Ciertamente importa que las prácticas educativas se concreticen, a partir de enfoques doctrinarios y pedagógicos, usando -de la mejor manera- técnicas y medios. Esto permite tener un enfoque o concepción de lo que buscamos en las prácticas intencionales-organizadas de aprender y de enseñar. La teleología, propósitos o finalidad que asumimos acerca de la educación-hombre-sociedad, en contextos históricos determinados, están detrás del “perfil”, competencias u objetivos educacionales. Los insumos y procesos que usemos deben guardar coherencia con los propósitos de la educación que queremos, que se traducen actualmente como “resultados”.
Puedo asumir que la “educación es un derecho” para una “formación integral” de las personas para que tengan un “Buen Vivir” (enfoque doctrinario) y que debe existir una relación horizontal entre Sujetos que aprenden y Sujetos que enseñan, partiendo desde experiencias de vida y de contexto (enfoque doctrinario-pedagógico). Siguiendo esta opción, los recursos y procesos técnicos que use en el sistema educativo deberían guardar coherencia con los propósitos que asigno a la educación.
Si reduzco y asumo que la “educación es un servicio” para formar según las demandas del mercado ocupacional, evidentemente los recursos y procesos técnicos que se usen, deberán guardar relación al enfoque y propósito establecidos.
En todos los casos, prima el propósito formativo y los procesos-recursos técnicos son instrumentales a la finalidad educativa establecida. No puede existir contradicción, entre propósitos y recurso-medios usados.
Pero, ¿quién determina la relación entre “enfoque-propósitos” y “recursos-procesos-técnicos” en educación? Son los sujetos, los grupos sociales que toman decisiones en las diversas instancias del quehacer educativo. Las autoridades del Gobierno toman decisiones macro, por ejemplo, estableciendo “técnicamente” el tamaño presupuestal para educación, según el enfoque-propósitos que le asignan, de manera explícita o implícita. Las autoridades del Ministerio de Educación tomarán también decisiones de recursos y procesos técnicos para ganar en eficiencia y eficacia en el cumplimiento de los propósitos reconocidos para el sector y que se traducen en “resultados”. La radicalización del uso de “proyectos por resultados” grafica perfectamente este nexo.
Pero, también a nivel micro (por ejemplo, los directores y docentes de una institución educativa), se toman decisiones sobre recursos-procesos técnicos para el logro de “resultados” (coherentes a propósitos más amplios).
Es decir, como nunca, hoy está claro que los recursos-procesos técnicos son una necesidad para ganar en eficacia y eficiencia en el logro de resultados micro, orientados hacia propósitos macro, enmarcados en concepciones de hombre-sociedad-civilización, que no siempre se explicitan, pero que están latentes. Aún más, los avances de ciencia y tecnología actuales y de futuro ciertamente permitirán cambios en la relación “enfoque-propósitos-resultados” y “recursos-procesos-técnicos”. El uso de esta relación no solamente depende de las posibilidades, sino que se constituye en un “ejercicio de poder” de los sujetos o grupos sociales que controlan las diversas instancias del sistema educativo. Desde el Ministro y Vice Ministros, Directores… y hasta los Docentes tienen una cuota de poder para tomar decisiones a su nivel.
Etimológicamente, el término “tecnocracia” está referido al “poder” de quienes tienen desempeños (técnicos) adecuados, referidos a procesos y recursos. Se supone que están capacitados y tienen desempeños para ganar en eficacia y eficiencia en el logro de resultados previstos.
Más específicamente, la tecnocracia es una forma de gobierno en el que los cargos públicos no son desempeñados por políticos, sino por especialistas -en nuestro caso, para lograr óptimos resultados educacionales-. Algunos postulan que la tecnocracia actúa con “neutralidad política e ideológica”. Con esta lógica, el político Luis Bedoya, hace unos años, señalaba que él ponía los objetivos y “alquilaba técnicos para su ejecución”. En Educación se habló de “especialistas de carrera”; es decir, técnicos que perduraban y transitaban por diversos gobiernos, más allá de sus opciones políticas.
