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Edición Nº 66

En el corazón de la Amazonía peruana. Un diálogo vivo entre ciencia, fe y sabiduría indígena
Valerio Di Fonzo
13 de enero, 2025

Mi investigación etnográfica comenzó en 2022 en Santa María de Nieva, en la región de Amazonas, con el objetivo de explorar las éticas ambientales emergentes en las comunidades awajún y wampis. Inspirado por las propuestas del papa Francisco en Laudato Si’ y Querida Amazonia, quería comprender cómo estas ideas de ecología integral dialogaban con las cosmovisiones indígenas y se materializaban en acciones concretas de resistencia y sostenibilidad.

Al llegar, encontré un mundo en tensión. Las comunidades luchaban contra la devastación causada por la minería ilegal y el narcotráfico, que contaminaban sus ríos y destruían sus tierras. Sin embargo, también encontré resiliencia y creatividad: una red de alianzas entre los pueblos indígenas, la Iglesia Católica y organizaciones como el Servicio Agropecuario para la Investigación y Promoción Económica (SAIPE), una obra social de los jesuitas presente en el territorio desde hace veinticinco años. Mi investigación documentó estas dinámicas y me involucró en un proceso colaborativo que transformó tanto mi perspectiva como el enfoque de las acciones en la región.

"Para estas lideresas y estos lideres indígenas, el territorio es un espacio físico, pero también un ser vivo con el que mantienen una relación de reciprocidad."

La región amazónica, rica en biodiversidad y culturas, se encuentra bajo constante amenaza. La minería ilegal y el narcotráfico no solo generan devastación ambiental, sino que también fracturan comunidades y exacerban desigualdades preexistentes. Los ríos, considerados sagrados por los pueblos indígenas, se han convertido en corredores de contaminación e injusticias. Violencia de género, trata de personas, explotación laboral y prostitución son solo algunos de los efectos más evidentes. En este contexto, las comunidades awajún y wampis han enfrentado históricamente el abandono estatal, lo que las ha obligado a desarrollar estrategias autónomas para defender su territorio y su cultura.

La ecología integral, propuesta por el papa Francisco, es un marco conceptual que conecta la justicia social, la sostenibilidad ambiental y la espiritualidad. Según Laudato Si’, «todo está interconectado». Este enfoque llama a cuidar la naturaleza y también a reconocer cómo las crisis ecológicas están intrínsecamente ligadas a las desigualdades sociales y culturales. Por otro lado, el concepto indígena de Buen Vivir o Tajimat Pujut, en awajún, ofrece una visión alternativa al modelo capitalista. Este principio se basa en la armonía con la naturaleza y la vida comunitaria, rechazando la explotación y la acumulación que caracterizan al desarrollo convencional. Ambos enfoques, aunque distintos en sus orígenes, convergen en la idea de que el bienestar humano solo es posible en un entorno saludable y equilibrado.

El SAIPE, inspirado por la ecología integral, ha sido un actor clave en la región. Desde su fundación, ha trabajado junto a las comunidades awajún y wampis para desarrollar proyectos sostenibles que respeten sus valores culturales y promuevan su autosuficiencia económica. Durante mi tiempo como voluntario en la organización, pude observar cómo iniciativas como la crianza de gallinas, la apicultura, la producción de harina de plátano y la soberanía alimentaria no solo generaban ingresos, sino que también fortalecían la autonomía comunitaria.

Durante mi permanencia en el SAIPE aprendí que estos proyectos buscan integrar conceptos occidentales, como el emprendimiento, con principios indígenas como el Tajimat Pujut y que no se trataba de imponer un modelo de desarrollo occidental, sino de construir caminos junto a las comunidades indígenas. Este enfoque colaborativo se realiza, por ejemplo, con las aspiraciones de líderes como Rosmery Pioc, presidenta del Consejo de Mujeres Awajún-Wampis, y Dante Sejekam, presidente de la Organización de Desarrollo de las Comunidades Fronterizas del Cenepa (ODECOFROC), quienes ven en estas iniciativas una oportunidad para revitalizar sus comunidades.

Para estas lideresas y estos lideres indígenas, el territorio es un espacio físico, pero también un ser vivo con el que mantienen una relación de reciprocidad. Los ríos, los bosques y las montañas son considerados ancestros que protegen y guían a las comunidades. Esta visión contrasta radicalmente con la lógica extractivista que reduce la naturaleza a un recurso explotable. Rosmery explica en sus participaciones a talleres de liderazgo que «cada árbol tiene un espíritu y cada río, una historia». Este entendimiento ancestral no solo guía su resistencia, sino que también inspira a nuevas generaciones a cuidar su entorno. Rosmery lidera un movimiento que combina la sabiduría ancestral con estrategias modernas para resistir las presiones externas. Desde los encuentros comunitarios que organiza, Rosmery busca fortalecer los lazos entre las mujeres awajún, inspirándose en el concepto tradicional de ipáamamu, un trabajo colectivo o ayuda mutua que promueve el bien común. En sus reuniones, las mujeres debaten cómo enfrentar los efectos del extractivismo que arrasa con sus ríos y tierras. «El agua y el bosque no son recursos, son nuestra vida», insiste Rosmery en cada encuentro, subrayando la interdependencia entre la naturaleza y su comunidad. Las mujeres, al ser las principales afectadas por la contaminación y el despojo, han asumido el liderazgo en esta lucha, demostrando que la resistencia es también un acto de cuidado.

