turistas, supone seguir engrosando sus economías y sus puestos de trabajo en el rubro de servicios[1].

El turismo ha demostrado ser uno de los sectores más dinámicos para la economía mundial. Es cierto que la pandemia supuso la paralización instantánea y pérdida de millones de empleos, pero, a la par que los aeropuertos abrían y las ciudades retomaban la normalidad, la capacidad de recuperación de este sector ha demostrado ser de una velocidad insuperable. Ya ha ocurrido antes: terremotos, tsunamis, ataques terroristas, huracanes, derrames de petróleo en playas, guerras, incendios, etc. han ahuyentado a miles de visitantes y vaciado ciudades de un día para otro en varias oportunidades. Sin embargo, a los pocos días, semanas y meses, los visitantes vuelven a ocupar esos mismos espacios, ya sea por curiosidad de ver lo que allí ocurrió, ya sea con el ánimo de aportar normalidad y continuar con lo planeado, o ya sea porque la rutina y las dinámicas locales así lo exigen.

El turismo es resiliente y no hay pueblo, ciudad, país o región del mundo que no busque diversificar su economía considerando como una opción, central o complementaria, al turismo. De hecho, parte del discurso de la Organización de las Naciones Unidas para el Turismo[2] es que el turismo, como una actividad vinculada a la lucha contra la pobreza y a la promoción de la paz, es una de las pocas actividades económicas que con mayor rapidez involucra y comparte riqueza entre las economías avanzadas y las economías emergentes, poniendo de moda destinos recónditos de un año a otro, movilizando flujos de visitantes a lugares impensables, dando pie al encuentro y difusión de culturas que, de otra manera, no tendrían posibilidades de intercambio.

"El turismo requiere de políticas y compromisos de largo plazo que vean más allá de las cifras económicas y del número de visitantes y que comprendan que la dinámica principal del turismo se basa en el encuentro de historias, personas y culturas."

Pero no todas son buenas noticias. El turismo puede ahondar desigualdades, avivar conflictos sociales, afectar el patrimonio cultural, depredar y desaparecer la flora y fauna local o iniciar procesos de gentrificación urbana. El turismo masivo hoy en día, en algunas ciudades del mundo, enfrenta vecinos a visitantes, expulsa antiguos residentes, llena los barrios de viviendas de alquiler para turistas que estarán de paso, convierte calles apacibles en bulliciosas y peligrosas zonas de diversión para vacacionistas, encarece terrenos haciéndolos inaccesibles para la población local. La gastronomía local, sin un plan de salvaguarda, puede verse avasallada por cadenas de comida internacional que atienden gustos globales. No hay nada más contaminante para los mares —y las ciudades y puertos que reciben a sus visitantes durante un día— que esos enormes cruceros que se han esforzado por ofrecer todo tipo de entretenimiento dentro del propio medio de transporte y que son una muy popular forma de hacer turismo actualmente.

El turismo, entonces, tiene dos caras y todo aquel país o ciudad dispuesto a desarrollarlo tiene que ser consciente de ello. Ser un destino turístico de moda o exitoso en el mercado internacional es un riesgo tanto porque lo eres como porque puedes dejar de serlo de un momento a otro. Si eres un destino exitoso, debes gestionar adecuadamente el impacto negativo sin imponer los derechos e intereses de los turistas por encima de los de tus ciudadanos y sin agotar los recursos culturales y naturales del territorio. Si dejas de serlo de un momento a otro, debes tener planes de contingencia para mitigar la nueva situación que afronta la población que se dedica a dicha actividad. Mantenerse en la cúspide del éxito como destino también es muy difícil porque se compite con cientos de destinos en el mundo que quieren recibir también parte de ese turismo receptivo internacional. El turismo requiere de políticas y compromisos de largo plazo que vean más allá de las cifras económicas y del número de visitantes y que comprendan que la dinámica principal del turismo se basa en el encuentro de historias, personas y culturas.

¿Cómo encaja el Perú en todo esto? El Perú es una de las llamadas economías emergentes que permanece lejana de las principales regiones receptoras de turismo masivo. La historia de su política turística denota una visión algo tradicional del turismo: el dinero público se invierte principalmente en campañas de promoción que tratan de mostrar un país de paisajes hermosos, además de seguro, diverso, exótico, misterioso y de gente muy amable, lo que no esconde una estresante necesidad de parecer atractivo y, así, incrementar las cifras de visitantes extranjeros. Este último factor se convierte a veces en el único indicador que mide el éxito o fracaso del gobierno de turno en este sector. Tenemos, sin lugar a dudas, una posición periférica en el mercado internacional turístico a pesar de los enormes atractivos que posee el territorio. El 2024, por ejemplo, ha terminado apenas superando los tres millones de visitantes, lo que aún nos mantiene lejos de recuperar el número que recibía el país en el 2019[3].

"El turismo debe volcarse a promover viajes respetuosos y responsables, que mejoren la vida tanto de los que salen de su lugar de origen como de los que reciben a los visitantes."

Sin embargo, en lugar de tomarlo como una desventaja o como algo negativo, esto debiera ser visto como una oportunidad. La no masividad del destino —salvo lo que ocurre con el Santuario Histórico de Machu Picchu, que merece un análisis aparte y específico— nos da la posibilidad de repensar el modelo de desarrollo turístico que queremos y debemos tener acorde a nuestras condiciones territoriales, ambientales, socioculturales y, por supuesto, a nuestra posición geopolítica. En primer lugar, tenemos espacio para tener en cuenta la volatilidad del turismo, lo que obliga a tener planes de prevención y planificación en casos de crisis. Los huaycos, terremotos y derrames de petróleo ya han demostrado cómo pueden afectar el turismo en nuestro país y ya debiéramos saber cómo lidiar con ellos. En segundo lugar, debemos alejarnos de soñar con grandes, irreales —y nocivos— números y, más bien, diseñar un modelo de desarrollo sostenible y regenerativo que considere trabajar, desde los territorios y las comunidades, proyectos turísticos conforme a las necesidades y características locales, es decir, calidad por encima de la cantidad. En tercer lugar, debemos empezar a concebir el turismo como una actividad que aporta más bienestar que riqueza. El turismo debe volcarse a promover viajes respetuosos y responsables, que mejoren la vida tanto de los que salen de su lugar de origen como de los que reciben a los visitantes, a través, por ejemplo, del diseño de experiencias de reconocimiento de la naturaleza, del turismo de voluntariado, del slow tourism, entre otros. En resumen, se trata de hacer del turismo esa travesía que te permite regresar a casa siendo mejor persona y habiendo dejado algo positivo en el lugar visitado.


[1] World Tourism Organization (UN Tourism). (2025). World Tourism Barometer, 23(1), https://doi.org/10.18111/wtobarometereng

[2] Organización de las Naciones Unidas para el Turismo. (s. f.). https://www.unwto.org/es

[3] Oficina de Comunicaciones y Protocolo del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo. (2024, 17 de diciembre). Mincetur: Más de 2,9 millones de turistas internacionales visitaron el Perú entre enero y noviembre del 2024. https://shorturl.at/N8EDF

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Diana Guerra Chirinos
Diana Guerra Chirinos

Especialista peruana en turismo cultural y gestión del patrimonio. Historiadora con maestría y estudios de doctorado en Gestión Cultural y del Patrimonio por la Universidad de Barcelona.

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