La agricultura es una actividad que históricamente tiene una especial importancia para la economía piurana. Según la Dirección General de Seguimiento y Evaluación de Políticas del Ministerio de Agricultura y Riego DGESEP – MIDAGRI, en el 2020 registramos 254,738 hectáreas cosechadas, que significa un aumento de 161% frente a la superficie cosechada hace 60 años. Si se analiza la cantidad de superficie cosechada con productos para el mercado externo y la superficie cosechada para la producción de alimentos destinada el mercado interno, podemos ver que Piura no solo continúa incrementando las tierras para su producción exportable, sino que también ha incrementado significativamente, y en mayor medida, la disposición de terrenos para la producción de alimentos. En el primer caso hemos pasado de 68,718 hectáreas en 1960 a 136,714 hectáreas en el 2020, lo que significan un aumento de 99%; en el segundo caso hemos aumentado de 28,776 hectáreas en 1960 a 118,024 hectáreas en el 2020, es decir, un aumento de 310%.
Estas cifras muestran que Piura está mejorando las condiciones para garantizar el crecimiento de la agroexportación, actualmente orientada a 56 cultivos. Entre ellos: mango, caña etanol, limón, maíz amarillo duro, banano, café, mango, uva, cacao, palta, arándanos, piquillo, páprika, algodón y otros. Además, podría parecer que se está mejorando las condiciones para garantizar la seguridad alimentaria de esta y de otras regiones, porque naturalmente tiene una importante participación en la producción de alimentos (arroz, maíz amiláceo, trigo, frijol y otros) para el resto del país. Sin embargo, esto no es tanto así. En principio porque, si bien la superficie cosechada de productos exportables ha crecido en menor medida, las empresas que concentran la mayor cantidad de estas tierras cuentan con mejor tecnología, mano de obra barata, mayor inversión, acceso a agua y mejores beneficios del Estado, que las hacen más productivas en comparación a las tierras de producción de alimentos para el mercado interno, que en su mayoría están en manos de pequeñas familias agricultoras.
Es importante resaltar que, a pesar del posicionamiento regional en la agroexportación y de los impactos positivos que este sector produce en la economía de la región, existen problemas que no se están visibilizando. Estamos generando una economía altamente dependiente del mercado externo a miles de kilómetros, que genera productos agrícolas con una elevada huella ecológica, que asegura la disposición de tierra y de agua para estos cultivos comprometiendo los recursos para la producción de alimentos de consumo interno y que, además, genera condiciones de empleabilidad escasamente dignas; así como una producción agrícola de monocultivo que no favorece la biodiversidad y la perjudica con el uso de agroquímicos. Esta situación hace evidente que estamos, tal vez sin darnos cuenta, promoviendo un modelo de desarrollo regional, que debilita nuestra seguridad alimentaria. Y esto sí es un problema sobre el cual hay que tener una visión y una postura estratégica.
La pequeña Agricultura en Piura
Si nos referimos a la situación de la pequeña agricultura o agricultura familiar, es importante indicar que, según el Censo Nacional Agropecuario - CENAGRO del 2012, la región Piura cuenta con 134,658 unidades agropecuarias menores de 10 hectáreas, que en total significan 192,277 hectáreas de tierra agrícola adosadas a la agricultura familiar. Es decir, 1.4 hectáreas por unidad agropecuaria, mientras que las unidades agropecuarias entre 10 a 100 hectáreas suman 5,323, que conducen 194,500 hectáreas, es decir, 36.5 hectáreas por unidad agropecuaria destinadas a la agroexportación o agronegocios.
En general, puede distinguirse dos tipos de producción que se desarrollan en las unidades agropecuarias menores de 10 hectáreas que corresponden a la agricultura familiar. El primero conformado por productos vinculados al segmento exportador denominado “pequeña agricultura comercial” y el segundo constituido por productos para el autoconsumo y el mercado interno local, regional y nacional; en el que destacan alimentos como el arroz, maíz amarillo duro, maíz choclo, frejoles, papa, trigo, tubérculos, entre otros.
Esta situación hace evidente que estamos, tal vez sin darnos cuenta, promoviendo un modelo de desarrollo regional, que debilita nuestra seguridad alimentaria.
La denominada pequeña agricultura comercial viene ganando protagonismo en el sector exportador de productos agrarios no tradicionales y calificados como orgánicos; lo cual significa que los pequeños productores de la agricultura familiar se agrupen en organizaciones, implementen procesos de aprendizajes técnicos-productivos, gestión administrativa y organizacional, para lograr mejores condiciones de competitividad en los mercados que incursionan. Esta situación está llevando a la búsqueda del siguiente perfil por parte de los productores de la pequeña agricultura familiar: a) productores que buscan la asociatividad y la formalidad de sus organizaciones, que implica contar con personería jurídica, manejar documentos e instrumentos de gestión interna y un RUC de contribuyente; b) productores/asociaciones que buscan producir y comercializar uno o más productos cada vez con mejor tecnología y certificación orgánica reconocida y aceptada en los mercados de destino; c) productores/asociaciones que buscan mejorar sus capacidades para la negociación y establecimiento de acuerdos comerciales formales a través de contratos; d) asociaciones de productores con equipos para la gestión técnica productiva, comercial y administrativa; y e) con condiciones para acceder al sistema financiero o a fondos concursables del Estado.