Por su parte, Dante subrayó que defender el territorio es defender su identidad y su futuro. Dante articula un enfoque diferente, pero complementario al de Rosmery. En sus palabras, la resistencia no solo pasa por defender el territorio, sino por ofrecer alternativas económicas sostenibles que sean compatibles con la cosmovisión indígena. Para él, el concepto de Tajimat Pujut resume este ideal: vivir en armonía con la naturaleza, sin conflictos ni contaminación. En comunidades como Mamayake, Dante ha promovido proyectos agrícolas, como el cultivo de cacao, que buscan reemplazar la minería ilegal como fuente de ingresos. Aunque reconoce los desafíos, como la presión económica y la falta de mercados estables, ve en estas iniciativas una oportunidad para reconstruir el tejido social y económico de las comunidades.

"Sus luchas representan un esfuerzo por escapar de la reducción de la vida a una dimensión puramente materialista y abre el camino hacia alternativas más integrales y significativas."

El Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis (GTANW) y el Gobierno Territorial Autónomo Awajún (GTAA) han desempeñado roles fundamentales en la lucha contra la minería ilegal. Teófilo Kukush Pati, líder del GTANW, enfatizó la necesidad de una coordinación estrecha entre comunidades y el Estado para combatir estas actividades destructivas. En 2023, en una reunión entre SAIPE y GTANW en la comunidad de Soledad, los lideres wampis expresaron que la lucha contra la minería ilegal no es solo para proteger la tierra, sino también una lucha para la vida misma.

Estas organizaciones, aunque todavía muy frágiles y con escasos recursos, han implementado estrategias como la creación de grupos de monitoreo socioambiental y la exigencia de políticas públicas que respeten sus derechos territoriales. En este contexto, el diálogo con instituciones como el SAIPE y la Iglesia Católica ha sido crucial para articular respuestas efectivas.

Antes de empezar mi trabajo de campo, había leído el libro El hombre unidimensional, del filósofo estadunidense Herbert Marcuse. Aunque el libro fue publicado en 1964, me parece sugestivo que sus ideas sean todavía útiles para repensar territorios lejanos, como lo indígena y lo occidental, a la luz de la explotación de la naturaleza. Marcuse describe cómo las sociedades industriales avanzadas moldean a los individuos para conformarse a un sistema que privilegia el consumo y la producción por encima de la autonomía y el pensamiento crítico. Este modelo, que Marcuse llama «unidimensionalidad», encuentra una expresión trágica en las prácticas extractivistas que asolan la Amazonía. La minería ilegal y el narcotráfico, al reducir la tierra y sus recursos a meros medios de explotación económica, ejemplifican esta lógica unidimensional. Para las comunidades awajún y wampis, sin embargo, la tierra no es un objeto pasivo, sino un ser vivo con el que mantienen una relación de reciprocidad.

En este contexto, la resistencia de estas comunidades desafía el poder económico de los extractivistas, pero también se opone a la alienación descrita por Marcuse. Sus luchas representan un esfuerzo por escapar de la reducción de la vida a una dimensión puramente materialista y abre el camino hacia alternativas más integrales y significativas.

La convergencia entre la ecología integral y el Tajimat Pujut ofrece un modelo de desarrollo que desafía las lógicas extractivistas. En lugar de buscar el crecimiento económico a cualquier costo, este enfoque prioriza la sostenibilidad, la justicia y el respeto por la diversidad cultural. El antropólogo Arturo Escobar lo describe como un «pluriverso», donde múltiples formas de entender y habitar el mundo pueden coexistir.

Además, el concepto de Tajimat Pujut comparte similitudes fundamentales con la «sociedad originalmente afluente» descrita por el antropólogo Marshall Sahlins. Según Sahlins, las sociedades tradicionales no son pobres en recursos, sino ricas en suficiencia, viven en armonía con el entorno y satisfacen sus necesidades usando de manera responsable los recursos naturales.

Este paradigma contrasta radicalmente con la lógica capitalista que, como señala Marcuse, fomenta «falsos deseos» para perpetuar el consumo y la conformidad. Las comunidades awajún y wampis, al priorizar la sostenibilidad y la vida comunitaria, desafían esta narrativa e iniciativas como la apicultura, la producción de plátano y la soberanía alimentaria, promovidas por SAIPE, generan ingresos, además de reforzar valores tradicionales y fomentar la autosuficiencia económica.

La lucha de los awajún y wampis no es solo una resistencia ante las amenazas externas, es la afirmación de un modelo de vida que prioriza la armonía con la naturaleza y la dignidad de las personas. En este proceso, el trabajo colaborativo con el SAIPE y el diálogo con la ecología integral se han convertido en herramientas poderosas para imaginar y construir un futuro más justo y sostenible.

Esta experiencia me ha enseñado que la investigación etnográfica no se circunscribe al acto de observación, es, a la par, una oportunidad para participar en un proceso de transformación conjunta. Desde la selva amazónica, los awajún y wampis nos muestran que otro mundo es posible, uno donde la vida y la tierra son respetadas como un todo indivisible.

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Valerio Di Fonzo
Valerio Di Fonzo

Antropólogo. Magíster en Administración Pública. Investigador especializado en ecoteología y su relación con los pueblos indígenas de la Amazonía peruana.

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