Con la puesta en marcha del modelo neoliberal en el Perú (década del 90), el Estado sufrió reajustes también en el campo laboral y administrativo. Estas modificaciones llegaron al Sector Educación; por ejemplo, a los “técnicos” ya no se les ve como trabajadores de “carrera”, sino como “consultores” o trabajando en “services”, sin mayor estabilidad laboral.
A nivel internacional, desde principios del siglo XXI, surge una nueva tendencia en la concepción de tecnocracia. Los “tecnócratas” que la conforman buscan suplantar el poder político. La tecnocracia, en vez de apoyar al poder político, viene asumiendo la función decisional que antes estaba en los políticos. Se está eliminando así la división entre política, como el espacio donde se toman decisiones sobre enfoque y propósito (digamos, en educación), y el manejo de recursos y procesos técnicos. El tecnócrata en educación ya no solamente decide sobre los recursos y procesos técnicos, sino también sobre los resultados-propósitos que deben conseguirse.
Pedro Pablo Kuczsynski se presentó como un aplicador de las últimas tendencias sobre tecnocracia, que se gestaba a nivel mundial. Él y su grupo no solamente serían decisores de “enfoque-propósitos-resultados”, sino también con la suficiente capacidad de manejar los “recursos-procesos” técnicos para conseguir lo que se quería.
En la revolución soviética se plasmó el slogan “todo el poder a los soviets” (comunas); con el nuevo gobernante peruano se proclamó: ¡Todo el poder a los tecnócratas!
Patricia Salas fue la última “política” que –como Ministra- tomaba decisiones, teniendo un cuerpo técnico que ejecutaba.
Jaime Saavedra fue el primer Ministro de Educación que ya no se presentó como político decisor, ni solamente como un técnico que aplicaba decisiones que otros tomaban. Perfiló la unificación de la práctica técnica y política; es decir, se presentó como autoridad que toma decisiones sobre enfoque-propósitos-resultados del quehacer educativo peruano y simultáneamente tiene desempeños para el manejo de los procesos-recursos del sector. El Ministro Saavedra, formal y aparentemente, priorizó lo técnico a lo político. En realidad, el enfoque-propósitos del sistema educativo se quedaron latentes, pues no eran sino los del sistema hegemónico. Al tener nivel de liderazgo formal en ambos campos resultó un buen Ministro que respondía a las exigencias del sistema. Por ello, los defensores del sistema pidieron su continuidad como cabeza del Sector.
La tecnocracia, en vez de apoyar al poder político, viene asumiendo la función decisional que antes estaba en los políticos. Se está eliminando así la división entre política y el manejo de recursos y procesos técnicos.
El Ministro Jaime Saavedra se rodeó de técnicos en su plana mayor y parcialmente en las instancias intermedias del Ministerio de Educación. Depositó en ellos la confianza de concretizar la nueva versión de tecnocracia. Las decisiones sobre enfoque-propósitos-resultados en el MINEDU ya no recayeron en personas que saben de pedagogía, son especialistas en educación o tienen experiencia en este campo. Estas personas pasaron, más bien, a tener un rol secundario-subalterno, como consultores que han tenido y tienen una temporalidad reducida. Los técnicos –antes implementadores de decisiones de los educadores- pasaron a tomar las decisiones políticas. Hubo y hay en marcha un cambio de roles en las personas y grupos de poder que toman las decisiones dentro de la educación peruana. Técnicamente se exigen “evidencias”, como “indicadores observables y medibles” de logro en los “resultados”.
El poder de la tecnocracia se está imponiendo en la educación peruana. Podrá ganarse en eficacia y eficiencia en el logro de resultados; pero éstos ya no se deciden a partir de un enfoque humano, de una educación que busca la realización y transformación de “todo hombre y del hombre todo”, sino serán resultados que respondan a la oferta-demanda de “capital humano”.
En los procesos educativos impulsados desde el MINEDU se respira todo lo antedicho. Un amigo que trabaja en él me decía: “Ahora, en educación, lo que no es medible no existe”. Y con este enfoque tecnocrático deja de tener razón de ser la formación integral y en valores; salvo que esto sea requisito del “mercado” donde ingresarán nuestros Estudiantes.
La técnica debe usarse, pero funcional a los propósitos explícitos de una educación humanizante y liberadora.
Primavera 2017
Sigfredo Chiroque
Instituto de Pedagogía Popular.