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Edición Nº 16

Argelia en la primavera árabe
30 de mayo, 2011

En esta primavera árabe las situaciones son diferentes según los países, sin embargo el deseo de cambio es significativo en muchos de ellos, especialmente en Argelia. Los periódicos dan cuenta de mil revueltas en solo un año a lo largo de todo el territorio, a causa de las dificultades socioeconómicas (desempleo, desabastecimiento en electricidad y gas, falta de carreteras y alojamiento, etc.).

El gobierno implementó medidas orientadas a modernizar la economía; buscó desarrollar la esfera del comercio, dominada por la informalidad, integrándola progresivamente en los circuitos oficiales; trató de incentivar a los comerciantes a recurrir al sistema bancario para realizar sus transacciones comerciales. Sin embargo, esta medida quebró el comercio informal y se incrementó el número de desempleados, pues vivían exclusivamente del contrabando. Si a esto le sumamos el aumento del aceite y la sémola, se dejaba abierto el camino para que se manifieste el descontento de la población, hecho que ocurrió el 3 y el 5 de enero del presente año. Las manifestaciones no tenían como protagonistas a los pobres, sino a jóvenes sin empleo con un sentimiento de exclusión social. La suspensión de las medidas permitió el retorno al comercio informal, el cual se ha visto incrementado en los últimos meses, y las protestas sociales pararon.

En Túnez, la inmolación por fuego del joven Mohammed Bouazazi, provocó la transformación de las protestas en levantamiento, generando en todo el país manifestaciones generalizadas de las fuerzas sindicales, de las instancias regionales de base, de numerosas asociaciones civiles y particularmente de la liga de los derechos humanos, así como de las asociaciones de mujeres, gremios de abogados, de artistas, etc. Todos ellos se unieron al movimiento popular que se desató después de la muerte de Bouazazi.

En Argelia, decenas de jóvenes intentaron seguir el ejemplo de Bouazazi, pero no provocaron movilizaciones. Sin embargo, son varios grupos en la población argelina que están muy atentos a lo que sucede en los otros países, con un interés específico pues el deseo de cambio es ambivalente.

Los partidos de oposición, los gremios y la Unión para la Cultura y la Democracia se han reagrupado en el seno de la Comisión Nacional para el Cambio Democrático. Organizan marchas a pesar de que están prohibidas en Argel, ciudad en la cual el número de policías es infinitamente superior al número de los manifestantes. Solo la manifestación de los guardias comunales trayendo la foto del presidente ha llegado a su fin. El fin del Estado de urgencia, en rigor desde 1992, ha sido decretado. Pero es apenas exagerado decir que la oposición no existe: con el terrorismo ha sido aplastada, no se ha dado el tiempo de escuchar a la sociedad, no ofrece directivas precisas, tiene poca representatividad.

El espectáculo de obras gigantescas y en plena realización tiene como precio el clientelismo, la corrupción y el nepotismo. El poder piensa que la revolución ha tenido lugar en Argelia en 1988, cuando el ejército disparó sobre los manifestantes (lo que no fue el caso ahora en Túnez y en Egipto). El poder tomó ahora la opción de un cambio progresivo. El gobierno está dispuesto a comprar la paz social a cualquier precio pero no sabe cómo hacerlo; las redes que le informaban sobre las necesidades de la población, especialmente aquellas de la juventud, han sido rotas y los contra-poderes suprimidos.

Las manifestaciones no tenían como protagonistas a los pobres, sino a jóvenes sin empleo con un sentimiento de exclusión social.

El ministro del Interior reconoce el malestar y el déficit de comunicación. Sin embargo, el presidente y los ministros no hablan a su pueblo sino a algunos extranjeros (unos notables franceses) y el pueblo lo resiente como una marca de desprecio. Sin embargo, sería superficial pensar esto como relaciones de opresor a oprimido. De hecho, muchos en el pueblo quieren al presidente, hay buenas voluntades en el poder (rehenes de un sistema que los desborda). En este contexto, algunas personalidades retiradas del poder reflexionan y trabajan para elaborar alternativas para el futuro.

Aunque el terrorismo está vencido, el Islamismo está todavía muy presente, aunque en estos momentos no hay demostraciones radicales. El islamismo vive y cambia de orientación como estrategia de infiltración, para posicionarse de nuevo progresivamente; ellos son expertos en volver a sacar ventaja de los acontecimientos, tal es así que los arrepentidos están ahora a la cabeza de imperios financieros.

El cristianismo está poco presente en Argelia y la situación es muy diferente a la de los países vecinos, lo cual reduce las posibilidades de encontrar manifestaciones de compasión entre religiones musulmanas y cristianas, como sucedió en Egipto, Túnez o Libia. Los jóvenes están cansados de haber vivido una adolescencia marcada por el ruido de las armas y el espectáculo de sangre que caracterizó a los años 90, ahora quieren vivir en paz. Este deseo se ve alimentado por los medios de comunicación y la mundialización. El individualismo crece, pero la cultura de solidaridad aun se mantiene muy presente.

Los jóvenes no creen más en la política y quieren tener su parte en los beneficios económicos. Evidentemente las huelgas de estudiantes continúan. En el Centro y Oeste del país reclaman en contra de los reconocimientos de los diplomas de Licenciatura, Magister y Doctorado, tal como han sido introducidos por el sistema. Pero ¿hasta donde van a ir?

Los argelinos, en su mayoría, han entendido que el desprecio, la exclusión y el odio al otro no llevan a ninguna parte. Esperan una evolución interna del régimen más que un proceso radical que provoque el nacimiento de nuevas venganzas respecto a las violencias vividas anteriormente. Observan la evolución de los países vecinos para entender lo que está en juego en el cambio. Indignados por la visión de un gobierno que mata a su pueblo, el enfoque militarizante de los occidentales en Libia les da espanto; les recuerda, como en los otros países árabes, malas cosas del pasado que hubieran deseado no volver a ver.

Publicado en mayo 2011


Jean Désigaux, SJ

Delegado del Padre Provincial de Francia para la región del Magreb.

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