Potencialidades y desafíos de la agricultura familiar en la región Piura
Es sabido que la pequeña agricultura comercial viene accediendo a diversos recursos públicos en los últimos años, principalmente a través de fondos concursables como el PROCOMPITE, AGROEMPRENDE, MI RIEGO, FONCODES, o fondos privados provenientes de la cooperación técnica internacional y nacional. Sin embargo, es importante mencionar que varias unidades productivas están surgiendo como producto de una inversión propia local hecha por cada familia productora, lo que obliga a dejarla de percibir como un sector al que hay que asistir con fondos de ayuda o con programas sociales, como pareciera estar a la base de las ultimas políticas públicas implementadas por el gobierno central con la entrega de bonos. En cambio, debemos comenzar a valorar este sector productivo como un sector con familias inversionistas, con quienes se debe implementar alianzas para el desarrollo de diferentes líneas productivas, agrícolas, pecuarias o agroindustriales; cuyo objetivo no sea solo el mercado externo, sino el mercado interno, el cual tiene una creciente demanda por productos sanos, con alto valor nutritivo y orgánico, para lo cual también se hace necesario implementar una serie de políticas no solo de producción sino también de consumo responsable.
Como potencialidades de la pequeña agricultura regional, se puede reconocer la existencia de más de 192,277 hectáreas agrícolas, según el CENAGRO 2012, que representaban el 50% de la superficie agrícola regional y que en los últimos años ha incrementado esta frontera agrícola con aptitud para la producción de alimentos; 134,658 unidades agropecuarias menores a 10 hectáreas, que constituyen el 96.2% del total, y desde donde se producen los principales alimentos para las familias de la región; que el 30% de la población regional la constituye una población dedicada a la pequeña agricultura familiar con costumbres y conocimientos ancestrales, para garantizar la producción de hortalizas, frutas, verduras y otros de pan llevar.
Además, existen 6 juntas de usuarios a nivel regional que administran el recurso hídrico y que brindan soporte para garantizar agua para la producción, principalmente en épocas de sequias; se cuentan 28 asociaciones y cooperativas vinculadas a la agroexportación de productos agrícolas como el banano, café, cacao, mango, entre otros; 136 Comunidades Campesinas con recursos de suelos y bosques; y a la fecha se registran al menos 233 asociaciones de pequeños productores agrícolas, 6 centrales o asociaciones de segundo nivel y 71 asociaciones de productores pecuarios, que en conjunto constituyen un importante tejido organizacional para la promoción agraria regional.
A pesar de estas potencialidades, también se evidencian grandes desafíos que son importantes asumir, principalmente por parte de las nuevas autoridades regionales y municipales electas. Entre ellos se cuentan la ausencia de una política de fortalecimiento de la asociatividad de los productores de la pequeña agricultura y de la gestión interna de las organizaciones, principalmente en aspectos administrativos y de tecnificación de la gestión productiva. Es importante señalar que se debe promover más agresivamente el modelo asociativo cooperativista, posibilitando el acceso de los grupos más pequeños.
También es importante fortalecer capacidades y liderazgos internos y, en este aspecto, promover una mayor participación de las mujeres en las organizaciones, sus puestos directivos y en los espacios de toma de decisiones vinculados a la pequeña agricultura familiar. Además, es crucial resolver las brechas de propiedad de tierras y, por ende, generar condiciones para el acceso a una serie de servicios de apoyo a la producción; como el acceso al crédito, la incorporación de tecnología para la producción, transformación y para la comercialización, principalmente en el mercado interno para garantizar la seguridad alimentaria.
Es importante mencionar que varias unidades productivas están surgiendo como producto de una inversión propia local hecha por cada familia productora, lo que obliga a dejarla de percibir como un sector al que hay que asistir con fondos de ayuda o con programas sociales.
Se debe resolver algunas restricciones estructurales, como la escasez de drenajes y el mantenimiento de los existentes de manera que se mitigue la salinización y afectación de los suelos; la zonificación de cultivos en el Bajo Piura; la mejora de carreteras y la fragmentación de tierras.
Optimizar el impacto de los fondos públicos como el PROCOMPITE, AGROEMPRENDE, MI RIEGO, FONCODES y otros programas municipales, implementando sistemas de seguimiento y monitoreo al cumplimiento de metas y rendición de cuentas por parte de las organizaciones que acceden a diversos fondos. También, fortalecer la asistencia técnica para el manejo adecuado de cultivos y la crianza de animales. En este aspecto el SECIGRA Agrario tiene un rol fundamental en la promoción del control fitosanitario, la conservación de semillas nativas, el apoyo a la transformación agroindustrial y la implementación de servicios de información oportuna que permita conocer el mercado, los precios, sus riesgos y oportunidades
En síntesis, el gran reto es promover la implementación efectiva de políticas agrarias, en este contexto en el cual la segunda reforma agraria comienza a evidenciar inoperancia, pero bajo una propuesta colectiva y concertada entre el sector público, el sector privado, los agentes locales, regionales, nacionales e internacionales.
Verano 2022 / 2023
Christian Flores Carmen
CIPCA
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